Alegre, simpático, hipersensible y frágil, así describen a Federico García Lorca quienes pudieron compartir con él alguna etapa de su vida; una vida que inició y acabó en su estimada Granada, después de mucho viajar y cosechar el éxito mundial. Y es que resistirse a la magia de su pluma era casi imposible, como se puede comprobar leyendo estos 20 poemas de Federico García Lorca para recordarlo.

Madrid fue uno de esos lugares que marcaron la trayectoria literaria del poeta. En 1919 se trasladó a la capital, alojándose en la Residencia de Estudiantes y donde coincidió con Juan Ramón Jiménez, Salvador Dalí o Luis Buñuel, entre otros. Sin lugar a dudas, estos reconocidos artistas alimentarían el espíritu ávido de conocimiento del escritor granadino que emprendería a lo largo de su vida distintos proyectos de difusión cultural. La revista Gallo fundada en 1928 sería un ejemplo, aunque solo se publicaron dos números, así como el grupo teatral La Barraca, que creó en 1931 con la intención de acercar las obras del Siglo de Oro al pueblo.

otras obras de  Federico García Lorca

La casa de Bernarda Alba o Poeta en Nueva York son dos de los títulos más conocidos de Federico García Lorca, pero vamos a profundizar un poco más en su trabajo para que, además de estos 20 mejores poemas para recordarlo, puedas buscar otras de sus creaciones y disfrutarlas.  

Impresiones y paisajes (1918) tiene la importancia de ser el primer libro publicado por Lorca, además de ser en prosa, género poco utilizado por el escritor. En él relata los viajes por España con sus compañeros de la Universidad de Granada. Sin embargo, solo habría que esperar tres años para ver impresas sus primeras obras en los estilos que le darían la fama: poesía y teatro. Así pues, en 1921 publicó Libro de poemas y estrenó su primera obra teatral, El maleficio de la mariposa. 

Inspirado por Manuel de Falla y la amistad que les unía, la poesía de Lorca bebía del folklore, de lo popular, algo que se aprecia en su Poema del cante jondo (1921), pero que alcanzará su madurez y su primer éxito con Romancero gitano en 1928. A continuación, llegaría su reconocido Poeta en Nueva York donde denunciaba la deshumanización de la sociedad y la injusticia al mismo tiempo que reclamaba libertad, amor y belleza. Lorca nunca saborearía las mieles del éxito que cosechó con esta obra, pues se publicó en 1940, años después de la muerte del escritor. Sin embargo, tú puedes disfrutar de su magia con la pluma con estos 20 mejores poemas de Federico García Lorca para recordarlo.

El teatro también le regaló grandes elogios y reconocimiento internacional. Bodas de Sangre (1933), Yerma (1934) y La casa de Bernarda Alba (1936) fueron, sin lugar a duda obras destacadas de este género y de su carrera profesional. Tal es así que a día de hoy se siguen pudiendo disfrutar adaptaciones en el cine y el teatro.

Influencia de la música en Federico García Lorca

Todos conocemos a Lorca por su obra literaria, pero quizá de lo que menos se habla es de que, antes de dedicarse a la escritura, la música era -y seguiría siendo- su gran pasión. Lorca venía de una familia de músicos, así que no era nada extraño que, además de su amor por la música, tuviese grandes dotes para el piano, las cuales fueron potenciadas por su maestro, el pianista granadino, Antonio Segura.

De todos modos, su interés por la música considerada culta fue evolucionando y su interés por la música popular creciendo, hasta tal punto que decidió aprender a tocar la guitarra flamenca de la mano de dos gitanos. Era 1921, año en el que comienza su amistad con de Falla. A ambos les debemos la recuperación del cante jondo, ese canto popular que expresa sentimientos profundos.

La música siempre acompañó a Federico en cualquiera de sus procesos creativos y basta observar su obra para apreciar esa sensibilidad musical. La musicalidad de sus versos, las canciones en sus obras de teatro, la estructura de sus poemas, su dominio de los silencios en sus obras dramáticas… 

Asesinato de Federico García Lorca

Puede que desconozcamos aspectos de la vida personal y profesional de Federico García Lorca, pero a lo que nadie es ajeno es a cómo se llevó a cabo el asesinato de el escritor. Y es que Lorca fue fusilado el 18 de agosto de 1936 en el barranco Víznar por las fuerzas franquistas. ¿Su “delito”? Ser poeta, librepensador y homoxesual.

