Hay palabras y palabras. Incluso, las hay cuyo significado y efecto depende mucho del contexto. No es lo mismo que un amigo, entre bromas, te diga “no seas tonto”, a que lo haga tu jefe mientras te echa la bronca. Lo que decimos tiene un impacto sobre los demás, y debemos hacernos responsables de ello.
Esto corre en dos sentidos. No debemos permitir, tampoco, que otros nos echen encima palabras que nos hagan sentir mal. Y según Marian Rojas Estapé, psiquiatra y autora de libros como Encuentra a tu persona vitamina, hay una que genera grandes picos de cortisol en nuestro cerebro. ¿Quieres saber cuál es? Te lo contamos.
Una frase que altera la química de nuestro cerebro
Seguro que, si te invitamos a pensar en frases o palabras que te alteren, se te vienen muchas opciones a la cabeza. Pero hay una en particular que te pondrá los pelos de punta. Es la famosa frase “tenemos que hablar”.
“La frase ‘tenemos que hablar’ sube mucho el pico de cortisol”, explica Rojas Estapé, “porque en general, no pinta bien”. Es probable que alguna vez te la hayan dicho, y si haces memoria, quizá el desenlace no fuera ideal. O puede que no fuera para tanto, y acabaras dándote cuenta de que habías exagerado. Pero lo que es seguro, es que, al escucharla, el corazón te empezó a latir a mil por horas.
Pero ¿por qué sucede esto? ¿Qué tiene esta frase que parece tan sencilla para hacer que sintamos que todo va mal?
El sesgo de negatividad en las relaciones
Psicólogos, psiquiatras y neurocientíficos han estudiado durante años lo que conocemos como sesgo de negatividad. Es la tendencia de la mente humana a fijarse en lo negativo. Estamos diseñados así para percibir posibles problemas y amenazas que pongan en riesgo nuestra supervivencia. En la prehistoria, cuando habitábamos las cavernas, este sesgo de negatividad supuso que nuestra especie perdurara. Ahora, en el presente, hace que cuando escuchemos frases como “tenemos que hablar” echemos a temblar.
![negatividad](data:image/svg+xml,%3Csvg xmlns="http://www.w3.org/2000/svg" viewBox="0 0 900 506"%3E%3C/svg%3E)
iStock
“El ser humano, de forma interna, siempre está pensando en mecanismos de supervivencia”, explica Rojas. Es por eso, afirma la psiquiatra, que cuando escuchamos este tipo de frases nos montamos una película sobre aquello que nos van a decir. Repasamos todo lo sucedido durante los últimos días, y buscamos razones o posibles desenlaces para esa conversación. En otras palabras, intentamos despejar la incertidumbre, que nos asusta y paraliza.
Al momento de escuchar estas palabras, dice Estapé, “haces todo un análisis retrospectivo de las últimas escenas, de lo que ha sucedido, y buscas sobrevivir a ello. Por eso piensas cosas que te ayuden a salir de ese momento malo”.
Una forma de comunicación más responsable
Todos tenemos la responsabilidad de intentar generar el menor mal posible a aquellos a los que queremos. Es esa famosa “responsabilidad afectiva” de la que no dejamos de hablar en redes sociales, y qué podemos practicar cambiando la forma en la que nos comunicamos.
![Dos amigas hablando serias](data:image/svg+xml,%3Csvg xmlns="http://www.w3.org/2000/svg" viewBox="0 0 900 600"%3E%3C/svg%3E)
ISTOCK
Teniendo en cuenta las palabras de la experta, entendemos que frases como “tenemos que hablar” activan la alarma emocional, porque son ambiguas y suelen asociarse a malas noticias. Es importante conocer su impacto, y buscar otras formas de empezar la conversación.
Las personas reaccionan menos al contenido del mensaje, y más a como se anuncia. Por eso es importante ser claros y proporcionar un contexto que reduzca la incertidumbre. Elegir cuándo y dónde hablar, también es crucial. Un mensaje importante en el contexto inadecuado puede ser percibido como amenazante.
Si necesitas encontrar un hueco para hablar con alguien, pero no quieres alarmarlo (independientemente de si vas a tocar temas delicados o no), prueba con otras fórmulas más amables, que reduzcan un poco la alarma.
- Me gustaría compartir algo contigo, ¿cuándo podríamos sentarnos tranquilos?
- Hay algo que me gustaría comentar contigo. No es urgente, pero para mí es importante. ¿Cuándo tendrías un momento?
- ¿Podemos tomarnos un rato para charlar?
Cualquiera de estas fórmulas podría servir. Pero lo más importante es que, si tienes el tiempo, le adelantes un poco a la persona en qué línea irá la conversación. Aclara que quieres charlar sobre algo que no urgente, o que sí lo es, pero que crees que podéis solucionar con una conversación. Lo importantes es reducir la incertidumbre al máximo e intentar responder en la medida de lo posible al otro para no hacerle sentir esa inmensa ansiedad.