En el mundo moderno, controlar las emociones es algo esencial. El estrés laboral, los continuos desafíos, los distractores constantes y una sociedad que evoluciona a un ritmo vertiginoso nos obliga a desarrollar una fuerte inteligencia emocional si queremos tener éxito y salud mental. Sin embargo, decirlo es más fácil que hacerlo. ¿Cuántas veces no te has sentido atrapada por sentimientos negativos siendo incapaz de gestionarlos?

Es aquí donde entra en escena el gran Mario Alonso Puig, autor de El camino del despertar, y uno de los más importantes divulgadores en materia de gestión emocional y felicidad. El experto nos da una nueva perspectiva para entender y manejar las emociones que promete ser muy efectiva. ¿Quieres intentarlo?

Anatomía de una emoción

Antes de entrar en detalles, debemos preguntarnos, ¿qué es una emoción? Las emociones son reacciones complejas que involucran tanto a nuestro cuerpo como a nuestra mente. Se producen en el sistema límbico del cerebro, específicamente en áreas como la amígdala, que se activa para responder a estímulos externos.

Esta activación desencadena una serie de respuestas físicas inmediatas. Por ejemplo, si te asustas, es natural que se te eleve el ritmo cardiaco o liberes adrenalina. Esta reacción física nos prepara para actuar.

A lo largo de la evolución, las emociones han sido clave para nuestra supervivencia.  Además, al ser seres pensantes, hemos conseguido desarrollar una versión más compleja aún de la emoción, que es el sentimiento. Es decir, interpretaciones conscientes y duraderas de las emociones.

Como dice Alonso Puig, solo “al cambiar la emoción, cambias el sentimiento”. Y esta es la clave tras todo lo que nos explica el experto.

Porque, quizá ya lo hayas adivinado, pero la emoción tiene dos fuentes principales que las sustenta: la reacción física y el pensamiento. Lo curioso de todo esto es que la ciencia ha demostrado que esta relación es bidireccional. Es decir, igual que puedes sentirte triste al pensar en cosas tristes, pueden sentirte alegre al pensar en cosas alegres. Y lo mismo sucede con el cuerpo. Si la ansiedad acelera la respiración, calmar la respiración reduce la ansiedad.

Cambia el pensamiento

Asumiendo esta capacidad que tenemos de cambiar nuestras emociones actuando sobre sus dos fuentes principales, lo que Alonso Puig nos recomienda hacer en primer lugar es actuar sobre lo que pensamos. “Lo primero que tengo que gestionar es lo que yo pienso”, explica el experto. “¿Qué estoy pensando que me hace sentir así?”

Una vez identificado el pensamiento automático, debemos cuestionar la validez de este pensamiento. Por ejemplo, imagina que de camino al trabajo te asalta un pensamiento intrusivo que dice, “me he dejado la puerta de casa abierta”. Este pensamiento generará automáticamente una respuesta emocional de alarma, miedo, preocupación o ansiedad.

 Tras identificarlo, lo que debes hacer es cuestionarlo. “¿Realmente me la he dejado abierta? Siempre la cierro antes de salir, y es poco probable que se me haya olvidado. Es probable que simplemente esté nerviosa y por eso estoy pensando esto”. Una vez hayas conseguido contradecir el pensamiento, pasamos al siguiente paso, que es reencuadrar la situación a una forma más neutral o positiva: “Seguro que la he cerrado. Y si no, puedo mandar un mensaje a mi vecina para que lo compruebe. No es necesario que me preocupe o angustie por esto”.

Luego llega la fase de la paciencia. Cambiar la forma de pensar no es inmediato, en especial con ejemplos más complejos. Podrías haber pensado “soy una fracasada”, en lugar de “me he dejado la puerta abierta”. Y este pensamiento, más complejo y relacionado con tu autoestima, seguramente se resista más.

En ese caso, no te preocupes. Porque si no consigues calmar tus pensamientos de forma racional, todavía nos queda un margen de actuación. Puedes controlar tu cuerpo.

Controla el cuerpo

Cuando los pensamientos quedan fuera de nuestro control, o no son suficiente para calmar la emoción, toca actuar sobre el cuerpo. “Tengo que utilizar mi cuerpo para cambiar mi sentimiento”, dice Alonso Puig en una de sus muchas entrevistas con medios especializados. “Por ejemplo, con la respiración”.

“Si empiezas a tener una respiración consciente”, añade el experto, “mucho más diafragmática, en ese momento cambia el mundo afectivo”. Esto sucede, explica el doctor, porque “baja el cortisol”. Este simple cambio puede hacer que te sientas mejor, que pienses que eres más capaz de todo.

Lo mismo sucede cuando hacemos ejercicio físico, practicamos ejercicios de respiración o damos paseos. Con estas acciones, le estamos diciendo a la mente que no sucede nada. Puede calmarse. No hay ningún peligro.