Para algunas personas las películas de miedo y terror ejercen una hipnótica fascinación y no hay nada que les guste más que zambullirse en un mundo de terror, hundirse confortablemente en su sofá y olvidarse del mundo mientras el pulso se dispara, el corazón se desboca y pegan saltos en el sillón junto a un sabroso bol de palomitas.
Otras en cambio, conocedoras de que éstas películas tienen un profundo impacto emocional, optan por desterrarlas porque su sensibilidad hace que sus miedos naturales se disparen. Pero, ¿por qué a tantos nos gusta tanto un buen susto?
Qué nos atrae de las películas de miedo y terror
¿Por qué nos atraen y entretienen estas películas cuando nuestra tendencia natural es a buscar el principio placer con denuedo y a evitar las sensaciones incómodas y displacenteras como ya Freud nos advirtió en su día?
Parece ser que para que el terror sea un género atractivo los maestros del cine saben que deben mezclar tres componentes:
- Tensión: Proporcionar una sensación de suspense o misterio, terror, conmoción o miedo.
- Relevancia: Crear una conexión personal o cultural, aprovechar un miedo inherente como la muerte.
- Irrealismo: tener un elemento diferenciado que separa al espectador de lo que está viendo y de la realidad, permitiendo distanciarse de los hechos vistos.
Precisamente es la mezcla entre dos de estas condiciones como son relevancia e irrealismo, las que nos explicarían la curiosa contradicción acerca de por qué podemos ver películas jalonadas de sangre y horror mientras que las mismas personas huyen de ver imágenes similares en documentales de la vida real o en los reportajes de las noticias.
Sensación de miedo y suspense controlado
Clark McCauley, autor del libro Cuando la violencia en la pantalla no es atractiva explica que el hecho de que nosotros sepamos que eso que vemos “sólo son películas”, es decir, su propia naturaleza ficticia crea una distancia psicológica entre nosotros y la violencia observada que nos proporciona una agradable sensación de control. Y es que es justo esta comprensión de que lo que estamos viendo no es real la que nos ayuda a desplegar una distancia emocional que a su vez nos permite sumergirnos con seguridad en lo que estamos viendo.
Y, es precisamente estar bajo esa sensación de estar en control lo que explicaría según Dr. Goldstein que haya personas que buscan activamente estas sensaciones porque “ellos mismos tienen la capacidad de elegir el grado de atención que prestan: mucho o poco y así pueden controlar el efecto que emocionalmente tiene sobre ellos.”
De hecho, cuando nos asustamos ante un estímulo que percibimos como amenazante se activa en nuestro cuerpo 3 posibles reacciones: de lucha, huida o parálisis pero lo que hacemos cuando estamos viendo una película de terror es que nuestro cerebro evalúa rápidamente la situación y concluye: pantunflas, manta, palomitas, pijama, cómodamente tumbada en mi sofá igual a “LIBRES DE PELIGRO”. Es decir, nos permitimos el lujo de buscar sensaciones de “miedo” y “suspense” controlado porque sabemos perfectamente que estamos sanos y salvos.
Precisamente la ausencia de una diferenciación adecuada entre lo real y lo imaginario es el argumento empleado por los Psicólogos y Psicoterapeutas para aconsejar no exponer a los niños/as pequeños a este tipo de films, dado que las fronteras son más porosas y difuminadas para ellos y pueden alimentar y poblar su imaginario de miedos que les ocasionen dificultades para dormir, temor a quedarse solos en un cuarto, etc.
Emociones adversas que generan placer
En general las dos teorías dominantes que explicaban por qué nos gustan tanto estas películas:
- Una de ellas defiende que estas películas gustan tanto porque las personas no están genuinamente asustadas sino emocionadas por la película.
- Otra dice que las personas están dispuestas a soportar el terror para poder experimentar una sensación eufórica de alivio al final.
Sin embargo, un reciente estudio llevado a cabo por E. Andrade de la Universidad de California, Berkeley y Joel B. Cohen de la Universidad de Florida introducen nuevas matizaciones. Estos autores sostienen que es necesaria una reevaluación cuidadosa de la suposición original de que las personas somos incapaces de experimentar afectos positivos y negativos simultáneamente.
Defienden que los espectadores de películas de terror “disfrutan ser infelices porque las personas experimentan emociones positivas y negativas simultáneamente. Les encanta sentirse asustados y no sienten sólo sensación de alivio cuando desaparece la amenaza sino que para ellos “los momentos más agradables de un evento pueden ser también los más aterradores”.
Estos autores desarrollaron una metodología específica para rastrear la presencia de sentimientos positivos y negativos y descubrieron que “cuando las personas que visualizan estos films se hallan en un estado de ánimo protector, es decir se sentían suficientemente desconectados de esta experiencia o con suficiente desapego psicológico, entonces experimentaban sentimientos positivos sin dejar de experimentar terror”.
Con lo cual, vea sus películas de terror, disfrútelas y pase un buen rato confortablemente instalado en su sofá o en su sala de cine favorita porque nada de eso fue real.