La cuesta de enero llega a su fin y es hora de rendir cuentas. ¿Cuántos propósitos de año nuevo se han quedado ya por el camino? Todos los años vivimos lo mismo: nos fijamos objetivos poco realistas y, finalmente, los dejamos atrás, incapaces de mantenerlos en el tiempo. Pero, ¿por qué sucede esto? ¿Y cómo podemos arreglarlo?
La psicóloga Patricia Ramírez, más conocida en redes como Patri Psicóloga, apunta en una clara dirección: “En la medida que podamos”, explica en una entrevista para Endor Podcast, “en lugar de objetivos, vamos a tener filosofías de vida”. Este cambio, que puede transformar por completo la forma en la que nos relacionamos con aquello que deseamos, no es tan sencillo como parece. Pero merece la pena intentarlo. ¿Te animas a intentar este cambio de perspectiva?
Vivimos en un constante estado de insatisfacción
La sensación de insatisfacción vital es cada vez más común entre las personas. Basta echar un vistazo a las redes sociales, charlar con un conocido o mirar las estadísticas sobre salud mental. Cada vez sufrimos más ansiedad, y el consumo de antidepresivos no hace más que aumentar. ¿Por qué sucede esto?
Como sucede con otras muchas cosas en la vida, no hay una única respuesta. Pero una de las más repetidas por los expertos tiene que ver con la insatisfacción.
Ya lo decía Séneca en el siglo I d.C.: “No es pobre el que tiene poco, sino el que desea más”. El deseo, y su inevitable relación con la insatisfacción, era para los estoicos el gran enemigo de la felicidad.
En la actualidad, la psicología vuelve a apuntar en esta dirección. “Si nuestra satisfacción en la vida está en lo que conseguimos, estamos totalmente vendidos a un montón de variables que no dependen de nosotros”, explica Patri Psicóloga.
Escapar de esta trampa, sin embargo, no es tarea sencilla. Para Buda, el apego solo podía superarse por medio de la meditación. Para los estoicos, liberarse de la jaula de la insatisfacción pasaba por entrenar la mente para distinguir lo que controlamos de lo que no. La psicología moderna apunta hacia un punto intermedio en el que Patricia Fernández nos sitúa en su entrevista.
Lo que depende de mí
“Nuestro bienestar emocional”, continúa Fernández en la mencionada entrevista, “tiene que estar en qué tengo yo que construir, qué depende de mí, para avanzar en este objetivo que yo tengo”.
Distinguir lo que depende de nosotros de lo que no es crucial para poder alcanzar la satisfacción emocional. Si seguimos pensando que solo seremos felices cuando otros nos acepten, cuando las circunstancias sean idóneas o cuando los factores externos se pongan a nuestro favor, nos condenamos a una felicidad efímera y volátil.
Aunque lo cierto es que no resulta sencillo hacerlo, el simple hecho de proponernos un cambio de perspectiva puede ser clave para nuestro desarrollo. Sin embargo, la experta nos asegura que hay un paso más que puede ayudarnos a consolidar nuestra satisfacción emocional.
Filosofía de vida mejor que objetivos
La palabra “objetivo” tiene en sí misma cierto componente ansioso. En cuanto lo escuchamos pensamos en esfuerzo, sacrificio, constancia… Y por desgracia, en muchos factores que no dependen de nosotros. Puedes proponerte ascender en el trabajo, pero lo cierto es que no depende de ti conseguirlo. Al menos, no del todo.
Lo mismo sucede con otros cientos de objetivos que solemos repetir cada año al iniciar la cuenta el 1 de enero: bajar de peso, ir todos los días al gimnasio, dejar de fumar, leer más, meditar… Todo queremos hacerlo ya, de inmediato y con un éxito sobrecogedor. Y de esta forma, los objetivos dejan de ser impulsos hacia la felicidad, y se convierten en pesadas cargas a nuestras espaldas.
Patricia Fernández nos sugiere un pequeño cambio de perspectiva: “en lugar de objetivos, vamos a tener filosofías de vida”.
¿En qué se diferencian estos dos conceptos? La psicóloga lo explica con un ejemplo sencillo: “El objetivo no es ponerme fuerte en el gimnasio o perder peso. La filosofía de vida es llevar una vida activa que cuide de mi salud física y de mi salud mental a través de la actividad física”.
Con este enfoque, conseguimos centrar la atención en lo esencial, nuestra felicidad y salud (tanto física como mental) y eliminamos el concepto de “meta” u “objetivo”. Ir un día a la semana al gimnasio o salir a dar un paso es suficiente para vivir de acuerdo con tu nueva filosofía de vida. Quita la presión del objetivo, y lo transforma en una forma de autocuidado.
“Con eso es difícil que falle”, asegura Fernández. En cambio, si seguimos anclados en el objetivo, “es más fácil fallar, porque no siempre voy a tener el peso que yo quiera o a estar lo fuerte que yo quiera”, explica la psicóloga. Y es que, cuando hablamos de objetivos, otros factores ajenos a nuestro control entran en juego. En este caso, “el deterioro de hacernos mayores a veces hace que perdamos masa muscular por más que entrenemos”, concluye la psicóloga.
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