Llegamos al mundo con una familia biológica, pero hay otro círculo que construimos de manera consciente a lo largo de la vida. Está formado por los amigos que elegimos como compañeros de viaje. Son nuestro círculo espiritual, nuestra red de protección.
En la isla japonesa de Okinawa y la península de Kagoshima existe una tradición llamada ‘moai’. Se trata de un grupo informal de personas con intereses comunes que se ayudan entre sí.
Los moai, cirulos espirituales de solidaridad
En nuestro libro Ikigai (editorial Urano), coescrito junto a Héctor García, hablábamos de esta institución, cuyo origen viene de los tiempos de carestía, cuando los campesinos se reunían y se ayudaban mutuamente si la cosecha no había ido bien ese año.
En el Japón actual, estos círculos de solidaridad siguen existiendo y se reúnen semanalmente para conversar, practicar juegos y celebrar cumpleaños, pero también para resolver problemas de cualquier miembro. Para ser miembro, hay que pagar una pequeña cantidad mensual y, cuando alguien del círculo tiene dificultades, se le ayuda con los ahorros del grupo.
Quien pertenece a un ‘moai’ sabe que cuenta con el apoyo del grupo y tiene la certeza de que no le dejarán caer. En el extremo opuesto están las personas que se sienten solas y olvidadas.
Al mismo tiempo, ser parte de un moai te hace responsable del bienestar y felicidad de los demás.
Esto da a la persona un propósito profundo. En el fondo, todo el mundo desea contribuir a la sociedad, ser importante para los demás.
«Trata a todos como si fueran tus hermanos, aunque sea la primera vez que los conoces», dice una bella expresión okinawense. Y no solo para cuidar de los demás. Al establecer relaciones fraternales, estamos favoreciendo nuestro bienestar mental y espiritual.
La solidaridad que deja huella
Casi todo el mundo ha visto alguna vez ¡Qué bello es vivir!, la película estrenada por Frank Capra en 1946, en la que un hombre que ha renunciado a todos sus sueños para servir a los otros decide suicidarse en Nochebuena. Estando a punto de saltar a un río helado, un ángel le muestra cómo habría sido la vida en su comunidad si él no hubiera existido.
Más allá del ego, la ayuda es un impulso profundamente humano. Queremos dejar una huella positiva el día que no estemos. Acerca de esto, hay una canción de la joven artista catalana Magalí Sare que, traducida al castellano, dice: «Venimos a este mundo para marcharnos / pero lo mejor que te puede pasar / es que rían cuando llegas / y que lloren cuando te vas».
Es un bello propósito; sin embargo, ¿qué sucede cuando una persona no tiene facilidad para crear vínculos? ¿Cómo puede empezar a construir su círculo espiritual?
¿Tienes un buen círculo espiritual?
Hay una forma de saber por qué alguien no tiene amigos mientras que otro goza de un amplio círculo: solo hay que observar qué hace una que la otra no hace. No es una cuestión de suerte, la calidad de nuestras amistades depende de forma directa de nuestra calidad como amigos. Algunas preguntas que nos pueden ayudar en esa indagación:
- Cuando alguien me cuenta un problema, ¿lo escucho con atención adecuada, sin interrumpirle o juzgarle? ¿Le hago luego preguntas sobre lo que me ha contado para profundizar juntos en lo que le preocupa?
- ¿Soy generoso con las personas sin pedir nada a cambio?
- ¿Mi tono vital suele ser amable y optimista o, por el contrario, acostumbro a criticar y quejarme?
- Si alguien me cuenta un proyecto o sueño, ¿le animo y empodero para que lo lleve a cabo? ¿O trato de que desista de su idea?
- ¿Me gusta organizar cosas divertidas o útiles para los demás?
Quien pueda contestar afirmativamente a la mayoría de estas preguntas será, sin duda, alguien muy apreciado. Lo podemos resumir en una sola frase: la llave de las buenas relaciones es hacer sentir bien a los demás.
Claves para crear un buen círculo espiritual
Sobre esto, el libro más influyente que se ha escrito sigue siendo el publicado por Dale Carnegie en 1936, Cómo ganar amigos e influir sobre las personas. Hijo de un granjero pobre, antes de ir a la escuela se levantaba a la tres de la madrugada para ordeñar a las vacas. Para ayudar a su familia, luego vendería cursos por correspondencia a rancheros y sería comercial de beicon, jabón y manteca.
La experiencia laboral le enseñó a Dale Carnegie la importancia de establecer buenas relaciones. Podemos resumir su método, que ocho décadas después se sigue editando, en tres puntos:
- Interésate genuinamente por los demás. En palabras de Carnegie, «para ser interesante, hay que interesarse». Hablar de uno mismo no procura a nadie popularidad, aunque la gente atienda por respeto. Es al motivar a otros a hablar de ellos mismos cuando la persona se gana su aprecio.
- No critiques, condenes o te quejes por cualquier cosa. Eso puede atraer la atención una vez, pero la gente suele huir de los perfiles negativos. Por este mismo motivo, hay que demostrar siempre respeto por las opiniones ajenas y no pisar la mina de decirle a alguien que está equivocado.
- Elogia los progresos ajenos. Dado que el deseo de toda persona es sentirse reconocida, si la hacemos sentir importante con nuestros comentarios –y, además, sentimos que es así– estaremos cosechando su estima.
Estas claves solo tienen sentido si hay un deseo genuino de conectarse con los demás y construir algo más grande que uno mismo.
Círculos espirituales de personas mayores
Los moai japoneses están siendo adaptados en Occidente, especialmente por grupos de personas mayores que quieren disfrutar del apoyo mutuo en los últimos años de su vida. En Europa y en América se están creando círculos de amigos que adquieren una propiedad para gestionar entre todos su día a día. Todo se decide de forma cooperativa para el bienestar del grupo, en lugar de convertirse en clientes de una institución externa. Esto otorga al círculo de personas mayores un sentimiento de control sobre su vida. Alguno de estos moai ha encontrado su lugar en un antiguo monasterio, otros eligen grupos de casas rurales para vivir en comunión con la naturaleza.
Estos proyectos han dejado de ser una utopía y los veremos aumentar en los próximos años. Como dijo Yoko Ono: «Un sueño que sueñas solo es solamente un sueño. Un sueño que soñamos juntos es ya una realidad».
Amigos, mejor pocos y muy buenos
«Quien tiene cincuenta amigos, tiene cincuenta dolores de cabeza». El aforismo señala una gran verdad. A más focos emocionales, menos claridad y profundidad. El empresario Jim Rohn hizo famosa la frase «eres el promedio de las cinco personas con las que pasas más tiempo». Nos acabamos pareciendo a quienes frecuentamos, así que es importante saber elegir.
Pero ¿qué es un amigo? El término se ha erosionado a causa de las redes sociales, donde basta un clic para convertirse en un «amigo» más entre cientos o miles de desconocidos. De hecho, etimológicamente amigo viene de amar, y solo podemos amar a quien conocemos de verdad.
Un círculo espiritual con propósito
Entre amigos, podemos crear nuestro propio moai a partir de un interés o propósito común: una pasión artística –cine, libros, exposiciones–, un proyecto altruista o una determinada visión del mundo. Juntos somos mucho más.
Las relaciones nutritivas son aquellas basadas en la libertad de dar y de recibir, buscando siempre un cierto equilibrio. Cuando el vínculo se traduce en exigencias, contrapartidas y reproches, entonces deviene tóxico. Benjamin Franklin decía que «un hermano puede no ser un amigo, pero un amigo siempre será un hermano». Con ello se refería a la generosidad y empatía natural que surge entre almas que deciden hermanarse.