Imagina que entras en una habitación en la que hay otra persona. No te ha dicho una sola palabra, pero de forma instintiva sabes que está triste. Es un acto inconsciente, y sin darte cuenta tu estado de ánimo cambia, tu cuerpo responde. Puede que recuerdes también alguna noche de Luna Llena en la que, sin explicación aparente, te costó más dormir. ¿Coincidencia? La ciencia nos dice que no. Somos mucho más que individuos aislados: somos holobiontes, seres interconectados que vibran al unísono con su entorno.
Nazareth Castellanos, neurocientífica especializada en neurociencia aplicada a la meditación, lo explica con una frase que lo resume todo: “Somos holobiontes maravillosos, nos influye desde el intestino hasta la luna, y ahora se sabe que hay una inmensa sincronización entre los seres”. Pero ¿qué significa realmente esto? ¿Qué implica para nuestra vida cotidiana comprendernos como una suma de vidas interdependientes?
¿Qué significa ser un holobionte?
Si alguien te lo dijera por la calle, quizá respondieras “tú, por si acaso”. Pero tranquila, holobionte no es ningún insulto. En realidad, es un término acuñado por la bióloga estadounidense Lynn Margulis, cuyos estudios revolucionaron la teoría de la evolución al proponer que los organismos no evolucionan de manera individual, sino en colaboración con otros.
La palabra proviene del griego holo (como en holograma, significa totalidad) y bionte (vida), y describe a los seres vivos como comunidades biológicas, una especie de ecosistema en miniatura que incluye microorganismo, órganos y hasta influencias externas.
Esta perspectiva desmonta la idea de que somos entidades independientes. Nuestro intestino, nuestra postura corporal, el estado del corazón e incluso fenómenos naturales, como las fases lunares, influyen en nuestra biología, en nuestros pensamientos y en nuestras emociones. Somos, literalmente, la interacción de múltiples vidas que cohabitan en un solo cuerpo.
La influencia invisible en nuestra vida diaria
Nazareth Castellanos lo explica con su característico entusiasmo: “Ese concepto del individuo, de yo soy yo y mi mente”, explica la experta, está en crisis. “Influye el intestino, influye el corazón, influye la respiración, influye la postura corporal, influye la luna y ahora se sabe que hay una inmensa sincronización o comunicación fisiológica entre los seres”. Su mensaje es claro: no somos una isla. La ciencia ha demostrado que nuestras emociones y estados internos no se generan en el vacío, sino en la interacción constante con lo que nos rodea.
Por ejemplo, se ha observado que el ritmo cardíaco de dos personas en una conversación sincera tiende a sincronizarse. Algo parecido ocurre con la respiración en momentos de conexión emocional. Incluso, la microbiota intestinal puede influir en nuestro estado de ánimo al influir directamente con el cerebro a través del eje intestino-cerebro.
La sincronización entre seres: una conexión que trasciende lo visible
Hay un asunto sobre el que hace hincapié Castellanos, un fenómeno que va más allá de las relaciones humanas, y es la sincronización fisiológica. Estudios recientes han encontrado que las plantas, los animales e incluso los fenómenos astronómicos tienen una conexión sutil pero medible con nuestra biología. La luna, por ejemplo, afecta las mareas, pero también al sueño de muchas personas. Y los ritmos circadianos, esas oscilaciones internas que regulan nuestros ciclos de sueño y vigilia, responden a la luz solar y a las estaciones.
Esta interdependencia se extiende hasta el plano social. Cuando estamos en un grupo, nuestras neuronas espejo activan patrones que reflejan las emociones y comportamientos de quienes nos rodean. Por eso, el mal humor o la alegría de una persona puede propagarse con rapidez en el entorno laboral o familiar.
El holobionte en la vida cotidiana
Comprender que somos holobiontes nos invita a cuidarnos desde una perspectiva mucho más amplia. Pero de nada nos sirve comprender esto si no lo llevamos a la práctica. Aquí tienes algunas ideas con las que puedes aplicar este conocimiento en tu día a día.
- Cuida de tu microbiota intestinal. Una alimentación rica en fibra y probióticos beneficia tu bienestar mental y emocional, gracias a su comunicación directa con el cerebro.
- Presta atención a tu postura y respiración. La posición corporal y la respiración influyen en tu estado anímico, así que incorpora ejercicios de respiración consciente y mantén una postura abierta y erguida.
- Rodéate de personas que te nutran emocionalmente. La sincronización emocional es un hecho, por lo que pasar tiempo con personas que te transmitan calma y positividad puede ayudarte a mantener un equilibrio interno.
- Reconecta con los ritmos naturales. Aprovecha la luz natural, en especial por la mañana, y observa como tu cuerpo responde a los ciclos lunares o estacionales.
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