¿El budismo es una religión o una filosofía de vida? Esta pregunta está llena de matices, y de posibles respuestas. Depende de a quién le preguntes. Algunos dirán que es una religión, dado que incluye creencias, prácticas rituales y una comunidad en torno a las enseñanzas del Buda. Otros te dirán que se trata de meditación, atención plena y el desarrollo de la compasión y la sabiduría, por lo que se parece más bien a un estilo de vida, a una filosofía vital.

Sea como sea, lo que es indiscutible es que el budismo, como práctica y manera de entender la vida, puede mejorar tu salud física y mental. Harvard Gazette, medio oficial de la Universidad de Harvard, compartía al respecto un estudio que prueba que el budismo, y más específicamente la práctica de la meditación, puede provocar grandes cambios en la estructura del cerebro, reduciendo los síntomas de la depresión y la ansiedad. Sin embargo, aprender a meditar por cuenta propia, sin ayuda, puede ser un reto imposible de superar. Al menos, esa era mi experiencia. Por eso, me dispuse a pasar una tarde en compañía de una comunidad budista. Una sangha. Y esto fue todo lo que aprendí de ellos.

¿Qué es una sangha budista?

experiencia budista

Una sangha budista es una comunidad de personas interesadas en aprender sobre las enseñanzas del budismo y la meditación.

iStock

 La sangha es el corazón del budismo. Es una comunidad de practicantes budistas, o de personas que quieren aprender a meditar y comprender las enseñanzas del Buda (los famosos dharmas). El término proviene del sánscrito, y significa “comunidad” o “asociación”.

Las sanghas más conocidas son las que se dan en el ámbito del monasterio, aunque encontrar una de estas en Europa puede ser bastante complicado. También hay sanghas laicas, que se concentran únicamente en meditar en un ambiente mucho más informal y distendido.

Esta última es más sencilla de encontrar en occidente, y basta con que cuentes con un par de horas libres a la semana para que puedas disfrutar de sus beneficios.

¿Por qué meditar en comunidad?

Cuando nos proponemos aprender a meditar, la mayoría de los comunes mortales, nos encontramos con esta situación. Te sientas, en un lugar más o menos tranquilo, quizá emulando alguna postura que has visto por la tele, cierras los ojos y… ¿Ahora qué? Puede que escuchar alguna meditación guiada en internet te ayude, o que consigas conectar más o menos con una sensación de relajación haciendo ejercicios de respiración. Pero todo esto, por desgracia, no es meditar.

Meditar consiste en conectar con el momento presente, en observar tus pensamientos, y dejarlos ir. No luchar contra ellos. No revelarte. No enfadarte. Simplemente, estar. Conectar con la compasión y el amor universal de los que siempre hablaba el Buda. Y hacer esto sola, en casa, con una música relajante de fondo y una velita aromática sobre la mesita de noche, no es fácil.

No lo es por dos razones. Para empezar, porque meditar sin la enseñanza del budismo, es prácticamente imposible. En esta filosofía de vida, la meditación se utiliza para entrenar la atención plena con un fin muy concreto, que te explicaré más adelante.

En segundo lugar, porque para emprender este camino tan personal y único, lo mejor y más sencillo es hacerlo de la mano de personas que sepan orientarte. Es decir, necesitas un facilitador. Una persona que lleve años meditando y sepa guiarte para que encuentres tu propio sendero, que te abra las puertas a una experiencia en la que la compasión y el amor, lo son todo. Y no puede haber amor y compasión, si no hay otros con quien compartir estas emociones.

Una sola tarde en compañía de una sangha budista da para aprender grandes lecciones, como estas que comparto contigo a continuación.

Regálate un momento para ti misma

En el budismo, la meditación es una barca que cruza un río. En una orilla, en la que estamos todos aquellos que no meditamos, se encuentra el sufrimiento. En la otra, el Nirvana. El sufrimiento forma parte inevitable de la vida, pero Buda pensaba que el ser humano era el único animal que sufría dos veces. Porque cuando algo nos duele, cuando tenemos una enfermedad o pasamos por momentos complicados, nos preguntamos por qué. Sentimos que es injusto. Tenemos rabia y odio en el corazón.

