El ser humano es una criatura rutinaria, eso es innegable. Somos nuestros hábitos, y todo lo que consigamos convertir en costumbre, lo haremos día tras día, sin preguntarnos el porqué. Esto funciona tanto para bien, como para mal. Puede servirnos para hacer ejercicio, comer bien y mejorar nuestra concentración, o para adquirir malos hábitos y costumbres poco saludables.
Si hablamos de concentración, hay un hábito muy sencillo que, desde que pongo en práctica, ha mejorado muchísimo mi rendimiento en el trabajo. Está avalado por la ciencia, y es tan fácil de poner en práctica que no tienes excusas para no probarlo. ¿Quieres saber de qué se trata?
Un hábito que activa la concentración
Lo primero que debes saber es que las rutinas ayudan al cerebro a prepararse para ciertas actividades, dado que permite que se anticipe lo que va a suceder, facilitando la transición de un estado mental a otro. Esto sucede porque el cerebro busca patrones predecibles, y cuando los encuentra, puede ahorrar energía y reducir la incertidumbre, lo que optimiza su funcionamiento.
Esto se puede utilizar para todo. Puedes hacer una rutina para antes de ir a la cama, por ejemplo, y mientras la ejecutes empezarás a sentirte cada vez más cansada y soñolienta, hasta que llegues a la cama completamente predispuesta a conseguir un descanso reparador.
También sirve para el trabajo. Ejecutar cada día la misma rutina antes de trabajar, activará el sistema de atención en el cerebro y preparará a tu cuerpo para la tarea mental, facilitando la transición entre el estado de relajación al de concentración sostenida. Cualquier hábito podría servir para este fin, pero hay uno que es especialmente efectivo por todo lo que genera en nuestra mente. Se trata de ordenar tu espacio de trabajo antes de empezar la jornada.
Ordena tu mente y tu espacio de trabajo
La Universidad de Minnesota realizó un estudio de psicología en el que demostró que un espacio de trabajo ordenado aumenta la claridad mental, mejora el estado de ánimo y reduce el estrés. Todo esto puede contribuir, sin duda alguna, a una mejor concentración.
La razón por la que sucede la encontramos, al parecer, en otro estudio realizado por el Instituto de Neurociencia de Princeton. En sus estudios, descubrieron que quienes trabajaban en un espacio desordenado, perdían concentración. Su teoría, que probaron por medio de diversos experimentos, es que los estímulos visuales del desorden, hacen que el cerebro deba hacer un mayor esfuerzo cognitivo para concentrarse. Digamos que tiene que bloquear estos estímulos, y en ese proceso pierde parte de su energía.
En cambio, en un entorno ordenado, los estímulos visuales disminuyen, y el cerebro puede centrarse en la tarea, en lugar de en el espacio que le rodea.
El desorden y la creatividad
Aunque en principio todo esto tiene mucho sentido, lo cierto es que hay un factor extra que debemos tener en cuenta. El citado estudio de la Universidad de Minnesota no solo corroboraba que un espacio ordenado contribuye a la concentración. También probaron que cierto nivel de desorden es esencial para la creatividad.
El desorden puede actuar como un catalizador para la creatividad, puesto que desafías las normas y nos permite “pensar fuera de la caja”. El equilibrio justo entre desorden y orden puede ayudar a romper la rigidez que a menudo acompaña a los espacios completamente ordenados, donde se espera seguir patrones y convenciones sociales. La desorganización ajustada, por el contrario, puede fomentar un pensamiento más abierto, que es crucial para el proceso de innovación y creación.
La incapacidad de ordenar
El hábito, en sí mismo, parece sencillo. Basta con dedicar unos minutos al inicio de la jornada para ponerlo todo en orden y hacer que tu ambiente sea más cómodo. Puede que no necesites un espacio perfectamente organizado, y requieras de algo de desorden creativo. Eres dueña de tu espacio, y eres tú quien debe encontrar el punto justo en el que tu mente fluye.
Pero, ¿qué sucede si te sientes incapaz de ordenar? Un estudio realizado por la Universidad de California demostró que la relación entre el espacio de trabajo y el estado mental es bidireccional. Es decir, que si bien un espacio ordenado contribuye a una reducción del estrés, aquellas personas que sufren problemas de ansiedad o depresión, tienden a permitir que sus espacios estén más desorganizados.
Es posible que el primer día que te enfrentes a este nuevo hábito sientas cierta resistencia, en especial si estás atravesando un momento personal complejo. Pero vencer esa resistencia y poner orden a tu espacio de trabajo te permitirá, poco a poco, apoderarte de esa relación bidireccional, y hacer que tu mente acabe ordenándose también. Eso sí, debes hacerlo poco a poco, con compasión y empatía. No se trata de juzgarte por no mantener cierto orden, sino de integrar este hábito en tu vida diaria como una forma de autocuidado.