El ser humano no está preparado para vivir una catástrofe de las dimensiones de la DANA de Valencia. Así que, por lo que sea y como sea que lo estés viviendo, está bien. Tu proceso de enfrentamiento es perfecto. Respetar lo que sientes, tus tiempos, tu naturaleza, incluso no compartir con los demás, es necesario para cultivar tu bienestar y calma en medio de la tormenta. No hay un manual estándar de cómo se tiene que vivir un momento difícil; tu forma de vivirlo es tuya, por tanto, válido para ti. Recuerda pedir ayuda como forma de autoamor y autocuidado.

Si eres una persona PAS, cuídate el doble

Se dice que un 30 % de la población es PAS –Personas Altamente Sensibles–, aunque siento que son muchas más. Es importante saber que si eres PAS, tu forma de vivir una situación así multiplica su intensidad, por tanto, sientes más miedo, más dolor, más compasión. En las PAS, por su muy alta empatía natural, se refleja el dolor colectivo con más intensidad, resuenan con el sufrimiento del otro y son más propensas al bloqueo emocional y el sufrimiento. Tenlo en cuenta en tu proceso. Comprenderte es amarte.

Habla mucho, háblalo todo

Hablar cura, callar mata. Dar voz a lo que sientes produce una liberación emocional que además de sanarte a ti, fortalece tus vínculos y te hace más resiliente. Lo que se calla, se queda bloqueado, dando lugar a traumas y, muchas veces, enfermedad. Por eso, en la medida que puedas, busca ese lugar seguro, esa persona que te escuche y te sostenga, y habla. En la medida que puedas, buscar ayuda terapéutica reduce la intensidad y la persistencia del dolor emocional y del estrés (postraumático en este caso), mejora la recurrencia de los pensamientos intrusivos y te ayuda a tener mayor bienestar emocional y percepción de control sobre tu vida, de nuevo; necesario para volver a construir y seguir adelante, con resiliencia.

Los niños también necesitan ser parte

Ojalá los niños no tuviesen nunca que vivir situaciones de catástrofe, pero cuando eso ocurre, tenemos que cuidar la forma en la que se relacionan con la vivencia. Antes se dejaba a los niños fuera de la realidad para protegerlos; ahora sabemos que los niños necesitan ser parte de la realidad para ayudarlos a entender y a colaborar. Ayudar en lo que puedan les da percepción de control sobre lo que pasa, algo muy necesario para reducir el trauma. Ser conscientes de su dolor, crear espacios para que se expresen y hablen de sus miedos y acompañarlos en su vivencia se hace necesario para reducir el impacto de la experiencia y forjar niños conscientes, responsables, maduros y resilientes. Cuidarlos sí, sobreprotegerlos no.

Confía, todo está bien

Cada vez tenemos más sufrimientos y no sabemos qué hacer con ellos, algo que me llevó a escribir mi libro Confía (Ed.Aguilar), como un refugio al que acudir para llenarnos de fuerza , que invita a abrazar la vida incluso en los momentos más oscuros. Recuerda lo esencial que es respetar tu naturaleza y tus procesos; respirar profundo; volver a ti; crear espacios de equilibro emocional; confíar en tu proceso y tus tiempos; apoyarte en las personas que quieres; hablar, abrazar, compartirlo todo; dejarte ayudar; confiar en el tiempo y en el orden natural de las cosas; quedarte contigo como forma de autoamor en cada fase del camino.

Si algo hemos aprendido con esta experiencia es que el ser humano puede ser verdaderamente humano, recordando valores como la generosidad, el amor, la cooperación, la ayuda, la entrega, el altruismo, la resonancia emocional, la compasión, y ese es el verdadero mensaje dentro de lo malo. Recuerda que por muy difícil que sea, nunca estamos solos. Confía en el tiempo, en los procesos, en las personas, y en ti. Mucha fuerza.

Acompañar en tiempos difíciles

Estas seis pequeñas herramientas pueden ayudar a sostener y a sostenernos ante la adversidad.

  • Respira profundo. Acompañar no es fácil, hay que hacerlo desde el amor, y también es necesario que te autorregules, y estés en disposición de sostener y acompañar a quien lo necesita. Las secuelas de una catástrofe llegan a todos, también a los  no afectados directamente.
  • Valida las emociones. Acompañar también es validar lo que el otro siente. Su mirada, sus sentimientos, sus miedos, su pérdida, decepción, tristeza… es solo suya, aunque a veces no logremos comprender su forma de vivirlo. Respetar su forma, es amar.  
  • Regala tu presencia. La mejor forma de ayudar es la presencia aquí y ahora. La mayoría de las veces no es necesario interferir, dar consejos, resolver la vida del otro; solo teniendo plena presencia ya estás ayudándole mucho a sostener su campo emocional.
  • Acompaña sin invadir. Sostén sin invadir, pero abraza.  Somos el sostén emocional de las personas que tenemos cerca. También de las que no conocemos tanto. Un abrazo puede ser el lugar donde descansar del dolor, por unos instantes; no lo subestimes.
  • Escucha sin juzgar. Escucha con todo tu ser a la otra persona; con tus ojos, con tus oídos, con tu corazón. Aleja el juicio y concéntrate en escuchar lo que no dice, invítalo a hablar y compartir sus miedos, porque hablar es sanar, y lo que se calla, le daña. Acoge todo lo que llegue.
  • Estamos aprendiendo. Vivir estos momentos difíciles no es fácil, acompañar a las personas que lo viven, tampoco. Recuerda que todos estamos aprendiendo a vivir, a sentir, a superar dificultades. Reduce la autoexigencia y cuídate. Sin ti, no hay nada.