Descubrir que puedes sobrevivir a tus emociones es una de las conquistas más felices que podemos hacer como seres humanos. ¿Cuántas veces has pensado que aquello que estás sintiendo te llevaría por delante? Como si tú fueras un árbol largo y delgado delante de una enorme avalancha de nieve.
Afortunadamente, las emociones no están para tumbarnos, sino para enseñarnos y mostrarnos cómo estamos interpretando la realidad. Lo que sucede siempre es neutro y la vida nunca se pone en contra de nadie.
Sin embargo, sí que existen miles de factores, causas y circunstancias que no podremos escoger. Claro que siempre nos quedará un reducto de esperanza aprendiendo a trabajar en nuestra actitud.
La importancia de afrontar las emociones
Anclarnos en el momento presente y sostener aquello que estamos sintiendo, sea ira o alegría, tristeza o felicidad, amor u odio, es la única forma de conseguir atravesar el vendaval y aprender de él. Si siempre giramos la cabeza a lo que sentimos, nunca podremos llegar a entendernos y a darnos aquello que necesitamos.
No planteo algo sencillo, ni inocente. Las emociones provocan sensaciones en nuestro cuerpo que nos pueden enfermar o derivar en un malestar que nos impida hacer vida normal. El mundo emocional no es algo solo para mujeres o para niñas, es un tema serio que requiere ser mirado con ojos compasivos, pero también con una mirada analítica y rigurosa que englobe a todos los seres humanos. No eres una persona dramática por sentir, simplemente eres una persona y punto.
Escuchar qué nos enseñan las emociones
¡Juguemos a un juego! Supongamos que nuestra emoción es como un agujero. Dentro del agujero está lo que necesitamos. Si siempre tapamos el agujero con arena, nunca nos daremos la oportunidad de meter la mano dentro y descubrir qué alberga su interior. ¿Me explico?
Es curioso que todas esas partes: el agujero, la arena, la mano… todo surge de nosotros mismos. Todo eres tú y tu forma de interpretar el mundo.
Darte cuenta de ello alivia porque comprendes que puedes sostener lo que sientes conectando verdaderamente con el presente. Y aquí la pregunta es obligada ¿cómo lo consigo?
Primero de todo, cuando te visite con fuerza una emoción, quédate con ella. No pasa nada por sentir envidia, ira, enfado, miedo… No corras a encender la tele o a scrollear en redes sociales. Lo bonito de todo lo que sentimos es que es momentáneo, así que pregúntate y responde sinceramente ¿qué quiere enseñarme esta emoción?
Después, sea cual sea la respuesta, no te machaques más. Envidias la carrera de esa chica o querrías que tu novio fuera más cariñoso o te gustaría ganar más dinero o que tu madre no estuviera enferma. ¡Está bien!
Rebuscar en las emociones para crecer
El motivo de tu emoción es la superficie del agujero. Hemos conseguido no taparlo con arena y tenemos la mano dentro, vamos a rebuscar más. Sí, ya sé que duele, pero puedes hacerlo.
¿Para qué envidias a esa chica?, ¿Para qué quieres que tu novio sea más cariñoso?, ¿Para qué te gustaría ganar más dinero? ¿Para qué te gustaría que tu madre no estuviera enferma?
Y quizás, después de rebuscar y ensuciarte las manos con arena y fango, encuentres un diamante en bruto. El Secreto. Y ahí, por fin, después del sufrimiento, las dudas y los miedos, tengas el lugar por el que comenzar a pulir.
Llegar a la aceptación de nosotros mismos
¿Quién gana el juego? Sencillo, quien se atreve a jugar. Probablemente, sea uno de los retos más difíciles a los que nos enfrentamos como adultos, cuando se han terminado las excusas y solo nos queda mirarnos y vernos o ahogarnos en excusas.
Podría pasar que, cuando nos miramos de forma vulnerable delante del espejo, viendo nuestras luces y nuestras sombras, nazca o el autocastigo o la autocompasión. Todo forma parte del camino para llegar a la cumbre: la aceptación de uno mismo.
Pienso que todo se resume en humanizar la experiencia humana. Integrar que nunca podremos actuar como máquinas, vanagloriarnos de que somos capaces de sentir y quedarnos satisfechos con todo aquello que hacemos con nuestras emociones: besos, abrazos, cuentos, libros, poemas, canciones, esculturas, cuadros, viajes, empresas, matrimonios, hijos…
¿Por qué deberías huir de todo ello? Anestesiarlo, olvidarlo, ponerlo a dormir en un cajón… No, mejor lo exprimimos y aprendemos de ello para seguir mirando a la vida con todo lo que nos brinda y como la maravillosa oportunidad que es.
Todo lo que has sido capaz de superar y aprender
No sé qué sucedería si todos fuéramos por la calle sosteniendo de verdad lo que sentimos. Responsabilizándonos de nuestras heridas y emociones. Quizás nos volveríamos más adultos, tolerantes y compasivos. Estaría bien podernos ver las heridas emocionales, llevarlas colgando como si fueran carteles o pequeñas pancartas con avisos. Mostrar las vergüenzas. Y aceptar que todos estamos heridos y muertos de ganas de ser amados.
Navegar las emociones en el presente, amar nuestros agujeros y juntar diamantes por pulir. Coleccionarlos y acabar luciéndolos como joyas en nuestros dedos y cuellos para recordar y mostrar, de forma poética y artística, todo aquello que somos capaces de superar y de aprender.