El pasado 2024, se cumplieron 300 años del nacimiento de uno de los filósofos más relevantes del siglo XVIII y de la historia de la humanidad: Immanuel Kant. Nacido en una pequeña ciudad de Prusia oriental (de la que no se movió nunca), el filósofo postuló alguna de las ideas en las que se fundamenta la sociedad moderna.

Por ejemplo, su ensayo La paz perpetua y su idea de que la acción política debe guiarse siempre por una ley moral, fue la base para la Sociedad de las Naciones, precursora de Naciones Unidas.

En este presente acelerado, individualista, polarizado y que parece olvidar el pasado, las ideas de Kant son más necesarias que nunca. Sus afirmaciones pueden ayudarnos a desarrollar el pensamiento críticoy corregir algunos de los errores más peligrosos que estamos cometiendo como sociedad.

Actuar con respecto y responsabilidad

Son muchos los expertos que denuncian que la responsabilidad personal y el respeto por el otro están en crisis. Las razones son múltiples. El uso de las redes sociales ha afectado negativamente a nuestra empatía y los nuevos modelos de crianza tienden a la sobreprotección. Y al sumarse a estos componentes la crisis de atención que nos amenaza, es fácil comprender por qué cada vez nos cuesta más hacernos cargo de nuestra propia felicidad y la forma en la que influimos en la de los demás.

En este sentido, el famoso imperativo categórico de Kant puede funcionar como un bálsamo. Este principio moral nos invita a actuar de acuerdo con las máximas que puedan ser universalizadas sin contradicción. O, en palabras del filósofo, debes obrar “de manera que la máxima de tu voluntad pueda ser considerada como principio de la legislación general”.

En nuestro contexto social, esta máxima nos recuerda que debemos tratar con respecto y dignidad a todos, incluso cuando nuestras opiniones difieran profundamente. El diálogo respetuoso y la disposición a escuchar otras perspectivas son esenciales para superar las barreras que nos dividen.

Autonomía en el pensamiento

Otra de las crisis que amenazan a nuestra sociedad es el descenso alarmante en la capacidad del pensamiento crítico. Algunos expertos lo achacan a un sistema educativo deficiente, otros apuntan que las mismas redes sociales y pantallas han reducido nuestra capacidad de reflexión, algo esencial para desarrollar una mente crítica y racional.

Conviene recordar, por este motivo, que para Kant la libertad y la autonomía consisten en disponer de la capacidad de pensar de manera independiente y libre de influencias externas. Una de sus más controvertidas ideas era la que decía que debíamos librarnos de cualquier mandato externo, incluidos los mandatos de Dios.

Esta capacidad de pensar con autonomía es esencial en nuestro contexto. En este mundo en el que las personas se ven fácilmente atrapada en burbujas de información que refuerzan sus creencias sin cuestionarlas, el pensamiento crítico es la única salvación.

La razón pública

Kant defendía, además, el uso público de la razón. Para el filósofo, el debate y la reflexión colectiva debían ser guiadas por la búsqueda de la verdad, algo esencial para evitar la manipulación emocional a la que nos vemos expuestos por medios, marcas y políticos.  

El pensamiento crítico, por tanto, es un acto de emancipación en el que las personas se deshacen de las narrativas simplistas y buscan una comprensión más profunda de los problemas. Recuperar (o instaurar) un sistema de educación crítica es clave para formar a una ciudadanía capaz de discernir la verdad en medio de un mar de información contradictoria, y es nuestra obligación como sociedad exigirla en las aulas y ofrecerla en el hogar.

Para acabar con este asunto, Kant subrayó que el pensamiento crítico es algo más que una habilidad intelectual, es un deber moral. Vivir de acuerdo con principios universales, como la justicia o el respecto, implica cuestionar nuestras creencias, evaluar argumentos y considerar las consecuencias de nuestras acciones.

En una sociedad polarizada, este ejercicio continuo de reflexión y autocrítica se convierte en un compromiso ético para superar las divisiones y trabajar hacia un bien común.

La cooperación como camino

Para acabar, no debemos olvidar que Kant fue una de las grandes mentes que se posicionó en contra de la guerra, el colonialismo y el imperialismo. En nuestro contexto actual, convulso y amenazado por la sombra de la guerra, recordar sus palabras es más importante que nunca.

Kant abogó por una comunidad internacional basada en la cooperación y el respeto mutuo. En un mundo como el nuestro, sus ideas deberían aplicarse al ámbito de la política. En lugar de fomentar el antagonismo, debemos trabajar para reconocer la humanidad que compartimos y promover soluciones cooperativas a los problemas sociales. La verdadera paz, según el filósofo, solo puede alcanzarse cuando todas las partes están dispuestas a dialogar de manera equitativa y buscar un beneficio común.

Y em un sentido mucho más personal e individual, conviene recordar siempre una de las citas más famosas de Kant: “Lo que no quieras que te hagan a ti, no se lo hagas a nadie más”.

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