Cuanto más medicalizada está una sociedad, más enferma. Hay estudios que indican que la tercera parte de las enfermedades están relacionadas con el uso inadecuado de la medicación que tomamos específicamente y de forma muy protocolizada para algunas dolencias.
7 efectos secundarios de los fármacos sobre el cerebro y las emociones
Nos encontramos en un escenario hipermedicalizado en el que los efectos secundarios de los medicamentos y sus interacciones se multiplican sin cesar.
Los enfoques médicos erróneos, la urgencia, la presión de las empresas farmacéuticas, la irresponsabilidad de las administraciones públicas y la influencia de los medios de comunicación conforman el perverso paisaje de una sociedad que está más empastillada que nunca y, al mismo tiempo, paradójicamente, menos sana en parte por su sobreexposición a los fármacos.
Entre estos daños en la salud está el deterioro cognitivo y emocional que producen algunos psicofármacos.
Pero no son los únicos medicamentos con efectos colaterales en el cerebro, muchas otras medicinas a las que recurrimos habitualmente pueden provocar ansiedad, estrés, pérdida de memoria y de concentración, alteraciones del ánimo y de cómo nos relacionamos con los demás y con nosotros mismos.
Si a esto sumamos la pésima costumbre de automedicarse, de no seguir las prescripciones del especialista, es posible que se sufran diversos trastornos neuronales sin saber que los están causando las propias medicinas que se están tomando.
1. Los antibióticos matan a las bacterias buenas
La revelación de que el estómago es uno de nuestros “segundos cerebros”(sus 100 millones de neuronas fundamentan tal apodo) implica que los problemas estomacales, que están en la lista de efectos secundarios de cientos de medicamentos, tienen que afectar lógica y negativamente al funcionamiento del cerebro.
Especialmente delicado es el impacto de los antibióticos en la microbiota. Su uso excesivo puede aumentar nuestro nivel de estrés y, consecuentemente, alterar nuestra conducta.
2. Medicamentos que alteran el estado de ánimo
Algunos fármacos afectan notablemente a nuestro estado de ánimo y su uso reiterado puede hacer que sintamos decaimiento, irritabilidad, agresividad...
- Los antihipertensivos. Lamentablemente, la consideración de la salud mental en la práctica clínica de la hipertensión es mínima. Por esta razón, medicamentos tan utilizados como los antagonistas del calcio y los betabloqueantes (antihipertensivos de uso común) tienen efectos no deseados sobre el estado de ánimo.
- Las estatinas. Utilizadas para bajar el colesterol, está descrito que pueden dar irritabilidad.
- Las benzodiacepinas. Son los fármacos más usados para la ansiedad, pueden predisponerte a sufrir desagradables “rebotes” de ira, angustia, irritabilidad, dificultades de memoria...
- Los estimulantes. Su abuso, (dentro de un periodo corto de tiempo) puede provocar sentimientos de hostilidad, de paranoia e incluso episodios psicóticos.
- Y además... otros medicamentos, como los antiasmáticos, antiácidos, algunos medicamentos para el corazón, la epinefrina, la metoclopramida y las benzodiacepinas, como el diazepam, pueden ser los responsables de cambios de ánimo y mal humor.
3. Ansiedad alta o reflejos bajos
Se sabe que muchos fármacos afectan directamente a nuestras respuestas cognitivas y favorecen el grado de estrés causando los siguintes estados emocionales:
- Ansiedad. Suele darse por factores externos relacionales, pero también existe una de tipo “endógeno” (por causas internas) que tiene que ver con las alteraciones del sistema nervioso. Si el medicamento actúa sobre cualquiera de sus asientos neurofisiológicos, el cerebro puede hacerte responder como si estuviese expuesto a estrés.
