Nuestra sociedad, hiperactiva e hiperconectada, tiene un problema de adicción, nos dice Nancy Colier en su nuevo libro. Pero no es una adicción al uso, es una adicción a pensar. Por eso, la psicoterapeuta, conferenciante y profesora de mindfulness ha escrito Deja de pensar tanto, un manual para acabar con los pensamientos negativos y acercarnos un poco más a esa paz mental que todos ansiamos.

Porque, sí, aunque suene extraño, pensar no va a solucionar todos tus problemas. En muchos casos, como nos advierten profesionales nacionales como Mario Alonso Puig o Marian Rojas Estapé, los pensamientos que surgen en nuestra mente pueden ser incluso contraproducentes. Nancy Colier apuesta por la misma línea. Frente a una mente hiperactiva y enferma de negatividad, una calmada, en silencio, en armonía. Eso es lo que nos propone con su nuevo libro, y lo que aborda en esta entrevista que concede en exclusiva para Cuerpomente.

Entiende lo que sucede en tu mente

-¿Cómo podemos distinguir los pensamientos negativos de los productivos?
En general, es bastante sencillo. Debemos preguntarnos, ¿este pensamiento me ayuda o me perjudica? ¿Me aporta una sensación de bienestar o me aleja de la paz y el equilibrio?
Muchas veces, los pensamientos surgen con la intención de ayudarnos, pero a medida que se repiten una y otra vez, dejan de ser útiles. Algunos pensamientos que ahora son perjudiciales quizá comenzaron con las mejores intenciones. Pero para saber si un pensamiento es negativo o productivo, basta con una pregunta intuitiva: ¿me está aportando algo bueno seguir pensando esto? ¿O me está haciendo sufrir más? No hace falta complicarlo mucho más.

-¿De dónde vienen los pensamientos negativos? ¿Tienen una función evolutiva o dependen del contexto de cada persona?
Los pensamientos negativos —que constituyen el 80 % de todos nuestros pensamientos— tienen su base en el instinto de supervivencia. Hace mucho tiempo, cuando vivíamos en el bosque, tenía más sentido centrarse en lo que podía salir mal —el palo que podía caernos desde un árbol o el depredador que se escondía detrás de la colina— que en la zanahoria que quizás encontrábamos más adelante. Centrarnos en las amenazas aumentaba nuestras probabilidades de sobrevivir. Así es como nacieron los pensamientos negativos.
El problema es que se quedan con nosotros, y gran parte de nuestra forma de pensar termina siendo un obstáculo. De hecho, está diseñada para bloquear nuestro avance.
Y aunque estos pensamientos eran útiles para sobrevivir en sus inicios, hoy ya no cumplen esa función. Estamos en un momento en el que hay quinientos tipos de cereales para elegir; ya no estamos en el bosque.
Ahora, los pensamientos giran en torno a la supervivencia emocional: ¿cómo conservo intacto mi ego?, ¿cómo mantengo una imagen positiva ante los demás?, ¿cómo evito sentir vergüenza o humillación?
Sin embargo, al centrarnos tanto en eso, terminamos generando más vergüenza, miedo, preocupación y humillación. Es decir, empezamos intentando protegernos de esas "muertes emocionales" que tanto tememos, pero los pensamientos acaban por crearlas.

 

-¿Los pensamientos negativos son diferentes de los pensamientos intrusivos?
En general, diferenciamos los pensamientos negativos de los intrusivos en que los negativos pueden tratar sobre cualquier cosa, tener distintos matices, mientras que los pensamientos intrusivos aparecen de forma repentina y parecen no tener relación con lo que está pasando.
Podemos ir conduciendo y, de repente, pensar: “voy a girar el volante y estrellarme”, o estar esperando el metro y que surja el pensamiento: “vas a empujar a alguien a las vías”. Son pensamientos aleatorios e inesperados, a menudo con un contenido perturbador o agresivo, que no tienen conexión con el momento presente.
En cambio, los pensamientos negativos suelen estar ligados a lo que está ocurriendo. Son más persistentes, más difusos. Siempre están ahí, de fondo. Los intrusivos son ráfagas intensas y, casi siempre, nada útiles.

Salir del bucle

-Cuando estamos en uno de esos momentos extremos, con la mente acelerada y atrapados en un bucle mental, ¿qué podemos hacer para salir de él?
Lo más importante es darnos cuenta de que estamos en un bucle. Reconocerlo. Parar un momento y decirnos: “Vaya, estoy atrapado. Mi mente está desbordada de pensamientos”. Ese momento de reconocimiento es fundamental. Nos situamos como el observador de los pensamientos, no como quien los sufre. Nos ofrecemos un instante de autocompasión: “Esto es muy difícil. No sé cómo salir de aquí”.

A partir de ahí, nos preguntamos: ¿qué hay realmente debajo de este pensamiento? ¿Esto es miedo? ¿Es ira? ¿Qué sentiría si este conflicto mental se resolviera?
Intentamos explorar: ¿cuál es la herida que está activando este bucle? ¿Qué estoy tratando de resolver aquí, realmente?

Después, hacemos algo radical: dejamos de seguir lo que nos dice la mente. Dejamos de prestar atención a esa voz que insiste: “No puedes dejar este problema, tienes que resolverlo, sigue dándole vueltas porque así encontrarás la solución”. Le damos la espalda a ese impulso y volvemos al cuerpo.

