Cualquier situación vital puede ser una oportunidad para procesar energía estancada desde la niñez. Todas nuestras situaciones cotidianas son un reflejo de nosotros mismos y de nuestro momento vital.
Con esta meditación guiada te propongo acoger al niño/a que llevas dentro porque, si nos fijamos en nuestra vida, es probable que nos demos cuenta de que hay situaciones que se repiten continuamente de diferentes maneras y con diferentes formas y que nos confrontan con el mismo lugar dentro de nosotros.
Normalmente ese es un lugar que nos causa resistencia, al que no queremos mirar o en el cual nos incomoda enormemente profundizar. Quizás incluso lo ignoremos.
Cuando nuestros retos vitales se repiten notablemente, puede que nuestro ego los esté atrayendo y utilizando para confirmarse a sí mismo, su versión dura de la realidad y sus creencias limitantes.
Si elegimos sentirnos víctimas de ellos, es muy probable que nuestro ego consiga ese propósito y vaya consolidándose en esa manera limitada de percibir la realidad.
Sin embargo, también podemos intuir el valioso aprendizaje escondido tras esa situación recurrente, y sentir cómo el universo nos está proporcionando incansablemente la oportunidad de integrar ese aprendizaje a través de situaciones similares. Una vez integrado, podremos seguir adelante en nuestra evolución.
Acogerte con compasión
El camino que te sugiero para esa integración es la autocompasión. Te propongo prestar atención con curiosidad a las sensaciones que te surgen a partir de las situaciones cotidianas. Mientras acoges y sientes completamente esas sensaciones, te guiarán hacia el núcleo de tus heridas emocionales que, muy frecuentemente, tendrán su origen en la niñez.
Esas heridas emocionales, especialmente cuando no somos conscientes de ellas, dan forma a nuestra realidad y a nuestras reacciones ante ella. Acogiendo amorosamente esa carga emocional almacenada desde la niñez y sintiéndola poco a poco, podemos ir liberándola y así recuperar nuestro flujo hacia la siguiente etapa en nuestra evolución personal.
Esto además nos ayuda a cultivar una manera más amable de relacionarnos con nosotros mismos, basada en acogernos con suavidad, entendimiento y aceptación en cualquier dificultad interna que nos surja.
Cómo meditar para cultivar la autocompasión
- Siéntate y acomódate con la espalda recta y los ojos cerrados. céntrate en tu respiración y con cada exhalación aterriza cada vez más en el momento presente, dejando atrás lo que estabas haciendo antes y lo que harás después.
- Trae a este momento una situación de tu vida que te esté removiendo especialmente. Siente en tu cuerpo las sensaciones presentes cuando piensas en esa situación, dales el permiso para estar ahí y síguelas con curiosidad, dándote cuenta de dónde se sitúan de tu cuerpo.
- Visualiza las sensaciones como tu niña o niño interior, como ti misma/o cuando eras niña/o. Obsérvala, obsérvate desde fuera. ¿Qué ves en ella, en él?, ¿Qué hace que esté tan removida/o?
- Ahora puedes decirle con suavidad, “Hola, estoy aquí contigo”. Y observa qué ocurre en tu cuerpo cuando reconoces a esa niña/o y le haces saber que estás ahí para ella/él.
- Obsérvala/o con compasión.
Observa su miedo, y pregúntale de qué tiene miedo. Déjate sentir la respuesta en tu cuerpo.
- Acoge a esa niña/o de la manera que te hubiera gustado que te acogieran entonces cuando tenías miedo. Encuentra la manera en que necesitabas ser acogida en aquél momento, quizás con un abrazo, con presencia, con aceptación, con entendimiento.
- Siente el efecto de este acogimiento, de esta necesidad siendo cubierta. Toma una respiración más amplia para dar espacio a las sensaciones presentes y obsérvalas, dales la bienvenida.
- Desde este lugar en ti mira de nuevo a esa situación inicial de tu vida y date cuenta de cómo la ves desde la certeza de que la parte más vulnerable en ti está a salvo, está siendo acogida y protegida. Siente tu cuerpo y siente si hay algo que te gustaría hacer en relación a esa situación.
- Cuando lo sientas, suavemente empieza a mover tu cuerpo y a respirar más profundamente. Abre tus ojos.