El budismo plantea que, por medio de la meditación, podemos trascender estas emociones, abrazar el amor, comprender que, en realidad, lo único que existe es el presente.

Y esta fue la primera lección que aprendí en la sangha. El facilitador nos invitó a todos a cerrar los ojos, a regalarnos unos segundos de atención plena. No importa lo que suceda fuera de la sangha, todo eso puede esperar.

Lo importante durante la meditación es comprender eso. No importa si tienes problemas económicos, familiares, en tu relación de pareja o en el trabajo. Puedes regalarte a ti misma cinco minutos para cerrar los ojos y respirar, sin que todo ese ruido resuene en tu cabeza.  

Mira la taza de té

La siguiente actividad que me abrió los ojos en la sangha fue la ceremonia del té. Como sabes, el budismo es originario de oriente, donde la práctica del té es habitual en muchos países. Por eso una de las actividades que se realizan de forma habitual es compartir una buena taza caliente y un aperitivo dulce.

Durante la ceremonia, el facilitador nos pidió que mirásemos la taza. "Mirad la taza, e intentad ver la nube. El río. Al hombre que cultiva el té. A quien lo cosecha, lo transporta, lo vende y, finalmente, lo prepara." Ver todo aquello en ese pequeño vaso de té, te hace sentir inmensamente agradecida por lo que vas a beber.

La comida es algo muy importante en el budismo, porque gracias a ella estamos vivos. Así que, en las sanghas, el momento de comer es en sí mismo un espacio abierto a la meditación.

La próxima vez que comas, prueba a hacer esta meditación. Mira tu plato e imagina todo lo que ha tenido que suceder para que estés ahí, en ese momento, disfrutando de su sabor, nutriendo tu cuerpo. Y da las gracias, por sencillo que sea, por todo lo que tienes en la mesa.

 Tú eres tu propio Buda

Durante una de las meditaciones que hicimos en la sangha, uno de los facilitadores presentes citó una de las frases más famosas del budismo: “Si encuentras al Buda, mátalo.”

Esta frase, que parece críptica e incluso amenazante, nos intenta advertir sobre algo muy importante. Solo tú puedes ser tu propio Buda, entendiendo esta palabra como “maestro”. Tu cuerpo es sabio, escúchalo.

Cuando creas que estás en el camino correcto, en cualquier área de tu vida, por estar siguiendo los pasos de alguien que crees experto, experimentado y sabio, “mata al Buda”. No puedes vivir tu vida siguiendo los pasos de nadie, tan solo los tuyos. Tu cuerpo, tus emociones y tus pensamientos te guiarán mejor que cualquier experto, si sabes escucharlos.

Naturaleza, alimentación y otros buenos hábitos

Al acabar la jornada, tras todos estos momentos reveladores y otros tantos que no caben entre estas palabras, los facilitadores quisieron lanzarnos un mensaje más. De nada sirve cultivar la mente, por medio de la meditación, si no la cultivamos tan bien por medio de la lectura. Y de nada sirve cuidar la mente, si no cuidamos el cuerpo, con una alimentación saludable y ejercicio físico.

El budismo, al igual que otras tantas disciplinas orientales, pone la armonía y el equilibrio en el centro de todo. Si no te cuidas, en todos los aspectos posibles, no conseguirás alcanzar eso que los budistas llaman Nirvana: la paz interior.

Así que esta es tu señal para que te regales un momento, conectes con el presente, con la gratitud, con la compasión, y empieces a cuidar de tu cuerpo y de tu mente como merecen. Quizá el lugar ideal para hacerlo sea una sangha budista, pero estoy segura de que hay pequeños pasos que puedes dar en este mismo momento, en la comodidad de tu hogar, si escuchas a ese gran maestro que tienes dentro.