Los mejores 20 poemas de Federico García Lorca

A Lorca le arrebataron la vida, pero su obra hoy en día sigue inspirando a personas de todas las edades y de cualquier nacionalidad. Mataron a la persona y crearon el mito. Tú puedes leer estos 20 poemas de Federico García Lorca para recordarlo.

Agua, ¿dónde vas? 

Agua, ¿dónde vas?
Riyendo voy por el río
a las orillas del mar. 

Mar, ¿adónde vas? 

Río arriba voy buscando
fuente donde descansar. 

Chopo, y tú ¿qué harás? 

No quiero decirte nada. 
Yo..., ¡temblar! 

¿Qué deseo, qué no deseo, 
por el río y por la mar? 

(Cuatro pájaros sin rumbo
en el alto chopo están.)

La sombra de mi alma

La sombra de mi alma
huye por un ocaso de alfabetos,
niebla de libros
y palabras.

 ¡La sombra de mi alma!

He llegado a la línea donde cesa
la nostalgia,
y la gota de llanto se transforma
alabastro de espíritu.

 (¡La sombra de mi alma!)

El copo del dolor
se acaba,
pero queda la razón y la sustancia
de mi viejo mediodía de labios
de mi viejo mediodía
de miradas.

Un turbio laberinto
de estrellas ahumadas
enreda mi ilusión
casi marchita.

 ¡La sombra de mi alma!

Y una alucinación
me ordeña las miradas.
Veo la palabra amor
desmoronada.

¡Ruiseñor mío!
¡Ruiseñor!
¿Aún cantas?

Llagas de amor

Esta luz, este fuego que devora.
Este paisaje gris que me rodea.
Este dolor por una sola idea.
Esta angustia de cielo, mundo y hora.

Este llanto de sangre que decora
lira sin pulso ya, lúbrica tea.
Este peso del mar que me golpea.
Este alacrán que por mi pecho mora.

Son guirnalda de amor, cama de herido,
donde sin sueño, sueño tu presencia
entre las ruinas de mi pecho hundido.

Y aunque busco la cumbre de prudencia
me da tu corazón valle tendido
con cicuta y pasión de amarga ciencia.

Vals en las ramas

Cayó una hoja
y dos
y tres.
Por la luna nadaba un pez.
El agua duerme una hora
y el mar blanco duerme cien.
La dama
estaba muerta en la rama.
La monja
cantaba dentro de la toronja.
La niña
iba por el pino a la piña.
Y el pino
buscaba la plumilla del trino.
Pero el ruiseñor
lloraba sus heridas alrededor.
Y yo también
porque cayó una hoja
y dos
y tres.
Y una cabeza de cristal
y un violín de papel.
Y la nieve podría con el mundo,
si la nieve durmiera un mes.
y las ramas luchaban con el mundo,
una a una,
dos a dos
y tres a tres.
¡Oh duro marfil de carnes invisibles!
¡Oh golfo sin hormigas del amanecer!
Con muuu de las ramas,
con el ay de las damas
con el croo de las ranas
y el gloo amarillo de la miel.
Llegará un torso de sombra
coronado de laurel.
Será el cielo para el viento
duro como una pared
y las ramas desgajadas
se irán bailando con él.
Una a una
alrededor de la luna,
dos a dos
alrededor del sol,
y tres a tres
para que los marfiles se duerman bien. 

Malagueña

La muerte
entra y sale
de la taberna.

Pasan los caballos negros
y gente siniestra
por los hondos caminos
de la guitarra.

Y hay un olor a sal
y a sangre de hembra,
en los nardos febriles
de la marina.

Y la muerte
entra y sale
y sale y entra
la muerte
de la taberna. 

Deseo

Sólo tu corazón caliente,
y nada más.

Mi paraíso un campo
sin ruiseñor
ni liras,
con un río discreto
y una fuentecilla.

Sin la espuela del viento
sobre la fronda,
ni la estrella que quiere
ser hoja.

Una enorme luz
que fuera
luciérnaga
de otra,
en un campo
de miradas rotas.

Un reposo claro
y allí nuestros besos,
lunares sonoros
del eco,
se abrirían muy lejos.

Y tu corazón caliente,
nada más.

El canto de la miel

La miel es la palabra de Cristo,
el oro derretido de su amor.
El más allá del néctar,
la momia de la luz del paraíso.

La colmena es una estrella casta,
pozo de ámbar que alimenta el ritmo
de las abejas. Seno de los campos
tembloroso de aromas y zumbidos.

