La felicidad, ese anhelo universal que todos perseguimos, a menudo parece una meta inalcanzable, una promesa que se desvanece entre las exigencias del día a día. Pero ¿y si no fuera un destino, sino una actividad que cultivamos con cada decisión que tomamos? Para explorar esta idea, hablamos con el filósofo, pedagogo y escritor José Antonio Marina, una de las figuras más reconocidas en el ámbito del pensamiento contemporáneo en España.
Su trabajo, centrado en comprender el funcionamiento de la inteligencia, las emociones y el comportamiento humano, ofrece una perspectiva clara y práctica sobre cómo alcanzar una vida plena. En esta entrevista para Cuerpomente, Marina comparte su visión sobre los tres grandes deseos que guían nuestra búsqueda de la felicidad: el bienestar, las relaciones significativas y el sentido de propósito. Si alguna vez te has preguntado cuál es el verdadero secreto de la felicidad, tienes que seguir leyendo.
El secreto de la felicidad
- ¿Cuál es la clave para tener una vida plena?
- Creo que alcanzar una vida plena tiene que ver con satisfacer tres grandes deseos que todos tenemos. En primer lugar, una vida cómoda, agradable, sin sobresaltos, con momentos para disfrutar y, por supuesto, con buena salud.
En segundo lugar, unas relaciones afectivas significativas, intensas y estimulantes, que nos proporcionen cuidado y reconocimiento.
Y, en tercer lugar, sentir que nuestra vida tiene un propósito, que progresamos, que lo que hacemos cada día tiene sentido y aporta algo. Estos tres deseos a veces interfieren entre sí, pero juntos constituyen lo que llamamos plenitud humana, que es el camino hacia la felicidad.
- ¿La felicidad es un estado que se puede mantener a largo plazo o es algo más efímero?
- No, la felicidad no es un estado. Aristóteles ya lo dijo: la felicidad no es un estado, la felicidad es una actividad. La sentimos cuando estamos inmersos en una actividad significativa que satisface nuestros deseos esenciales. Cuando no lo estamos haciendo, no la sentimos.
Lo importante al hablar de felicidad es que tenemos que distinguir entre dos tipos de felicidad. Una, que es la que está de moda, y eso es un peligro, es la felicidad subjetiva. La felicidad subjetiva es un estado sentimental, intenso y agradable, en el que no echo nada necesariamente en falta, y que me gustaría que durara pata siempre.
Pero hay otra felicidad, la felicidad objetiva. Y no es un estado afectivo, es una situación objetiva. Una situación en la que me siento protegido en mi búsqueda de felicidad, me siento seguro, me siento acompañado, me siento protegido por los derechos, me siento dentro de un sistema de colaboración. Y esa sí es una situación que podemos mantener siempre. Es lo que supone vivir en una sociedad justa.
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En esta sociedad en la que todos queremos vivir y en la que esto se puede mantener, podemos intentar cada uno de nosotros buscar nuestra felicidad privada, que está sometida a muchas inferencias y precariedades.
Por lo tanto, tenemos que desarrollar la sabiduría para hacerlo de la mejor manera posible con los medios que tenemos. Y ahí, si podemos tener una actividad con la que podemos satisfacer esos tres grandes deseos, podemos decir que estamos siendo felices.
- ¿Cuál sería entonces el gran enemigo de la felicidad en el mundo moderno?
- Es grave que al hablar de felicidad estemos hablando solamente de felicidad subjetiva, y además como de algo que se puede buscar directamente. Nadie puede levantarse por la mañana y decir "hoy voy a ser feliz". No, lo que tiene que buscar es aquel tipo de actividad que tenga como resultado, pero no como fin, alcanzar ese estado.
Los niños, por ejemplo, lo tienen muy sencillo. ¿Cuál es su modo de conseguir la felicidad? Jugar. Es una actividad que tiene todas las características para provocar la felicidad subjetiva: es agradable, mientras estás jugando no echas en falta nada y a los niños les encantaría estar jugando siempre. Para un adulto puede estar en una buena conversación, en otro tipo de actividad. Eso es lo que hay que buscar, la actividad, no la felicidad.
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La búsqueda obsesiva de la felicidad está bien para un anuncio de Coca-Cola, pero no para un proyecto vital. Es un fin, sin duda último, y a los fines últimos se llega por medio de fines intermedios.
