Todos conocemos a alguien que habla a un volumen desmedido de forma habitual. Personas que, por alguna razón, parecen no poder hablar en un tono de voz más bajo. Las causas pueden ser múltiples, desde problemas en el oído hasta rasgos de la personalidad. Pero hoy no nos referimos a estas personas en particular, sino a todas aquellas que tienden a alzar la voz a la menor provocación. ¿Por qué lo hacen?

Si te ves reflejada en estas palabras o conoces a alguien que encaje a la perfección con esta descripción, lo que te traemos hoy te interesa. Porque te vamos a contar, desde el punto de vista de la psicología, que posibles explicaciones existen para este comportamiento.

Impulsividad y falta de regulación emocional

Si te pedimos que pienses en alguien que está gritando, y te preguntamos cómo se siente esa persona… ¿En qué emoción piensas? Las dos respuestas más habituales son enfadado o excitado. Y no vas desencaminada con tu respuesta. Porque la primera explicación que le da la psicología a esta forma de hablar tiene que ver con la falta de regulación emocional.

Gritar puede ser una reacción impulsiva ante un entorno que percibimos como poco agradable, indiferente u hostil. En estos casos, cuando gritamos no siempre estamos intentando agredir. En muchos casos, el grito aparece como mecanismo de defensa ante la pérdida de control. Como acto de defensa ante esa sensación de no estar siendo escuchados o valorados.

Como si, al alzar la voz, fueras a conseguir que al fin esa persona con la que estás discutiendo pudiera entender lo que intentas comunicarle. Por supuesto, no suele dar resultados.

La voz alta también aparece en otros casos de desregulación emocional, como cuando estamos demasiado contentos o excitados. Basta con mirar a un grupo de adolescentes que esperan a la puerta de un concierto para darse cuenta.La frustración o la tristeza, así como otras emociones, también pueden estar detrás de este comportamiento.

El control en las conversaciones

El tono de voz que usamos para comunicarnos dice mucho de nosotros. Así lo demuestra el Laboratorio de Análisis Instrumental de la Comunicación sobre locución e imaginario de la Universidad Autónoma de Barcelona. Tras diversas investigaciones establecieron, por ejemplo, que un tono de voz muy grave transmite una sensación sombría. Y que una voz firme y segura, nos hace pensar que quien nos habla es importante o distinguido.

Pero ¿qué pasa cuando subimos el volumen en una conversación? Dejando de lado la desregulación emocional, elevar el tono de voz puede ser un signo de que intentamos “ganar” en la conversación. Es decir, que estamos intentando ejercer el control sobre el diálogo por medio del tono de voz, intentando imponer nuestro punto de vista de esta forma.

Este método, sin embargo, está lejos de ser efectivo. Hablar más alto no te da la razón, y aunque en ciertos momentos pueda hacer sentir intimidado al interlocutor, achantándolo, no es una práctica saludable ni una forma asertiva de comunicarse. De hecho, puede tener un impacto bastante negativo sobre las relaciones interpersonales, y muchos expertos aseguran que esta conducta se relaciona con una baja autoestima.

Herencia familiar

Para acabar, algunos psicólogos aseguran que hablar a gritos puede ser una herencia familiar. Si en casa, tus padres solían hablar a gritos, bien para imponer su opinión, por falta de regulación emocional o, sencillamente, por costumbre, es posible que estés replicando este comportamiento.

Esto, por más natural que sea, puede convertirse en un problema. Aunque en tu casa no se interprete como algo negativo, hablar a gritos, para el resto del mundo podría ser un signo de agresión, falta de educación o, simplemente, una costumbre molesta.

Por suerte, es un patrón que se puede corregir si notas que está interfiriendo en tus relaciones personales.

¿Cómo dejar de hablar a gritos?

Si te has sentido identificada en algunas de estas posibles explicaciones que da la psicología al hábito de alzar la voz al comunicarnos, tranquila. Puedes cambiarlo si es lo que quieres. Aunque antes de avanzar con este apartado, es importante que aceptemos que gritar no siempre es malo. De hecho, tiene un sentido funcional. Puede ayudarnos a evitar un peligro o ser sanador en ciertos momentos, cuando no se dirige el grito a otra persona.

Dicho esto, si quieres corregir esta conducta porque le está restando calidad a tus relaciones, toma nota de lo que puedes hacer.

  • Reconoce patrones de reacción. Si gritas como reacción emocional, lo primero que necesitas es reconocer cuáles son estos patrones y por qué te llevan al punto del grito. Entender las emociones que motivan este comportamiento es fundamental para poder reconducirlo.
  • Aprende a gestionar tus emociones. Mejorar tu inteligencia emocional pasa por aprender a comprender y gestionar tus emociones, y es esencial para dejar de gritar. Puedes probar técnicas de repiración, llevar un diario para comprender lo que sucede dentro de ti cuando gritas o acudir a terapia si lo consideras necesario para mejorar tu gestión emocional.
  • Aprende técnicas de comunicación. Como hemos visto, hay ocasiones en las que gritamos porque no nos sentimos escuchados. Aprender técnicas de comunicación, como la asertividad, la persuasión, la argumentación o la negociación, puede ayudarte a mejorar tus interacciones, evitando la frustración que te lleva a gritar.
  • Asume un compromiso con el respeto. Independientemente de la razón por la que suelas gritar, comprometerte contigo misma a respetar a todas las personas (empezando por ti misma) puede ser un gran paso para reducir esta conducta. El primer paso para lograrlo es trabajar en la empatía y la escucha activa. Conectar con quienes te rodean te ayudará a abordar tus interacciones con mayor respeto, sin necesidad de imponer o reaccionar de forma desmedida en tus conversaciones.