Más poemas de Henry D. Thoreau
Todas las cosas se encuentran en curso
Todas las cosas se encuentran en curso,
En el suelo terrenal,
Los espíritus y los elementos
Tienen sus caídas.
La noche y el día, año tras año,
Altas y bajas, cerca y lejos
Estos son nuestros propios aspectos,
Estos son nuestros propios remordimientos.
Los dioses de la tierra,
Que permanecen para siempre,
Los veo en lejanos promontorios,
Extendiéndose a ambos lados;
Escucho los sonidos de una noche dulce
Desde su terreno indestructible;
Engañándome nada más con el tiempo,
Llévame a tu clima.
Un poema breve, pero profundo, que refleja la perspectiva filosófica de Henry David Thoreau y se centra en la atemporalidad y la interconexión de la vida.
Sic Vita
Soy un manojo de vanos esfuerzos
atado por un lazo fortuito,
donde las tiras cuelgan libres
pues fueron anudadas débilmente,
supongo,
para climas apacibles.
Un ramo de violetas sin raíces,
con acedera mezcladas,
rodeado de una brizna de paja
enrollada sobre sus brotes;
la ley
a la cual estoy fijado.
Un ramillete que el tiempo ha desprendido
de aquellos hermosos campos Elíseos,
con hierbajos y tallos rotos, a toda prisa;
hace huir a la muchedumbre
que desperdicia
el día que cede.
Y aquí florezco desapercibido en una breve hora,
absorbiendo toda mi savia,
sin raíz sobre la tierra
que mantenga verdes mis ramas,
pero aún erguido
sobre una desnuda copa.
Algunos brotes tiernos abandonaron mi tallo
imitando a la propia vida,
pero ¡ah!, los niños nunca sabrán,
hasta que el tiempo los haya marchitado,
la calamidad
que a ellos mismos ha tocado.
Pero ahora veo que no me arrancaron en vano,
y transcurrida una vida en el florero
de cristal, mientras trataba de sobrevivir,
traído por una mano amable,
estoy vivo
aún en un lugar extraño.
A ese tronco más delgado pronto le llegará su hora,
y transcurrido otro año
tal como ella bien sabe, liberado por la brisa,
más frutos y hermosas flores
ofrecerá;
mientras yo aquí desvanezco.
Una reflexión sobre la impermanencia de la vida y su naturaleza cíclica, que nos insta a vivirla plena y conscientemente.
Naturaleza
¡Oh Naturaleza! Yo no pretendo
llevar la voz cantante en tu coro,
ser meteoro en el cielo,
o el cometa que asciende más alto;
solo viento suave que pueda soplar
entre los juncos río abajo;
otórgame tu rincón más secreto
donde pueda hacer correr liviana mi corriente.
En un apartado lugar, en la pradera sin público
déjame hacer sonar, suspirando el junco
o en el bosque sobre la hojarasca,
susurrar en la tarde serena:
solo para poder estar junto a ti
ofréceme algún trabajo que yo pueda hacer.
Pues prefiero ser tu hijo
y discípulo, en el salvaje bosque,
que ser rey de los hombres en cualquier otro lugar,
y el más obediente de tus esclavos:
pueda tener un instante de tu amanecer
antes que vivir un año desolado en la ciudad.
Thoreau proclama de nuevo en este poema su amor por el mundo natural, a la vez que celebra el poder sanador de la naturaleza. Muestra también su deseo de vivir en armonía con el mundo natural, aprender de él y encontrar la verdadera libertad y felicidad lejos de las limitaciones de la sociedad.
Mi amor debe ser tan libre
Mi amor debe ser tan libre
como el ala del águila,
sobrevolando la tierra, el mar
y cualquier cosa.
No debo apagar mi mirada
en tu salón,
no debo abandonar mi cielo
ni mi nocturna luna.
No seas la red del cazador
que detiene mi vuelo,
y es dispuesta hábilmente
para atraer la vista.
Sé el viento favorable
que me transporta,
y todavía empuja mi vela
cuando te has ido.
No puedo abandonar mi cielo
por tu capricho,
el amor verdadero
se elevará al cielo.
El águila no soportaría
tener esa compañera,
porque adiestró su ojo para mirar
por encima del sol.
Thoreau retrata el amor como una fuerza que debe permanecer libre, sin restricciones y trascender las convenciones sociales, del mismo modo que ocurre en el mundo natural.