Antes de empezar, es fundamental entender que es a través del neocórtex, nuestro cerebro racional, por donde nos han metido la información de que nuestra sexualidad es sucia y de que no debemos intentar darnos placer moviendo el útero.
Así que también será a través del neocórtex como podremos cambiar la grabación boicoteante que anida en nuestras mentes. Informarnos, aprender cómo es nuestra sexualidad y desaprender lo que nos enseñaron mal es el primer paso.
Libérate de los mitos sobre el orgasmo femenino
La postura importa. ¡Y mucho! Debemos empezar a desencarcelar nuestro útero en la cotidianidad: sentarnos con las piernas abiertas, ponernos en cuclillas con el perineo lo más cerca posible del suelo, intentar cerrar lo mínimo las piernas en nuestro día a día... Es importante no cruzar las piernas cuando nos sentamos: esta postura aprieta al útero, además de torcer nuestras caderas.
Para que este cambio de paradigma siga su curso, debemos dejar de impedir que las jóvenes sigan sus pulsiones naturales para mover el útero, que es lo que nos hicieron a nosotras y lo que, sin saber el alcance de nuestras palabras, les hacemos a las jóvenes de hoy. Les decimos que se sienten bien, que cierren las piernas, que no balanceen sus caderas en los brazos del sofá, que no se toquen...
Son mensajes que reprimen la experiencia de vivir las pulsiones sexuales innatas femeninas y no nos permiten ser conscientes de nuestro útero.
El poder de nuestra creatividad en la cama
Existen actividades que pueden ayudarnos mucho en este proceso de reconexión, algunas de lo más creativo:
- Buscar imágenes de úteros, fijarnos en sus formas y su estructura, y después intentar localizarlo lo más exactamente posible en nuestro cuerpo.
- Pintar o modelar úteros. No hay que ser una gran artista para atreverse a crear. Es una pieza para nosotras, no para una exposición internacional (¿o sí?). Podemos hacerlos superrealistas o de lo más abstracto. Mi hijo insiste en que el primer modelo en barro que yo realicé es una pata de pollo. Bueno. Es mi primer modelado y lo amo.
- Ver vídeos de medusas y pulpos, por ejemplo, es muy útil. Podemos observar sus movimientos suaves y fluidos e imaginarlos dentro de nosotras.
Mueve tu cuerpo, siéntelo, vibra
Quizá ya practicas una actividad en grupo con la que trabajas la expresión corporal o que te ayuda a “soltar” tu cuerpo. Si no, hay ejercicios muy sencillos que puedes hacer en casa:
- Túmbate boca arriba, dobla las piernas con las plantas de los pies en el suelo y abre las rodillas. Quédate un rato así, respirando profundamente y mandando el aire a las caderas. Relájate poco a poco y notarás cómo las rodillas se van acercando al suelo.
- En la misma posición, agárrate las rodillas y acércalas al pecho. Haz unas respiraciones profundas “hinchando” la cadera. Suelta las rodillas y, con las piernas aún dobladas, déjalas caer a un lado. Súbelas y déjalas caer hacia el otro. Así el útero se mueve de lado a lado.
- Siéntate cómodamente, cierra los ojos, sonríe, inspira lenta, suave y profundamente. Al espirar, manda la energía al útero. Repite tres veces. Esta es una forma simplificada de las técnicas de alquimia sexual taoísta.
- Otras actividades que pueden resultar útiles son: la danza del vientre, la gimnasia hipopresiva, los ejercicios de Kegel y el chi kung de la mujer.
Disfrutando del sexo sin prisas
Es importante tener encuentros sexuales, con nosotras mismas o con otras personas, en los que la estimulación sea larga y lenta para darnos tiempo para poder experimentar el placer del útero. El sexo rápido es un enemigo acérrimo del orgasmo cérvico-uterino.
Como dicen los taoístas, el hombre es fuego y la mujer es agua. El fuego prende y se apaga con rapidez. El agua necesita su tiempo para entrar en ebullición, pero cuando lo consigue, tarda un rato en enfriarse.
Y finalmente, es importante creernos que es posible. Al igual que parir nos duele porque nos hemos convencido de que así es, el proceso a la inversa también funciona.
Empecemos a conectar con nuestro útero cuando sintamos placer. Imaginemos que se mueve, que tiembla. De una manera relajada. Sin presión ni ejercicios de visualización estrafalarios que nos desconecten de la vivencia del momento. Simplemente, llevando la atención allí. Si nos imaginamos que sucede, un día acabará sucediendo.