¿Cuántos gurús de crecimiento personal has oído que recomienden ir a la naturaleza para conectar?
Tú lo has intentado. Has sacado el polvo a las chirucas, te has atado el pelo con dos trenzas o una coleta, te has puesto la gorra, las mallas, los calcetines gruesos de andar (aquellos que no usabas casi desde el colegio), te has puesto una buena capa de crema solar y te has dicho: en la montaña no hay bares, así que me cogeré unos frutos secos, un bocadillo y una botella de agua por si las moscas.
Preparando la bolsa, te diste cuenta de que no necesitabas el cargador del móvil, ni el billetero con todas las tarjetas, ni el abono transporte. Sin embargo, algo te cuece dentro cuando lo dejas todo encima de la mesa y te cuelgas a la espalda tu antigua mochila para excursiones (y casos de emergencia).
Y ya, cuando llegas a la montaña y empiezas a andar, dudas sobre cuánto tiempo vas a tener que estar rodeado de maleza y bichos hasta que esto de la naturaleza te empiece a hacer efecto.
Tu mente sigue en los correos electrónicos que han quedado pendientes, en la lista de la compra, en la conversación con ese tipo del trabajo que te cae más bien regular y en el seguro del coche que este año ha subido.
Cómo conectar con la naturaleza
Aquí sigues, en plena naturaleza, pero con una mente rumiante que si se oyera parecería una carretera en hora punta. No te parece que estés haciendo nada productivo y, por un segundo, maldices los consejos del gurú de turno.
Sé que puede resultar desesperante. ¿Qué clase de poder mágico tienen esas personas que encuentran la paz en un bosque o en una montaña o en el mar? No te preocupes, porque en la base genética del ser humano está el hecho de conectar con la naturaleza. Es nuestro hogar, ¿recuerdas?
No obstante, en ocasiones ya estamos tan programados para vivir en la ciudad que nos olvidamos de cómo reconectar con nuestras raíces ancestrales y, verdaderamente, una buena sesión de conexión con la naturaleza (o grounding para los modernos) puede resetear tu mentalidad y sistema nervioso. Pero, claro, hay que saber hacerlo.
Meditar en la naturaleza
Como siempre que hablamos de meditación y de conexión con el presente, es importantísima la respiración. Ya sé que es cansado que siempre insistamos en lo mismo, pero verdaderamente es el lugar por el que empezar. Inhala y exhala el aire por la nariz y llévalo al vientre, ¿quién dijo que las cosas buenas tenían que costar mucho esfuerzo?
Seguimos:
- Cuando llegues al lugar en el que quieres dar tu paseo, apaga el teléfono y, en vez de hacer lo que sueles hacer, toma una buena bocanada de aire fresco y pon tu atención fuera de ti.
- Primero, permite que tu atención se fije en detalles minúsculos: una flor, una hormiguita subiendo por un árbol… Enfócate en los detalles pequeños del mundo que te rodea.
- Pásate un rato desplazando tu atención de un detalle a otro. Manteniendo tu respiración pausada y profunda.
- Cuando te sientas listo, cambia tu perspectiva y vuelve a observar el paisaje en general.
- Mientras camines, ves fijando la atención entre los detalles y el paisaje.
- Tu cuerpo sintonizará con la naturaleza y, sin poder evitarlo, te empezarás a encontrar mejor. Te rendirás ante la belleza que te rodea y las quejas se irán acallando.
Verás que esta idea tan simple te ayuda de verdad a conectar con la naturaleza, pero, sobre todo, a salir de esa mente rumiante que es como una piedrecita dentro de tus chirucas dando golpecitos durante todo el día.
Meditar en la ciudad si no puedes escaparte al monte o la playa
Si, por otro lado, te resulta complicado “escaparte” a un paraje natural, puedes practicar el mismo ejercicio entre rascacielos. Vamos a ver una variación del ejercicio:
- Levanta un poquito la cabeza y fija tu atención en los tejados: chimeneas, tenderos, balcones, macetas, detalles de las fachadas, antenas de televisión…
- Sé consciente de las ondulaciones de los edificios, de cómo cambia la ciudad con solo levantar la mirada.
- Fíjate en la luz, como entra en las casas y como se refleja en las ventanas. Intenta encontrar el sol, las nubes y el azul del cielo.
- Mientras andes, alterna tu mirada entre los detalles y una vista más general de la ciudad.
- Intenta no quedarte en la visión por encima y ordinaria que hacemos cada día porque vamos estresados y apretados de tiempo.
- Y, por supuesto, procura no perder la conexión con el flujo de la respiración.
Salir de tu mente no es un trabajo fácil y, además, hay personas a las que les cuesta más que a otras. Sin embargo, gracias a conectar con el entorno conseguirás habitar mejor con el cuerpo y, también, aprenderás a leer mejor tus necesidades.
Como ves, conectar con la naturaleza a través de la meditación, no es solo para unos pocos. Tampoco es necesario que dejes de llevar tus mocasines de siempre y los cambies por unas botas de montaña llenas de barro, puedes seguir siendo quién eres, pero con una pizca más de presencia y conexión con el entorno para rebajar revoluciones mentales y encontrarte mejor.