Sucede lo mismo con la salud, no puedo salir a buscar la salud. Puedo alcanzarla por medio de actividades intermedias, comer bien, hacer ejercicio. Con la felicidad es igual, se consigue a través de actividades intermedias que son las que tengo que cuidar y con aquellas para las que tengo que estar preparado.
Para hacerlo, tengo que eliminar algunos obstáculos, como el miedo, el aburrimiento, la desconfianza, la insensibilidad. Todas esas cosas me impiden ser feliz. También la falta de proyectos, la falta de entusiasmos, esas cosas que me impiden realizar actividades cuya consecuencia final sea la felicidad.
Los largos años de la vida
- Cada vez vivimos más años, y es importante que aprendamos a aprovechar ese tiempo extra que tenemos de forma satisfactoria. ¿Cómo podemos hacerlo?
- Debemos entender que la inteligencia cambia a lo largo del tiempo y, con ella, el talento. El talento es el buen uso de la inteligencia.
Hay una inteligencia infantil, que no significa pensar como un adulto, sino aprovechar al máximo la capacidad que se tiene en esa etapa. Después, en la adolescencia, la inteligencia es distinta, y el reto es usarla adecuadamente para resolver los problemas propios de esa edad.
Lo mismo ocurre en la vida adulta y, especialmente, en la vejez. La inteligencia de una persona mayor también cambia, pero si está en buenas condiciones de salud, puede desarrollar un tipo de aprendizaje diferente, más pausado y reflexivo. Por eso es necesario tener una pedagogía específica para los ancianos, igual que la hay para los niños.
A menudo, se cae en la trampa de pensar que la ancianidad es sinónimo de dependencia y cuidados, pero las personas mayores también pueden cuidar y aportar a los demás. Es cierto que algunos ancianos tienden al egoísmo, quizás por miedo o por sentirse excluidos socialmente. Sin embargo, deben esforzarse por mantener sus relaciones y estar pendientes de su entorno. Esto requiere dedicación y trabajo, pero es fundamental para una vejez satisfactoria.
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En España, a menudo falta la cultura del hobby. Muchas personas dedican su vida al trabajo y, al jubilarse, se encuentran sin proyectos ni intereses. En otros países, como Reino Unido, es habitual que la gente tenga aficiones que mantienen durante toda su vida.
Por eso, allí es común escuchar a alguien decir que está deseando jubilarse para poder dedicarse más a su hobby de jardinería, pesca o aeromodelismo. En cambio, aquí es frecuente que, al dejar de trabajar, las personas no sepan qué hacer con su tiempo libre.
Por eso, es importante fomentar una cultura de las aficiones, de los proyectos personales, de no perder nunca la capacidad de hacer planes. Claro que no se pueden hacer proyectos a largo plazo, pero sí a corto o medio plazo. Tampoco podemos perder la idea de progresar, que es uno de los grandes deseos.
Quizá no podamos progresar en correr los 100 metros lisos con 80 años, pero sí de, por ejemplo, subir las escaleras sin bastón si antes no se podía. En definitiva, debemos entender que en la tercera edad también se puede aprender, avanzar y tener una vida llena de lucidez y proyectos, siempre que se tenga la actitud adecuada.
Lecturas recomendadas
- Si tuviéramos que señalar una especie de botiquín de emergencia filosófico para una persona que se siente perdida ¿Qué libros deberíamos incluir?
-Bueno, lo que sucede es que yo tengo una visión muy científica de la filosofía, y no creo que la filosofía sea un libro de autoayuda. Hay quien piensa que los filósofos deben enseñar a vivir, pero yo no comparto esa idea. La filosofía es una ciencia, y, por tanto, entra dentro de la formación científica.
Sin embargo, existen corrientes psicológicas que abordan estas cuestiones de una manera científica, como la psicología positiva, que da todo un panorama de consejos importantes. Martin Seligman, por ejemplo, fue presidente de la Asociación Americana de Psicología y escribió obras que, basadas en investigaciones sólidas, ofrecen consejos útiles para afrontar las dificultades de la vida, que la filosofía no tiene por qué tratar, porque se mueve en un sistema de verificación científica muy refinado.
Bueno, estos libros tratan seriamente los mecanismos psicológicos de la naturaleza humana, de los obstáculos que tenemos, pero también de las fortalezas y de los recursos que tenemos para enfrentarnos a las diferentes circunstancias de la vida.
Hay también un libro que titula Con el amor no basta, de Aaron T. Beck, que, aunque tiene un título horrible, es una obra de gran perspicacia y sabiduría psicológica.
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