¿Prefieres la compañía de los gatos a la de los perros? Puede que hasta prefieras a los gatos antes que a las personas. No te preocupes, no eres la excepción. Según la psicología, que te gusten mucho, los gatos no tiene que ver con una extraña obsesión ni con los poderes de control mental de los felinos. Es, sencillamente, parte de tu personalidad.

Esta famosa disputa entre perros y gatos (que no tiene por qué zanjarse, hay amor suficiente para todos los amigos peludos) revela mucho más de tu personalidad de lo que podrías imaginar. Hoy te contamos cuáles son los rasgos claves de aquellas personas a las que le gustan mucho los gatos.

Un carácter independiente

De todas las posibles mascotas (o compañeros de vida peludos) que puedas imaginar, no hay ninguno tan peculiar como el gato. Te convierten en esclavo de sus necesidades, te desprecian si los despiertas y solo buscan tu compañía cuando ellos quieren. Nada de correr a tu llamada y tumbarse de espaldas rogando mimos, como hacen los perros. Y, sin embargo, algunas personas estamos completamente enamoradas de estos felinos domésticos. Pero ¿por qué?

La psicóloga británica Verónica West tiene varias explicaciones para este amor profundo hacia los gatos. La primera de ellas tiene que ver con un carácter principalmente independiente.

Las personas a las que le gustan los gatos, explicaba la psicóloga para The Mirror, aprecian su espacio personal por encima de lo que lo hacen otras personas. Además, valoran más aquellas relaciones que no requieren de una atención constante. Aquellas que no se deterioran si se deja pasar el tiempo entre encuentro y encuentro. Aquellas que se basan, en definitiva, en la independencia.

Estas personas saben llevar un equilibrio saludable entre cercanía y autonomía, lo que encaja a la perfección con el peculiar carácter de los gatos.

Una mente curiosa y creativa

Las personas a las que le gustan los gatos tienden a estar más abiertos a la experiencia que el resto, explica el psicólogo Samuel D. Gosling. Este tipo de perfiles están abiertos a nuevas ideas y experiencias, compartiendo con sus amigos felinos esa gran curiosidad por el mundo que les rodea.

Además, y en esto coincide también la psicóloga Verónica West, aquellos que prefieren a los gatos tienden a tener una mayor sensibilidad artística, y una personalidad más creativa. También tienen un estilo de vida más introspectivo, que les permite conectar mejor con sus emociones y su mundo interno. Quizá por eso prefieren la silenciosa y tranquila compañía de los gatos, frente a la hiperactividad de los perros u otras mascotas.

El arte del amor sutil

Una de las grandes preguntas que se hacen aquellos que no tienen gatos, y en especial aquellos que los desprecian, es, ¿cómo se puede querer a un animal que no demuestra amor? Quienes cuidamos de felinos, sabemos que esto no es del todo cierto. Los gatos tienen su propio lenguaje del amor, basado en actos tan sutiles como pestañeos, ronroneos, maullidos y miradas.

Este es, precisamente, uno de los rasgos que destaca Wast de aquellos que prefieren a los gatos. Son personas que se manejan mejor con interacciones de baja intensidad, con un tipo de afecto más sutil. Tienen menos necesidad de conseguir la gratificación externa y la validación de los demás.

Esto los convierte, explica la experta, en maestros del “amor silencioso y del afecto en sus propios términos”.

Humor, paciencia y límites

“Amar a una criatura que puede mirarte con desaprobación solo porque estornudaste, demuestra que puedes manejar el descaro y que, probablemente, tienes un gran sentido del humor”, afirma Verónica West, que asegura que los amantes de los gatos deben contar con un particular sentido del humor y una poderosa filosofía de la paciencia.

El gato, a diferencia de otros compañeros peludos, marca su propio ritmo en la interacción, y este debe respetarse por encima de todas las cosas. Es por eso por lo que la psicóloga británica afirma que quienes los valoran muestran una clara afinidad por las relaciones en las que impera el respeto mutuo. Sin duda, son personas con una disposición particularmente abierta a conectar de formas únicas.