Uno de los grandes debates del siglo XXI gira en torno a la eutanasia, aunque en realidad la diatriba es tan antigua como la muerte: ¿es mejor abandonar la vida bajo nuestros propios términos o hacerlo con el sufrimiento de una larga enfermedad? 

Más allá de los debates éticos y religiosos que pueda despertar este asunto, una cosa está clara, y así lo expresa el especialista en cuidados paliativos, el Dr. Xavier Busquet: “Quien pide la eutanasia, no pide elegir entre la vida o la muerte, pide elegir entre dos maneras de morir.”

La opinión del experto, cuya carrera profesional lo ha llevado a compartir largas horas junto a quienes esperan a lo inevitable en cuidados paliativos, puede abrirnos los ojos y sensibilizarnos ante una de las más delicadas decisiones que debe tomar un ser humano. “Es un acto de amor”, aseguraba Busquet en el programa Col.lapse de TV3.

Una decisión que va más allá de la vida

El dilema moral de la eutanasia es tan antiguo y complejo como la vida. ¿Debe prevalecer la autonomía del individuo sobre el valor de la vida?  ¿Es ético que los médicos participen en la eutanasia? ¿Podría haber presión sobre quienes toman esta decisión tan difícil? ¿Es compatible con los cuidados paliativos? Dejando de lado el complejo dilema espiritual, la eutanasia sigue planteándonos muchas preguntas. Pero en España, desde 2021, es una realidad.

Cualquier español que se enfrente a una enfermedad grave e incurable (o un padecimiento crónico e invalidante que cause un sufrimiento físico o psíquico insoportable) puede acogerse a la Ley Orgánica 3/2021 para solicitar la eutanasia.

Y son muchos los expertos de la comunidad médica que aseguran que el final de pacientes sentenciados por una enfermedad es mucho más amable gracias a ella (al margen de aquellos que continúan ateniéndose a la objeción de conciencia).  

Es el caso del Dr. Xavier Busquet, que nos invita a hacer una complicada reflexión. Quien se enfrenta a cuidados paliativos, dolores y una muerte segura, no elige entre la vida y el final cuando pide la eutanasia. Elige entre dos muertes: una más amable y breve (además de digna, en muchos casos), u otra que recorre una senda más larga, pero con mayor sufrimiento.

Esta decisión, que es personal y sobre la que nadie que no se encuentre en esa situación debería poder opinar, no debería ser juzgada como un acto de egoísmo. Al contrario, dice Busquet: la eutanasia puede ser un acto de profunda generosidad.

Un acto de generosidad

“La eutanasia es un acto de amor”, expresa el Dr. Busquet en la entrevista para la televisión autonómica catalana. “Es un acto de amor de quien muere, también es un acto de amor de la familia que deja marchar, porque también requiere valentía. Y es un acto de amor de mis compañeros de atención primaria”.

Con la eutanasia no solo llega el final de una vida, también acaba el sufrimiento. “Tienes delante a una persona que está en un sufrimiento tan grande…”, explica el experto en cuidados paliativos, “poder aliviarle, liberarle de ese sufrimiento, es una gran satisfacción”.

Estas palabras nos permiten ver un lado más íntimo de esta difícil realidad. Pese a los grandes avances de la medicina, la muerte sigue siendo inevitable, y en muchos casos seguimos enfrentándonos a enfermedades incurables y muy dolorosas, tanto a nivel físico como psíquico. Extender este sufrimiento de forma innecesaria no es una solución.

Tampoco lo es para las familias, que deben hacer frente a un duelo más largo y doloroso, haciendo frente a un cuidado intenso y prolongado que solo puede ofrecer el mismo final. Los especialistas que acompañan a estas personas también atraviesan su propio proceso, uno en el que aceptar que la medicina ya no puede hacer nada más es un golpe duro.

Todos estos vértices, que pasan desapercibidos en el debate teórico sobre la eutanasia, quedan al descubierto con las palabras del Dr. Busquet, y nos hacen pensar en este proceso como algo muy diferente. Como un auténtico acto de amor.

Los desafíos del sistema

El Dr.  Busquet también nos advierte que, en realidad, el proceso de la eutanasia no es tan rápido, ligero o sencillo como cabría imaginar. “Es un proceso que no es de un día para otro”, nos explica. “La ley te obliga, como mínimo, a un proceso de 45 días”.

Según lo recogido en la normativa, este proceso implica una primera solicitud escrita, seguida una segunda solicitud que debe entregarse 15 días después, ratificando la primera. También es obligatorio que un médico responsable revise que el paciente cumple los requisitos y consulte con otro médico independiente.

Para acabar, la Comisión de Garantía y Evaluación (organismo creado para la supervisión de la eutanasia) debe realizar un informe favorable. Por último, si se aprueba, el paciente puede decidir si la administración será por parte de un médico o mediante un fármaco autoadministrado.

Este largo periodo administrativo funciona también como garantía en el proceso de eutanasia. “Hablas con esa persona muchas veces”, explica Busquet, “y ves la fortaleza en su decisión. Porque quien elige la eutanasia, no está eligiendo entre la vida y la muerte, sino entre dos maneras de morir”.

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