Así, los antiasmáticos causan temblores y nerviosismo. Y los fármacos utilizados en la quimioterapia y los inmunosupresores (se recetan en caso de realizar un trasplante de órganos para evitar el rechazo) son potenciadores habituales del estrés. También se han observado casos de ansiedad tras el consumo continuado de antibacterianos y de algunos medicamentos para el corazón. - Confusión, decaimiento y falta de concentración. Hay varios fármacos que provocan estos trastornos, pero son los antidiarreicos y los antihistamínicos los que tienen este efecto con mayor frecuencia.
- Pérdida o disminución gradual de los reflejos. Suele estar relacionada con el uso de muchos medicamentos: ansiolíticos, analgésicos, hipnóticos, antihistamínicos, antidepresivos, antimigrañosos, antianginosos, estatinas, opioides, antiasmáticos y antihipertensivos.
4. Favorecen la depresión
Hay muchos medicamentos que se sospecha que favorecen la depresión. Entre ellos se encuentran los que se usan para controlar las náuseas y el vértigo (antieméticos y cinaricina), los anticonvulsivos, los broncodilatadores, ciertos antiinflamatorios, los antitiroideos, los corticoides y, en algunas mujeres, los anticonceptivos orales.
A esta larga lista se añade, según los últimos estudios, el adverso efecto de las estaninas, los antiasmáticos, de los medicamentos para controlar la hipertensión y hasta de los que combaten la calvicie.
5. Empeoran nuestra memoria
Algunos antipsicóticos comunes pueden provocar cambios cerebrales, pero la memoria también se ve afectada por medicamentos de todo tipo.
- Lapsus de memoria. Los fármacos anticolinérgicos (habituales en el tratamiento del asma y de la incontinencia) y otros que tienen este efecto, como algunos antidepresivos, la ranitidina, el diazepam, algunos inhalatorios y antihipertensivos, pueden conllevar lapsus de memoria. Esto ocurre porque estos medicamentos afectan a los niveles de acetilcolina, una sustancia fundamental para el correcto funcionamiento de la memoria.
- Pérdida de memoria activa. Del mismo modo, los ansiolíticos, los antiácidos y los antihipertensivos actúan sobre el sistema nervioso central y pueden reducir la capacidad de memoria a corto plazo.
- Disminución de la capacidad de memorizar. Dormir mal o no descansar adecuadamente afecta a la capacidad de tu memoria. Los fármacos que inducen al sueño (como las benzodiazepinas y otros psicotrópicos) hacen que el descanso no sea de calidad, ya que impiden acceder a la fase REM.
6. Favorecen la demencia y el alzhéimer
A mayor consumo de medicamentos anticolinérgicos como los antidepresivos o los indicados para la alergia o el control de la vejiga, se incrementa el riesgo de desarrollar demencia, incluyendo la enfermedad de Alzheimer.
Este efecto puede no ser reversible incluso aunque se deje la medicación. La amenaza continúa por más que pasen los años. Por último, el uso prolongado de antiácidos y de tranquilizantes también incrementa el riesgo de padecer demencia senil.
7. Pueden inducir al suicidio
El metilfenidato (principio básico del Ritalín) está clasificado por la Agencia Antidrogas de Estados Unidos como un narcótico de clase II: la misma clasificación que la cocaína, la morfina y las anfetaminas.
El metilfenidato se receta a niños con TDHA, aun cuando puede tener graves efectos secundarios y el propio fabricante advierte que causa dependencia.
De alguna manera, es como una iniciación al consumo de anfetaminas: desde hace unos años, hay informes que relacionan el metilfenidato con los pensamientos e impulsos suicidas.
Junto al Ritalín, las benzodiazepinas suelen usarse como sustitutos de drogas ilegales. Otra tendencia en alza es consumir estos medicamentos a través de posologías no indicadas: esnifando, fumando, inyectándose o ingiriendo auténticas sobredosis.
Este arriesgadísimo uso de las benzodiazepinas se extiende a los efectos que sufre el sistema central nervioso cuando se abandona el consumo, pues suele producir un cuadro sintomático de depresión, ansiedad y trastornos del sueño que cada vez se relaciona más con las tendencias suicidas de sus consumidores: los más jóvenes.