Decía Benjamin Franklin que "La felicidad humana no se suele lograr con grandes golpes de suerte, que pueden ocurrir pocas veces, sino con pequeñas cosas que ocurren todos los días." Cuidar de esas pequeñas cosas es la clave de la excelencia cotidiana.

Relacionamos la excelencia con la carrera profesional, con la productividad y los logros. Sin embargo, la vida cotidiana merece el mismo cariño, aunque muchas personas destacadas en su campo desatienden la vida familiar o el cuidado de su propia salud.

En el documental "The Wisdom of Trauma", Gabor Maté reconoce, delante de su esposa, que su trabajo en el hospital llegó a absorberle tanto que llegaba a casa agotado y no trataba bien a su familia. Darse cuenta de ello le permitió reaccionar y llevar una parte de ese amor y entrega a los suyos.

Hay que celebrar cada gesto cotidiano

La excelencia cotidiana empieza honrando, por la mañana, el nuevo día. Celebrar el aseo y cuidar del desayuno como si sirvieras a la realeza. Hacer las cosas bien y con tiempo suficiente, incluyendo los trayectos al trabajo y de regreso a casa. Convertir el ocio en una cita memorable, con los demás o contigo mismo, llenando tus horas y minutos de valor, en lugar de matar el tiempo. Escuchar sin criticar. Cuidar de lo tuyo y de los tuyos. Acostarte al final del día con la sensación de que, también esta jornada, ha sido un buen capítulo del libro de la vida.

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Al ser preguntado por su secreto para la felicidad cotidiana, el actor respondió lo siguiente: «Mi fórmula para la vida es muy simple: me levanto por la mañana y me acuesto por la noche; entre medio, trato de ocuparme lo mejor que puedo

En un documental sobre el monasterio de Montserrat que pude ver en primicia, se entrevistaba a los monjes sobre la organización de su tiempo. Esta orden sigue una vida pautada según la Regla de San Benito, que tiene casi 1500 años de antigüedad.

Los monjes se levantan al amanecer, rezan juntos, toman sus comidas y realizan las labores que les son asignadas. También tienen un par de horas libres para actividades de su elección.

Ajenos a las urgencias y las prisas de la civilización, podríamos pensar que estos religiosos disponen de todo el tiempo del mundo; sin embargo, uno de ellos expresaba su preocupación por cuidar de cada hora y cada minuto, poniendo conciencia a lo que se está haciendo y por qué se está haciendo. 

De no ser así, confesaba el monje, corremos el riesgo de perder el tiempo.

No pierdas el tiempo organizando la vida

Para que eso no suceda, la excelencia cotidiana está en el hacer, y no en el programar. Hay muchas personas obsesionadas en gestionar el tiempo de forma productiva, lo cual solo las lleva a estresarse más. 

Como decía Séneca hace dos milenios: «Hay quienes gastan la vida en organizar la vida.»

En lugar de leer sesudos tratados sobre cómo organizarnos, hay una ley empresarial que nos puede servir de guía para todo lo que hagamos: "Debes elegir si vendes por cantidad o por calidad". Cuantas menos cosas hagas, también en tu vida cotidiana, mejor hechas estarán.

De los monjes podemos aprender a hacer una cosa detrás de otra, siempre con mimo y dedicación. De las marcas de lujo, que la escasez crea valor. ¿Y qué hay más valioso que la vida? ¿Hay mayor lujo que hacer un buen uso de nuestro tiempo?

Si recordamos eso cada día, podremos hacer de la existencia un arte.

Excelencia cotidiana es poner conciencia a las pequeñas cosas, porque como decía Robert Brault, tal vez un día mires atrás y te des cuenta de que eran las grandes.

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