La costumbre de tomar una siesta hace que tu cerebro sea más grande que la media en las personas de tu edad: las cabezadas durante el día pueden ayudar a preservar la salud del cerebro al disminuir la velocidad a la que el cerebro encoge a medida que se envejece, según un estudio dirigido por investigadores del University College de Londres (Reino Unido) y de la Universidad de la República en Montevideo (Uruguay).

El estudio, publicado en la revista Sleep Health, analizó datos de personas de 40 a 69 años y encontró un vínculo causal entre las siestas habituales y un mayor volumen total del cerebro, un marcador de buena salud cerebral relacionado con un menor riesgo de demencia y otras enfermedades.

La autora principal, la doctora Victoria Garfield explica que, para algunas personas, las siestas cortas durante el día pueden ser parte del rompecabezas que podría ayudar a preservar la salud del cerebro a medida que nos hacemos más viejos. Garfield espera que estudios como este, que muestran los beneficios para la salud de las siestas cortas, puedan ayudar a reducir cualquier estigma que todavía exista en torno a echar la siesta.

Un cerebro hasta casi 7 años más joven gracias a la siesta

Investigaciones anteriores habían probado que la siesta tiene beneficios cognitivos, ya que el hábito se relaciona con mejores resultados en las pruebas cognitivas en las horas posteriores. El nuevo estudio tenía como objetivo establecer si había una relación causal entre las siestas diurnas y la salud del cerebro.

El diseño del estudio científico fue muy original. Los investigadores partieron de un trabajo anterior del doctor Hassan Dashti, de la Universidad de Harvard (Estados Unidos), que había descubierto que las personas que duermen habitualmente la siesta tienen unas características genéticas peculiares. Por supuesto, cualquier persona puede incorporar el hábito de la siesta en sus rutinas, pero es más frecuente en las personas que poseen una especie de programación genética. Por eso lo investigadores decidieron relacionar las características genéticas con una serie de variables y hallaron que, en general, las personas predeterminadas para dormir la siesta tenía un volumen cerebral total más grande.

El equipo de investigación estimó que la diferencia promedio en el volumen cerebral entre estas personas y las que no duermen la siesta eran equivalentes a 2,6 a 6,5 años de envejecimiento.

La autora principal, Valentina Paz, explica que el estudio ha sido el primero en intentar desentrañar la relación causal entre la siesta diurna habitual y las características estructurales y cognitivas del cerebro. Al estudiar las características genéticas de los sesteadores en lugar de los hábitos actuales declarados, los investigadores se aseguraron de que no influirían factores de confusión. 

¿Cuánto debe durar la siesta? 

Aunque el estudio no ofrece información sobre la duración de la siesta, investigaciones anteriores sugieren que dormir 30 minutos o menos brinda los mayores beneficios cognitivos a corto plazo y es menos probable que interfieran con el sueño nocturno.

Cómo echar una buena siesta

Practicar el arte de la siesta puede ser realmente beneficioso a corto y largo plazo. 

  • Escoge el momento ideal: una buena hora para echar una siesta es entre las 13 h y 15 h después del almuerzo. Esto coincide con la caída natural de energía que experimenta el cuerpo en el ciclo circadiano.
  • Duración de la siesta: una siesta corrta de 10-20 minutos resulta perfecta para recuperar energía y capacidad de atención. Puedes ponerte una alarma para no pasarte. Una siesta de más de 60-90 minutos permite completar un ciclo del sueño que incluya la fase REM, con todos sus beneficios, pero puede interferir con el sueño nocturno.
  • Prepara el ambiente: escoge un lugar tranquilo donde no haya ruidos molestos. Puedes usar un antifaz para bloquear la luz. Escuchar una música suave, siempre la misma, para que te lleve casi automáticamente al sueño. Un difusor de aceites esenciales puede ayudarte a relajarte. 
  • Respiración profunda: puedes iniciar la siesta con un ejercicio de respiració para reducir la tensión. Inhala profundamente por la nariz durante 4 segundos, sostén el aliento dos egundos, exhala durante 8 segundos. Repite 10 veces.