He oído a varios maestros espirituales decir que “si crees que has alcanzado la iluminación, vete a pasar una semana con tus padres”. Y no es casualidad.
La relación con nuestros padres es, sin duda, una de las más complicadas a las que nos enfrentamos en nuestra vida. Y lo que la hace tan complicada es que nuestra relación con ellos es, generalmente, la base de todo nuestro sistema de personalidad.
En relación a nuestros padres construimos nuestro comportamiento, creamos un entendimiento del mundo en base a ciertas creencias y un entendimiento de nosotros mismos en base a nuestra percepción de su atención, trato y amor hacia nosotros.
Ese es el motivo de que, cuando estamos con nuestros padres, nos saltan muchos sistemas de defensa y dinámicas que provienen todavía de nuestra versión niña exigiendo lo que percibimos como carencia en nuestra niñez, y que nos marcó tanto cuando éramos vulnerables y ellos suponían nuestro única base de seguridad y amor.
Imaginar a nuestros padres como niños
Imaginar a nuestros padres como niños es una bonita manera de salir de la visión estancada y fija que tenemos de ellos y de las dinámicas que arrastramos desde pequeños, para verlos más allá.
Al imaginárnoslos de esa manera, puede que nos demos cuenta de que, en el fondo, somos mucho más similares a ellos de lo que muchas veces nos gustaría reconocer. Es muy probable, de hecho, que conservemos las mismas inseguridades y miedos, ya que forman parte de la manera de entender el mundo que integramos junto a ellos.
Por tanto, nuestros padres son espejos que nos reflejan a nosotros mismos, tanto las partes que nos gustan como las que no aceptamos y, por tanto, juzgamos de nosotros a través de ellos.
Verlos como niños nos ayuda a conectar con ellos como las personas humanas que son y fueron, con su infancia y su inocencia, y con sus experiencias vitales que construyeron, de la misma manera, su comportamiento y sus sistemas de defensa.
Esto también nos sitúa en otro lugar de entendimiento y aceptación que hace que nos desprendamos de la posición de niños buscando aprobación, para percibirnos cómo adultos e iguales, reconociendo nuestras responsabilidades hacia ellos y ante nuestra manera única de enfrentarnos a la vida.
Cómo meditar para ampliar la percepción de tus padres
- Encuentra un lugar donde sentarte, ponte cómoda o cómodo y cierra tus ojos.
- Respira profundamente dos o tres veces para soltar tensiones y para soltar lo que sea que estuvieras haciendo o vayas a hacer.
- Hazte consciente de tu cuerpo y déjalo ir. Deja que repose y se relaje.
- Puedes imaginarte a ti misma, a ti mismo, como un niño de unos 5 años. Visualiza la niña o niño que fuiste.
- Siente cómo te sientes al visualizarte así, qué percibes en ese niño o niña.
- Sonríele amablemente con complicidad y hazte consciente de cómo este gesto le sienta a tu cuerpo.
- Ahora puedes visualizar a tu madre tal y como es ahora o tal y como la recuerdas.
- Date cuenta de las sensaciones presentes al visualizarla y de cuál es tu percepción y tus emociones sobre ella.
- Imagínatela como una niña de unos 5 años y date cuenta de lo que ocurre en tu cuerpo al visualizarla de niña.
- Regálale también una sonrisa y déjate sentir el efecto de ello.
- Ahora visualiza a tu padre como es ahora, como era las últimas veces que lo viste, o como te lo imaginas.
- Observa tu cuerpo y tu reacción sensorial a esa imagen, dándote cuenta de la percepción que tienes de tu padre ahora mismo.
- Ahora puedes imaginártelo como un niño pequeño. Siente cómo es en tu cuerpo imaginártelo así.
- Prueba a sonreírle y siente el efecto de ello una vez más.
- Puedes dejar ir las visualizaciones y conectar con una sensación de gratitud dentro de ti. Gratitud por tu experiencia presente, gratitud hacia tu madre y gratitud hacia tu padre.
- Puedes empezar a moverte muy suavemente escuchando las necesidades de tu cuerpo. Cuando te apetezca, abre tus ojos.