Después de obras como Focus e Inteligencia emocional, ambos publicados por la editorial Kairós, el reconocido psicólogo Daniel Goleman publica Óptimo (Ed. Kairós), junto a Cary Cherniss, investigador de la inteligencia emocional aplicada al ámbito laboral. Ambos expertos se unieron para realizar un estudio con el fin de descubrir qué tienen en común los ejecutivos, jefes y trabajadores que obtienen excelentes resultados en el trabajo.
En esta nueva obra ponen el foco en cómo ser óptimo en la empresa a través de valores como la empatía y la conciencia de las emociones.
El día a día en el trabajo y la inteligencia emocional
-El título Óptimo hace referencia a un estado emocional. ¿A qué se refiere en particular?
-El estado óptimo es el momento en que creemos que podemos dar lo mejor de nosotros mismos. Nos sentimos bien, disfrutamos del trabajo que hacemos y estamos implicados con él. Podemos enfrentarnos a retos y estamos conectados con la gente que nos rodea. Podría definirse como un buen día en el trabajo. Entramos en un estado de flujo que es ese momento en que conseguimos superarnos.
-Ese estado tendrá que ver con la inteligencia emocional, ¿verdad?
-Sí, tiene que ver con el estado óptimo. Según la investigación que hicimos mi coautor y yo al respecto, comprobamos que los trabajadores o los directivos de una empresa con inteligencia emocional aumentaban la probabilidad de tener un día óptimo. Yo he viajado por muchas ciudades españolas. He estado en San Sebastián, Madrid y Barcelona, entre otros muchos lugares, y hago reuniones con empresas en las que pido a los trabajadores que piensen en un jefe al que aprecian mucho y otro al que no tanto, porque les trata fatal. La respuesta siempre es la misma: los jefes a los que la gente más aprecia suelen tener los rasgos de inteligencia emocional. Es decir, gente que tiene conciencia de sus propias emociones, que sabe gestionarlas, que es capaz de conectar con ellas y con las de los demás; capaz de inspirar y guiar a otros.
-A la hora de poder fluir en esa buena onda emocional, no será lo mismo un buen ambiente laboral que uno donde hay tensión y estrés…
-Yo citaría al teólogo Reinhold Niebuhr, que hizo una distinción importante sobre las cosas que podemos cambiar y las que no. Quizás podemos variar nuestras circunstancias laborales o no; quizás es nuestra realidad subjetiva o nuestras emociones lo que realmente podemos moldear para estar en un estado óptimo a pesar de lo que nuestro jefe nos permita o no.
Nuestra mente es la mayor distracción
-Además, con la tecnología tan presente, ¿todo ello nos complica el hecho de alcanzar un estado óptimo emocional?
-La mayor distracción a la que nos enfrentamos es nuestro propio estado emocional. Por ejemplo, el estar pensando cosas como por qué una persona no ha respondido a nuestro correo o situaciones similares. En ese sentido, nuestra mente es la mayor distracción, y el hecho de ser capaces de concentrarnos plenamente es lo que nos ayuda a entrar en el estado óptimo. En realidad, los móviles pueden ser nuestro mejor amigo y nuestro peor enemigo en lo que respecta a las distracciones. Una de las mejores estrategias para entrar en un estado óptimo es la concentración, porque el proceso cerebral que facilita la concentración nos calma, nos facilita la resiliencia y en ese sentido el teléfono es una gran distracción, porque nos aleja de ese estado de concentración.
-Para evitar la dispersión mental, estar más enfocados y concentrados en lo que vivimos y en definitiva desarrollar más nuestra inteligencia emocional, ¿la meditación puede ser una herramienta útil?
-La meditación es un camino para alcanzar la inteligencia emocional, pero no es el único. Es una forma muy eficaz porque nos hace conscientes de nosotros mismos, nos ayuda a estar en calma y a gestionar las emociones. Para hacerlo, unos consejos sencillos son: concentrarse en la respiración, inspirar y expirar, notar la pausa entre ambos momentos y repetirlo. Es algo que se puede hacer por la mañana durante cinco minutos antes de ir a trabajar e ir aumentando el tiempo de forma progresiva.
Las máquinas no tienen emociones pero tú sí
-Poniéndonos en un plano futurista, ¿llegará un momento en el que podamos instalar en las máquinas la inteligencia emocional?
