En muchas de mis meditaciones guiadas te invito a conectar con tus sensaciones y emociones para poder aceptarlas y volver a tu centro. Cualquier situación cotidiana puede tambalear las partes más vulnerables dentro de nosotros, haciendo que nuestro sistema de personalidad se sienta amenazado.
Eso suele manifestarse con una sensación de desequilibrio que nos aleja de nuestra verdadera voluntad. También podemos sentirnos arrastrados por ciertas emociones intensas que pueden llevarnos a tomar acciones que, muy a menudo, realmente no queremos tomar.
Otras veces esa energía se canaliza en forma de juicios y comunicación violenta; o todo lo contrario, no nos atrevemos a expresarla pero la alimentamos interiormente, por lo que nos causa mucho malestar.
En cualquiera de estos casos, perdemos ese punto interior de estabilidad y claridad desde el que realmente elegir. Perdemos el contacto con nuestra voluntad más profunda, y por lo tanto, con nuestra libertad y nuestro poder verdadero, ya que son nuestras emociones las que eligen por nosotros.
¿Cuál es el origen de esta dinámica?
Esta dinámica es muy común, y es una reacción automática de nuestro sistema de personalidad para defenderse a lo que percibe como amenazas externas. Forma parte de nuestro sistema de supervivencia.
Aunque casi todas las situaciones que percibimos como amenazadoras, en realidad, no lo son. Inconscientemente las identificamos como tales cuando nos recuerdan mínimamente a otras situaciones o experiencias vitales que asociamos de alguna manera con sufrimiento.
Es una cuestión de percepción influenciada por nuestro inconsciente.
Por eso es importante volver a nuestro centro, al lugar de serenidad y de fuerza interior dentro de nosotros. De esta manera no nos sentiremos víctimas de esas situaciones externas que percibimos como amenazadoras y podremos ver la realidad con más objetividad, observando a su vez nuestras dinámicas inconscientes desde la compasión.
Se trata de salir de nuestra identificación con ese sistema de supervivencia que se ha puesto en marcha con energía de defensa, y conectar de nuevo con un lugar de estabilidad desde el que reconocemos nuestras necesidades con claridad y actuamos en base a ellas con amor y responsabilidad. Ahí es donde están nuestra libertad y poder verdaderos.
Cómo meditar para volver a tu centro
- Siéntate donde estés cómoda o cómodo, tratando de mantener la espalda recta. Deja que tus manos reposen sobre ti y cierra tus ojos.
- Dale espacio a tu respiración, centrándote en ella y dándote cuenta cómo poco a poco se va volviendo más relajada.
- Deja que la respiración te lleve hacia ese estado más relajado, siguiendo su flujo y relajando también tu cuerpo.
- Desde aquí déjate sentir ese descentramiento y sus emociones. Acógelo desde este sosiego, y siente cuál es el efecto en tu cuerpo al dar cobijo a tu experiencia emocional con esta calma.
- Céntrate de nuevo en tu respiración y nota como ese aire llega a tu pecho y lo acaricia. Disfruta de ello.
- Ahora puedes visualizar una flor en el medio de tu pecho y sentir cómo tu respiración hace vibrar los pétalos de esa flor suavemente. Observa ese movimiento.
- Visualiza una luz resplandeciente en el medio de la flor. Observa su resplandor y observa cómo ilumina sus pétalos en ligero movimiento.
- Encuentra el lugar de fuerza dentro de ti de donde esa luz mana, una luz amorosa y bondadosa que tú estás proyectando. Siente la energía de ese lugar en ti.
- Visualiza tu cuerpo resplandeciendo, como una fuente de luz, y siente tu poder de iluminar.
- Visualiza cómo esa luz se expande hacia fuera de ti iluminando todo tu entorno, las situaciones en tu vida y las personas en tu vida.
- Poco a poco comienza a mover tus dedos y tu espalda, a estirar tus extremidades, y cuando lo sientas puedes abrir tus ojos.