A menudo nos vemos atrapados en un ciclo de pensamientos negativos a cerca de los errores cometidos, sin darnos cuenta de que cada uno de ellos puede ser una puerta hacia algo mejor. La filosofía japonesa del hansei nos enseña a darle la vuelta a esos tropiezos.

¿Te imaginas poder revisar tus días con la calma suficiente para reconocer lo que salió mal, pero también para vislumbrar como esto te puede ayudar a mejorar? Esto es, exactamente, lo que nos propone el hansei. Realizar una reflexión consciente y sin excusas para crecer.

¿Qué es el hansei?

El hansei es uno de los conceptos centrales de la cultura japonesa, que podría traducirse como “autoexamen” o “reflexión profunda”. Es una forma de autorreflexión que va mucho más allá de lo superficial, y que nos invita a realizar un proceso profundo de introspección. Se trata de reconocer tanto los aciertos como los errores, pero siempre con el objetivo de mejorar.

Esta práctica no solo es clave en la vida personal, sino que ha jugado un papel muy importante en el éxito de empresas como Toyota, que lo implementa en su metodología de mejora continua.

A nivel personal, esta filosofía de vida nos ayuda a detenernos tras cualquier error, a observar con humildad y, lo más importante, a identificar maneras concretas de mejorar sin excusas ni culpas. ¿El resultado? Un proceso de mejora continua que te permite transformar tu vida aprendiendo de los errores.

¿Cómo practicar el hansei en tu día a día?

Si quieres crecer como persona y aprender a ser feliz, aceptando y perdonando tus errores, haz del hansei una práctica diaria. Hacerlo no es sencillo, requiere compromiso, honestidad y constancia. Pero si te animas a intentarlo, puedes empezar siguiendo estos pasos:

Reflexiona sin excusas

El primer paso del hansei es mirar hacia atrás de manera objetiva. La clave es no justificar nuestros errores ni buscar culpables externos. Debes asumir plena responsabilidad de tus acciones, que no culpa.

No debes tomarte este autoexamen como un castigo, sino como una oportunidad para aprender. En las empresas japonesas, por ejemplo, se organizan reuniones específicamente para este tipo de reflexión después de cada proyecto, incluso si ha sido un éxito absoluto.

Ponte objetivos de mejora

Una vez identificados los problemas o errores cometidos, empieza la verdadera magia: establecer un plan de mejora. Este paso implica identificar las áreas en las que te gustaría crecer, y establecer metas concretas de crecimiento.

Por ejemplo, si crees que una discusión con una amiga tuvo origen en una mala escucha activa, podrías proponerte mejorar esta habilidad por medio de pasos prácticos. Puedes probar a guardar tres segundos antes de contestar en una conversación o hacer preguntas interesantes sobre aquello que te dicen los demás.

Busca feedback externo

En el hansei, la retroalimentación, el famoso feedback, es clave para mejorar. Aceptar críticas constructivas de otras personas te permitirá avanzar a pasos agigantados. A veces, nuestras percepciones pueden estar sesgadas, por lo que es esencial escuchar a quienes nos rodean para obtener una visión más objetiva de cada problema potencial.

Apunta lo que has aprendido

Para acabar, llevar un diario con reflexiones sobre lo que vas aprendiendo puede ser muy útil para practicar el hansei de forma diaria.  Tomar nota de los errores, los progresos y las metas futuras te permitirá hacer un seguimiento de tu evolución y ver claramente cuánto has crecido.

El impacto del hansei sobre la felicidad

La práctica del hansei no solo tiene un impacto increíble en el crecimiento personal y la mejora continua, sino que también está directamente vinculada con el bienestar emocional y la felicidad. Cuando nos tomamos el tiempo para reflexionar de manera consciente sobre nuestras acciones, nos volvemos más responsables, conscientes de nuestras decisiones y cultivamos una sensación de control sobre nuestras propias vidas.

Además, el hansei nos permite adquirir resiliencia. Al practicar la autorreflexión de forma constante y consciente, aprendemos a ver los desafíos y fracasos como oportunidades para aprender, en lugar de como derrotas o cosas que nos frenan.

Esta capacidad de darle la vuelta a las dificultades es, sin duda, una de las claves para una vida más plena y satisfactoria.