La felicidad es ese deseo universal que el ser humano anhela desde que el mundo es mundo. Este estado de bienestar emocional ha sido y es objeto de estudio por parte de infinidad de investigadores y científicos de muy diversa índole, siendo psicólogos, psiquiatras y neurólogos los especialistas que han desarrollado la mayoría de teorías al respecto. 

Aunque tradicionalmente, se ha relacionado el estudio de la felicidad con la psicología, lo cierto es que desde hace décadas, el foco de este tipo de investigaciones ha virado hacia otras áreas, como la neurología. Y es que, está comprobado que la relación entre el cerebro y muy especialmente, algunas sustancias (hormonas) que segrega, y la sensación de bienestar es clara y firme. 

Hormonas de la felicidad

Las "hormonas de la felicidad" son, en parte, responsables de cómo nos sentimos. Y es que, si bien es cierto, que no podemos achacar a estas sustancias bioquímicas el 100% de nuestra tristeza, alegría, miedo o nerviosismo, lo cierto es que su influencias es algo a tener muy en cuenta. 

Las cuatro hormonas asociadas al bienestar emocional son: la serotonina, dopamina, oxitocina y las endorfinas. Con algunos matices que las singularizan, en general, se puede decir, que unos niveles adecuados de todas ellas, constituyen un eficaz escudo protector frente al desequilibrio emocional. 

En particular, la serotonina contribuye a mejorar la concentración, la autoestima, la calma y la satisfacción; la dopamina se libera cuando alcanzamos una meta o degustamos nuestro plato favorito, lo que la relaciona con la satisfacción y la recompensa; la oxitocina está íntimamente ligada a la sensación de seguridad. Además, incrementa la autoconfianza y fortalece las relaciones personales; y las endorfinas se liberan en situaciones de dolor o estrés contribuyendo a reducir uno y otro, compensándolo con incrementos en los niveles de euforia y bienestar. 

 

Tras la pista de la felicidad

Hay quienes sostienen que la felicidad está en nuestro interior, y que conseguirla no depende de factores externos. Esto significa que deberíamos ser felices independientemente de las circunstancias que nos acompañen. Una teoría que nos habla de actitudes frente a la vida, más que de sucesos o cosas tangibles. Algo, sin duda, que se ha de contemplar. Ahora bien, existe otro factor que no podemos dejar de lado y que se relaciona con la biología, y más concretamente, con el cerebro y su funcionamiento. Está comprobado que este órgano está remodelándose y adaptándose constantemente en función de las experiencias que vivimos. 

Se sabe que se crean nuevas conexiones neuronales. Es lo que se llama neuroplasticidad. De un tiempo a esta parte, los neurocientíficos han centrado gran parte de sus esfuerzos en aprovechar esa capacidad del cerebro para crear nuevas estructuras para que tengamos más emociones positivas y reducir en lo posible las negativas.

De hecho, cada vez hay más investigaciones que tratan de relacionar los hábitos y conductas con sus efectos a nivel hormonal, y con las emociones. En este sentido, muchos de estos estudios han identificado el área del cerebro donde se "cuecen" las emociones, entre ellas, la felicidad. Los neurólogos apuntan hacia una región situada en el centro del cerebro y llamada estriado ventral. Una investigación descubrió que las personas con mayor actividad en el estriado ventral mostraban también niveles más altos de bienestar psicológico y niveles más bajos de cortisol, la hormona del estrés.

A ser feliz, también se aprende

Uno de los trabajos más interesantes al respecto es el liderado por el doctor Richard Davidson, un neurólogo de la Universidad de Wisconsin-Madison quien defiende la idea de que la felicidad es una habilidad que se puede aprender y perfeccionar con la práctica. Algo que comparte con numerosos colegas. 

Aprender a ser feliz

Aprender a ser feliz

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El estudio se basaba en la aportación de un grupo de personas que se autocalificaban de felices. Sus respuestas condujeron a Davidson a identificar algunos de los principales hábitos que contribuyen a fomentar el sentimiento de felicidad que todos buscamos. 

Estas son los tres más relevantes:

1. Ser agradecido.  Algo tan sencillo como expresar agradecimiento puede ayudar a incrementar nuestra sensación de equilibrio y bienestar emociona. Cuando puedas, detente unos minutos y recorre mentalmente el día que has tenido. La idea es que manifiestes explícitamente las gracias por aquello que te haga sentir afortunado. Verás como este ejercicio te hace sentir bien, y eso, no es otra cosa que felicidad.

2. Cuidar de las relaciones sociales. Tanto Davidson como la mayoría de los expertos comulgan con la idea de que pasar más tiempo con amigos o familiares tiene una claro efecto positivo en nuestro estado emocional. Es, es definitiva, un antídoto frente al decaimiento, la apatía, e incluso, la depresión. 

3. Practicar meditación. El neurólogo apunta que la meditación puede cambiar la estructura y función del cerebro. Las personas que meditan de manera regular tienen más actividad en la corteza prefrontal, otra de las zonas del cerebro asociadas con las emociones positivas.

¿cómo segregar hormonas de bienestar?

Poner en práctica los tres consejos mencionados estimula la liberación de hormonas como la oxitocina o la serotonina. Algo que, según expertos como Davidson, es la antesala de la felicidad. Sin embargo, el neurólogo no se limita a estos tres puntos clave y añade estos cuatro elementos capaces de aumentar las hormonas de la felicidad:

4. Abraza tanto como puedas. Cuantos más abrazos o caricias demos, más oxitocina liberamos. ¿Y qué podemos hacer para que esta hormona inunde el torrente sanguíneo? Entre la maneras más eficaces para ello, podemos abrazar o besar a nuestros seres queridos, incluyendo, por supuesto, a nuestras mascotas. 

5. Disfruta de la naturaleza. Son muchos los motivos que respaldan esta recomendación. Entre ellos, que hacerlo favorece la segregación de serotonina. Además, está demostrado que los paseos por el campo ayudan a reducir los niveles de cortisol (hormona del estrés).

contacto naturaleza

6. Practica deporte con regularidad. Gracias al ejercicio físico, sobre todo, el aeróbico, liberamos endorfinas. También obtenemos el mismo resultado cuando nos reímos a carcajadas o comemos chocolate negro. 

7. Cultiva una afición. Leer, escuchar música, escribir, pintar... Tener una afición y practicarla es una valiosa fuente de dopamina, otra de las hormonas de la felicidad. De modo que, parece una buena idea, reservar algo de tiempo a dar rienda suelta a nuestra afición favorita.