La miel es la epopeya del amor,
la materialidad de lo infinito.
Alma y sangre doliente de las flores
condensada a través de otro espíritu.

(Así la miel del hombre es la poesía
que mana de su pecho dolorido,
de un panal con la cera del recuerdo
formado por la abeja de lo íntimo)

La miel es la bucólica lejana
del pastor, la dulzaina y el olivo,
hermana de la leche y las bellotas,
reinas supremas del dorado siglo.

La miel es como el sol de la mañana,
tiene toda la gracia del estío
y la frescura vieja del otoño.
Es la hoja marchita y es el trigo.

¡Oh divino licor de la humildad,
sereno como un verso primitivo!

La armonía hecha carne tú eres,
el resumen genial de lo lírico.
En ti duerme la melancolía,
el secreto del beso y del grito.

Dulcísima. Dulce. Este es tu adjetivo.
Dulce como los vientres de las hembras.
Dulce como los ojos de los niños.
Dulce como las sombras de la noche.
Dulce como una voz.
O como un lirio.

Para el que lleva la pena y la lira,
eres sol que ilumina el camino.
Equivales a todas las bellezas,
al color, a la luz, a los sonidos.

¡Oh! Divino licor de la esperanza,
donde a la perfección del equilibrio
llegan alma y materia en unidad
como en la hostia cuerpo y luz de Cristo.

Y el alma superior es de las flores,
¡Oh licor que esas almas has unido!
El que te gusta no sabe que traga
un resumen dorado del lirismo.

Sueño

Mi corazón reposa junto a la fuente fría.
(Llénala con tus hilos,
araña del olvido.)
El agua de la fuente su canción le decía.
(Llénala con tus hilos,
araña del olvido.)
Mi corazón despierto sus amores decía.
(Araña del silencio,
téjele tu misterio)
el agua de la fuente lo escuchaba sombría.
Araña del silencio,
téjele tu misterio.)
Mi corazón se vuelca sobre la fuente fría.
(Manos blancas, lejanas,
detened a las aguas.)
Y el agua se lo lleva cantando de alegría.
(¡Manos blancas, lejanas,
nada queda en las aguas!)

Es verdad

¡Ay qué trabajo me cuesta
quererte como te quiero!

Por tu amor me duele el aire,
el corazón
y el sombrero.

¿Quién me compraría a mí
este cintillo que tengo
y esta tristeza de hilo
blanco, para hacer pañuelos?

¡Ay qué trabajo me cuesta
quererte como te quiero!

Arbolé, arbolé

Arbolé, arbolé
seco y verdé.

La niña del bello rostro
está cogiendo aceituna.
El viento, galán de torres,
la prende por la cintura.
Pasaron cuatro jinetes
sobre jacas andaluzas
con trajes de azul y verde,
con largas capas oscuras.
«Vente a Córdoba, muchacha».
La niña no los escucha.
Pasaron tres torerillos
delgaditos de cintura,
con trajes color naranja
y espadas de plata antigua.
«Vente a Sevilla, muchacha».
La niña no los escucha.
Cuando la tarde se puso
morada, con luz difusa,
pasó un joven que llevaba
rosas y mirtos de luna.
«Vente a Granada, muchacha».
Y la niña no lo escucha.
La niña del bello rostro
sigue cogiendo aceituna,
con el brazo gris del viento
ceñido por la cintura.

Arbolé arbolé
seco y verdé.

Las morillas de Jaén

Tres moricas me enamoran
en Jaén:
Axa y Fátima y Marién.

Tres moricas tan garridas
iban a coger olivas,
y hallábanlas cogidas
en Jaén:
Axa y Fátima y Marién.

Y hallábanlas cogidas
y tornaban desmaídas
y las colores perdidas
en Jaén:
Axa y Fátima y Marién.

Tres moricas tan lozanas
iban a coger manzanas
y hallábanlas tomadas
en Jaén:
Axa y Fátima y Marién.

Díjeles: ¿Quién sois, señoras,
de mi vida robadoras?
Cristianas que éramos moras
en Jaén:
Axa y Fátima y Marién.

Canción del mariquita

El mariquita se peina
en su peinador de seda.

Los vecinos se sonríen
en sus ventanas postreras.

El mariquita organiza
los bucles de su cabeza.

Por los patios gritan loros,
surtidores y planetas.

El mariquita se adorna
con un jazmín sinvergüenza.

La tarde se pone extraña
de peines y enredaderas.

El escándalo temblaba
rayado como una cebra.

¡Los mariquitas del Sur,
cantan en las azoteas!