-No sabemos si los avances en inteligencia artificial van a ser destructivos o van a complementar la inteligencia humana. Las máquinas no tienen emociones, y el primer paso para tener inteligencia emocional es tener conciencia sobre ellas para poder gestionarlas. Es cierto que, en general, las máquinas suelen ser calmadas y serenas, pero no tienen pasión, inspiración o un propósito vital.
Para tener inteligencia emocional hace falta algo muy importante, la empatía, que se divide en tres aspectos: la cognitiva o el saber qué piensan las personas y por qué lo hacen, y eso a las máquinas se les da muy bien, porque al fin y al cabo, se basan en modelos lingüísticos; la empatía emocional o la capacidad de sentir con las personas y, eso a las máquinas se les da fatal porque no tienen emociones; y el tercero es preocuparse por el bienestar del otro, y eso es el reto mayor para los científicos que trabajan con inteligencia artificial.
Si se consigue, será muy positivo para la supervivencia humana; de lo contrario, pintará bastante negro.
La inteligencia emocional se puede desarrollar
-Falta mucho para que las máquinas tengan inteligencia emocional, pero en las personas, ¿se puede educar esa habilidad?
-La buena noticia es que la inteligencia emocional es una habilidad que se puede aprender, al contrario del coeficiente intelectual, que es fijo. Sin embargo, la inteligencia emocional está ausente en los colegios.
Nuestra investigación demuestra que, si bien el coeficiente intelectual puede apuntar a qué profesión puede acceder una persona, una vez que llegue allí, lo que va a determinar quién va a destacar o a convertirse en un líder es el grado de inteligencia emocional con que cuente. Soy un gran defensor de que se enseñe la inteligencia emocional en las escuelas, en las empresas y en las organizaciones para adultos, porque se puede mejorar a cualquier edad.
-Las emociones se pueden convertir en un mar tormentoso si no sabemos manejarlas. ¿Algún consejo para gestionarlas a nuestro favor?
-Pues sería practicar la meditación, que es un entrenamiento de la atención y pensar de forma diferente sobre nuestra situación.Es decir, en lugar de concentrarnos en lo que está mal, hacerlo en lo que está bien, porque ser capaces de invocar emociones positivas es importante para nuestro bienestar mental. La conciencia sobre ellas es la base de la inteligencia emocional. Saber qué sentimos y cómo lo sentimos. Todo ello conforma nuestra percepción y nuestros impulsos a la hora de actuar. Esto es muy importante, porque para gestionar las emociones hace falta ser consciente de ellas.
"Hoy me va a pasar algo bueno"
-Volviendo al título del libro, denos un mantra para ser óptimo cada día…
-Yo hice meditación con mantras hace mucho tiempo, cuando era joven. Ahora no recuerdo ninguno. Hace mucho pagué por un mantra. Cuando tiempo después fui a la India, me enteré de que son gratis (ríe Goleman). Lo que creo que es importante es tener algo positivo en la mente a la hora de empezar el día. Algo así como: «Hoy me va a pasar algo bueno».
-¿Las empresas valoran más los resultados que la forma de lograrlos? Quizás, muchas veces a costa de tolerar una competitividad que dista mucho de la empatía y de la inteligencia emocional que se precisa para tenerla?
-Muchas empresas valoran obtener resultados de una forma incorrecta, pues si estresas y presionas a los trabajadores, se van a quemar y se van a ir. La mejor forma de obtener resultados es inspirando a las personas, ayudándolas a entrar en ese estado óptimo, pero, por desgracia, hay muchas empresas que no aprecian la inteligencia emocional. Sin embargo, los datos de nuestra investigación dicen que las que lo hacen obtienen más beneficios y mayor crecimiento de la forma correcta. Al final, lo importante es crear una cultura de la inteligencia emocional. Por ejemplo, a la hora de hacer la revisión del rendimiento de un ejecutivo, que la pregunta no sea solo si llegó a los objetivos, sino cómo lo hizo, porque si lo logró de forma incorrecta, a la larga será perjudicial para la empresa.
-¿Cómo conectar el estado óptimo en el trabajo con la felicidad?
-La felicidad depende mucho de ese estado óptimo. Un buen día en el trabajo nos aporta emociones positivas y es un aspecto fundamental del estado óptimo, en el que creemos que podemos dar lo mejor de nosotros mismos, porque nos sentimos bien, felices y conectados con lo que hacemos.