La respiración es una puerta hacia el presente. Con una sola respiración profunda, entramos en el momento presente. Salimos del pasado y el futuro, donde habita el bucle.
Y hacemos lo más radical: dejar el problema a un lado. Es muy contraintuitivo, pero así salimos del bucle. Volvemos al presente. Sentimos nuestro cuerpo en la silla, nuestros pies en el suelo. El problema puede esperar. Podemos volver a él más tarde si es necesario. Pero en este momento, hacemos lo que la mente nos dice que no podemos hacer: soltar lo que nos está haciendo sufrir.

-¿Es posible sustituir los pensamientos negativos por otros positivos sin caer en la positividad tóxica que tanto se ve en redes sociales?
Todos llevamos un narrador interno en la cabeza que nos cuenta lo que nos pasa, por qué, qué significa, qué dice eso sobre nosotros… Si vamos a inventarnos una historia, mejor que sea positiva. Pero cuando los pensamientos negativos están basados en creencias profundas y experiencias reales, añadir positividad es como ponerse un sombrero sobre el pelo sucio: el problema sigue ahí.

Podemos decirnos que nos queremos, cuando en el fondo nos sentimos inadecuados. O que todo saldrá bien, cuando en el fondo creemos que nada bueno nos espera.
En esos casos, las afirmaciones positivas no funcionan, especialmente cuando la vida se complica. Acabamos volviendo a esas creencias negativas. Así que sí, cambiar el enfoque puede ayudarnos y darnos energía, pero también debemos mirar qué hay debajo del sombrero.

-¿Qué papel juega el optimismo en la felicidad?
Hay distintos tipos de optimismo. Uno más orgánico, que a veces heredamos o viene de una infancia sana: la sensación de que el mundo es un lugar seguro, de que podemos confiar y que tenemos la capacidad de lograr lo que queremos. Ese tipo de optimismo genera felicidad, porque hace que interpretemos nuestras experiencias con la idea de que todo saldrá bien.

Luego está el optimismo falso o la positividad tóxica, es en la que decimos “todo irá bien” sin creerlo realmente. Ese “debería ir bien” genera frustración si no ocurre, y nos hace sentir fracasados. Así que sí, el optimismo auténtico —realista y basado en una narrativa de confianza— contribuye a la felicidad.

 En cambio, el pesimismo, cuando vivimos convencidos de que nada saldrá bien, suele conducir al sufrimiento. Creamos lo que creemos.

A un clic de distancia

-Con las pantallas, la evasión está siempre a un clic de distancia, ¿está esto afectando de alguna forma a nuestra relación con los pensamientos negativos?

Las pantallas nos ofrecen siempre una vía de escape a un clic. Y lo que hacen es amplificar nuestros pensamientos. Redes sociales y pantallas son como anfetaminas para la mente. Saltamos de una idea a otra sin parar. Incluso quienes no tienen TDAH clínico terminan con síntomas parecidos: atención fragmentada, pensamiento disperso, falta de profundidad.

Y como la mayoría de nuestros pensamientos son negativos (por motivos evolutivos), cuantos más pensamientos tenemos, más negativos serán.

Estamos alimentando a esa “mente mono” que salta sin parar y persigue cada idea como si fuera importante. Así es como terminamos con una especie de desnutrición espiritual.
Buscamos evasión, pero lo que obtenemos es un universo paralelo de pensamientos tóxicos. Cuando salimos de las redes, seguimos atrapados en ese “barrio peligroso” que es nuestra mente si está llena de negatividad.

-En su libro escribe “me había pasado la vida creyendo que podía alcanzar la felicidad y la paz interior a base de pensar”. ¿Cuál es su opinión ahora? ¿Cómo podemos alcanzar la felicidad y la paz interior?

Sí. Durante mucho tiempo creí que podía alcanzar la paz y la felicidad pensando. Eso nos enseñan desde pequeños: que, si pensamos lo suficiente, encontraremos la solución.
Pero no se puede arreglar el sufrimiento que crea la mente con la propia mente. No se puede usar el pensamiento para encontrar la paz.

Es como intentar abrir una cerradura con un plátano: no es la herramienta adecuada.
Tenemos que soltar la mente, estar en el presente, dejar de intentar averiguar cómo ser felices.

La felicidad y la paz interior no son tareas para el pensamiento. Llegan cuando dejamos de intentarlo todo con la mente. Es el acto de rendirse ante el misterio lo que abre la puerta.

-¿Estamos enganchados a pensar? ¿Cómo saberlo?
Podemos saber si estamos enganchados al pensamiento igual que detectamos otras adicciones:

¿Nos causa sufrimiento? ¿Nos hace daño esta forma de pensar? ¿Hemos intentado cambiar nuestra relación con los pensamientos y no hemos podido?
Como ocurre con cualquier adicción, cuando intentamos dejarla y no podemos, es que no tenemos el control. Muchas veces usamos el pensamiento como evasión emocional, como quien bebe o va de compras para no sentir. Pensamos y pensamos para no tener que actuar o sentir.

Por ejemplo, alguien puede hablar de sus problemas de pareja durante años, pero si deja de hablar de ellos, tendrá que sentir el dolor real… y quizá tomar decisiones difíciles.
Pensamos como forma de evitar el presente. Y eso, más que una herramienta útil, puede convertirse en una adicción.

Si te ha interesado este artículo y te gustaría recibir más sobre estilo de vida saludable, únete al canal de WhatsApp de Cuerpomente.