“Estar enamorado es sentir atracción, tener curiosidad de saber más de la otra persona, descubrir su intimidad”, dice Enrique Rojas, uno de los grandes expertos en psiquiatría de nuestro país. Y es que, durante generaciones, el ser humano se ha preguntado, ¿qué hace que el amor perdure? La respuesta del experto quizá te sorprenda, porque asegura que “el amor que mejor funciona es aquel que tiene tres notas: corazón, cabeza y cultura afectiva”.
Tras estos tres intrigantes ingredientes se encuentra toda una teoría sobre cómo funciona el amor. Cada una de ellas es un pilar fundamental que puede transformar una relación, llevándola más allá de las expectativas románticas y situándola en un terreno en el que ambas personas se sientan plenas y en constante crecimiento. ¿Te atreves a comprobar si cumples con todas ellas en tu pareja? Vamos a explorar cada uno de los ingredientes que componen la fórmula secreta del amor duradero.
Corazón: el amor como un sentimiento profundo
El primer ingrediente de Rojas es el corazón. Para el experto, esta nota no se refiere únicamente a las emociones románticas, sino a esa conexión genuina que nace entre dos personas. Nos explica, en una de sus muchas publicaciones en redes sociales, que el amor empieza como un sentimiento, “pero no se agota ahí”. Es un primer paso, un hilo que une a dos personas, pero que necesita ser reforzado con otros elementos para resistir el paso del tiempo.
El “corazón” en una relación se refleja en la capacidad de empatizar, de estar presente para el otro en los momentos (sean bueno o malos), de compartir lo mejor y lo peor de cada uno. Este ingrediente impulsa los pequeños gestos cotidianos, que alimentan la conexión emocional: desde un mensaje de buenos días hasta el acto de escuchar atentamente al otro.
Sin embargo, confiar únicamente en el corazón puede hacer que las relaciones se basen en emociones fluctuantes, dejándolas vulnerables a los altibajos de la vida. Por eso, Rojas insiste en que este sentimiento debe complementarse con otros de los pilares del amor, para que este no se agote en impulsos pasajeros.
Cabeza: la inteligencia emociona en las relaciones
“El patrimonio afectivo no puede dejarse al azar o a los vientos que van y vienen”, asegura Rojas. En este punto, entra en juego la “cabeza”, el segundo ingrediente esencial que el experto asegura que garantizan que una relación funcione. Este pilar se fundamenta en la inteligencia emocional, la capacidad de reflexionar sobre las propias emociones y de gestionar los desafíos de la convivencia en pareja.
Pero no debemos confundirnos. La razón en el amor no es sinónimo de frialdad, sino de un compromiso consciente con la relación. Implica tomar decisiones meditadas, resolver conflictos desde la comprensión y establecer metas conjuntas que fortalezcan el vínculo.
La cabeza, en este sentido, actúa como una brújula que guía la relación hacia un terreno másestable, ayudando a las parejas a superar impulsos destructivos o decisiones precipitadas.
Un ejemplo claro de este equilibrio es aprender a discutir sin dañar la relación. En lugar de centrarse en “ganar” una discusión, las parejas que gozan de este valioso ingrediente priorizar, encontrar soluciones, conocerse mejor y fortalecer la conexión. Las parejas que razonan juntas crecen juntas.
Cultura afectiva: amar con propósito
Para acabar, Enrique Rojas introduce un concepto menos conocido, pero crucial en el campo de las relaciones: la cultura afectiva. Este tercer ingrediente hace que el amor deje de ser una experiencia meramente pasional, para convertirse en una relación de verdadero crecimiento.
No basta con amor, es necesario hacerlo de forma que “ambas partes vean mejorada su vida”. Es decir, de manera que transforme y mejore la vida de ambas partes. El amor, por tanto, debe ser un espacio en el que dos personas encuentren apoyo mutuo para avanzar y superar sus propias limitaciones.
La cultura afectiva solo puede construirse desde el respeto, la admiración y el propósito compartido. Una pareja con cultura afectiva no solo se preocupa por satisfacer sus deseos individuales, sino que también lucha por contribuir el bienestar del otro. Esto puede manifestarse a través de actos tan simples como celebrar los logros del otro, o acompañarlo en momentos de incertidumbre.
Además, esta forma de amar requiere compromiso y esfuerzo. Y es que el amor no es estático. Necesita ser alimentado con tiempo de calidad, aprendizaje mutuo y metas comunes. Aprender cosas nuevas, hacer deporte juntos, mantenerse conectados y fomentar el crecimiento personal del otro es esencial para poder crecer como pareja.