En un mundo en el que la prisa y el ruido es la norma, cada vez más personas buscan una forma de volver a lo esencial, de conectar, de encontrar paz en medio del caos. Para este fin, el zen se presenta como un refugio en medio de la tormenta de distracciones y presiones que supone el día a día de muchos de nosotros. Esta filosofía milenaria, centrada en el momento presente y en la simplicidad, parece haber encontrado una nueva relevancia en la vida moderna, brindando guía a quienes desean cultivar la calma y el equilibrio.
Uno de sus grandes defensores es Robert Waldinger, el actual director del Estudio del Desarrollo Adulto, uno de los estudios más ambiciosos hechos jamás sobre la felicidad, que bajo el cobijo de la Universidad de Harvard lleva más de ochenta años siguiendo la vida de una serie de personas para averiguar qué factores influyen más sobre la felicidad y la longevidad. Como estudioso de la felicidad, Waldinger asegura que el zen es lo que más felicidad le aporta en la vida.
¿Qué es el zen?
Antes de entrar en detalles sobre sus muchos beneficios para la salud (tanto física como mental), cabe la posibilidad de que te estés preguntando qué es esto del zen. El zen es una rama del budismo que se originó en China, y que luego se desarrolló y expandió en Japón. La palabra “zen”, en japonés, significa “meditación”, puesto que, a diferencia de otras ramas del budismo, esta pone menos énfasis en los textos sagrados y las enseñanzas verbales, enfocándose en la práctica de la meditación y en una transmisión directa de conocimientos entre maestro y discípulo.
El propio Waldinger, además de ser psiquiatra y psicoanalista, es maestro zen. Para el experto, como explica al citar a su propio maestro zen, Jonh Tarrant, “la atención es la forma más básica de amor”, y de ahí que haya dedicado buena parte de su vida a esta práctica. “Mi mujer dice que es mi gran pasatiempo”, afirmaba el director de Harvard en una entrevista, tras explicar que dedica 25 minutos diarios a esta práctica.
En definitiva, el zen es simplemente una práctica meditativa centrada en encontrar paz interior y en explorar espiritualmente nuestro mundo interno. De esa forma, podemos cultivar la conciencia en cada momento, consiguiendo una comprensión más profunda de nosotros mismos y de lo que nos conecta a los demás.
En palabras de Waldinger, “lo que la tradición zen enseña es que la contemplación nos ayuda a mantener los pies en la tierra y a enfocarnos en lo que realmente importa en la vida”.
Beneficios de la práctica zen
Además de ayudarnos a conectar espiritual y emocionalmente con el momento presente, la práctica del zen ha demostrado tener grandes beneficios para la salud física y mental. Entre ellos destacan los siguientes:
- Reduce el estrés. La práctica de la meditación zen ayuda a calmar el sistema nervioso. Gracias a ello, meditar de forma regular puede ayudar a liberar hormonas del estrés, como el cortisol, lo cual puede reducir considerablemente los síntomas de ansiedad y estrés crónico.
- Mejora la salud cardiovascular. Meditar de forma regular disminuye la presión arterial y mejora la circulación sanguínea. Al reducir el estrés y fomentar una respiración más profunda y pausada, el zen contribuye a un ritmo cardíaco más estable y a un menor riesgo de sufrir enfermedades cardiovasculares.
- Fortalece el sistema inmunológico. Estudios han demostrado que la meditación puede fortalecer la respuesta inmunitaria del cuerpo. La práctica zen, por tanto, ayuda a regular el sistema inmunológico, haciéndolo más efectivo para combatir infecciones y enfermedades.
- Mejora la concentración. La práctica de la atención plena ayuda a entrenar la mente para concentrarse en el momento presente, lo que puede mejorar considerablemente el enfoque y la memoria. Esto resulta especialmente beneficioso para la resolución de problemas y la toma de decisiones.
- Bienestar emocional. La meditación zen ayuda a desarrollar la autoaceptación y la compasión, lo cual contribuye a inducir un estado emocional más equilibrado y saludable. La práctica del zen también fomenta la capacidad de responder con calma ante situaciones difíciles.
- Mejora la calidad del sueño. La meditación reduce los pensamientos intrusivos y el estrés acumulado a lo largo del día, lo cual facilita un sueño más profundo y reparador. Además, el zen promueve una mejor relación con el descanso, ayudando a quienes padecen insomnio o problemas para dormir.
Tus primeros pasos en el zen
Si todo lo que te hemos contado te ha convencido de dar el primer paso en la práctica del zen, te vendrán bien algunos consejos para empezar. Para practicarlo, por suerte, no necesitas rituales complicados ni herramientas sofisticadas. Basta con disponer de un espacio tranquilo y una mente dispuesta a observar y a aprender.
La práctica del zen se basa en la simplicidad y la constancia, por lo que para ponerla en práctica te recomendamos seguir estos pasos:
- Busca un lugar tranquilo, en el que te sientas cómoda y asegúrate de que no te interrumpan. Puedes empezar con unos minutos al día e ir aumentando el tiempo que le dedicas a la meditación a medida que te sientas cómoda.
- Adopta una postura cómoda. Por lo general, el zen se practica sentada, con las piernas cruzadas o una silla con los pies apoyados en el suelo. Debes mantener la espalda recta y las manos en el regazo, una sobre otra, con los pulgares tocándose. Cierra suavemente los ojos o mira hacia el suelo.
- Enfócate en la respiración. Esta es la parte clave del zen. No se trata de forzar ningún ritmo especial, sino de respirar naturalmente y llevar tu atención a la forma en la que el aire entra y sale de tu cuerpo.
- Observa tus pensamientos sin juzgar. En lugar de intentar vaciar la mente, el objetivo del zen es que simplemente observes los pensamientos que van surgiendo. Deja que pasen sin juzgarlos, ni quedarte atrapada en ellos.