Mercedes Sosa canta una canción absolutamente maravillosa que se llama Todo Cambia. Dice así: Cambia lo superficial, cambia también lo profundo, cambia el modo de pensar, cambia todo en este mundo.

También dice que, si todo cambia, que nosotros cambiemos no es extraño. Entonces entona un espectacular todo cambia y está durante treinta segundos cantando ese mantra sanador. 

¡Me encanta esta canción! Aunque me esté sintiendo triste, consigue calmar mis emociones y mi versión ansiosa de repente se tumba en una hamaca con un mojito a descansar. Ojalá pueda conseguir con este artículo hacerte sentir un poquito así. 

No hay felicidad si en tu vida no existe el "modo meditación"

Para mí, ese anclaje en el cambio, en la adaptación constante y en el despego es lo que es la meditación. Por eso me atrevo a afirmar que solo seremos felices meditando. 

No porque vayamos a encontrar a Felicidad sentada a nuestro lado en la sala de meditación, en silencio, con las manos en el corazón y nos vaya a susurrar su código postal para poder visitarla. 

Tampoco porque necesitemos pasarnos el día en la posición de flor de loto, sin mover ni un pelo y vibrando con el mantra “om” una vez y otra y otra. 

Más bien considero que la meditación es un modo de vida que nos acerca a sentir felicidad. Pero ¿cuál es el modo de vida de la meditación? 

Abrazar los valores de la meditación en el día a día

Si pensamos bien, el ejercicio de meditar es muy sencillo: conectar con el presente y el agradecimiento. Después, podemos complicarnos como queramos y añadir toda la parafernalia que nos vendan; sin embargo, la esencia de la meditación es esa. 

Verdaderamente, me creo que no es necesario meditar cada día una hora, si después vas por la calle maldiciendo a todo el mundo. Puedes hacer una sentada de cinco minutos cada dos días y procurar ser más comprensivo con todo el mundo; ahí estarás siendo mucho mejor meditador. 

Los logros espirituales, como meditar diez días seguidos, sirven de poco si luego somos incapaces de estar a gusto con nuestra vida.  

Entonces, ¿qué pasaría si viviéramos siempre en el presente y dando las gracias por todo? Pues que seríamos pequeños Budas andantes y felices. Básicamente, encarnaríamos la canción de Mercedes Sosa. 

La gratitud es clave

Aceptar el cambio, la impermanencia y la transitoriedad de todos los eventos de la vida es clave para aceptar el presente, pero, sobre todo, sentirte agradecido por lo que hoy tienes. Esta actitud te permite ver y sentir que el vaso está medio lleno, portándote felicidad. 

Vamos a ver cómo podemos activar ese modo de vivir y ser, por fin, felices: 

  1. La felicidad no es algo que perseguir, ni una lista de objetivos, ni de personas, ni de destinos. Es más bien un flujo de energía o algo parecido a un estado de ánimo.
  2. Se encuentra en el presente. Difícilmente te sentirás feliz si no ocupas mental y emocionalmente el espacio que está ocupando ahora mismo tu cuerpo. Con esto quiero decir que uses el peso de los huesos, los órganos, los músculos… para conectar con el lugar en el que estás: ¿quién te acompaña?, ¿cómo están estas personas?, ¿qué luz hay en la habitación?, ¿es bonito el entorno?, ¿cómo me siento?, ¿qué necesito ahora mismo?
  3. Agradece que no es poco. Si pensamos que no es suficiente, si seguimos yendo detrás de las cosas con la lengua fuera: ¿cómo vamos a ser felices, si tenemos un sentimiento constante de insatisfacción? 
  4. Y, por supuesto, acepta que todo va a estar siempre cambiando. No te apegues a los resultados, ni a los “para siempre”, más bien intenta mantener una mente curiosa y fascínate por la evolución de los acontecimientos

Los niños: Pequeños meditadores, grandes maestros

Básicamente, hay que ser más como niños: se empeñan en querer hacer las cosas por ellos mismos, se caen y se levantan, son testarudos con sus objetivos y van por la vida sin miedo de hacer amigos. Cada dos días están distintos, han crecido y aprendido palabras nuevas. 

Sin embargo, lo que más me fascina de la infancia es su capacidad por divertirse. Son auténticos, están menos condicionados por lo que sucede en su exterior y, en general, sonríen más. Y todo eso, quizás sea porque están anclados en el cambio y viven enchufados al presente. Aunque parezca que no, ellos son consciente de ello, saben que están creciendo porque eso va intrínseco en la definición de ser un niño.

La infancia vive meditando. Muchos padres me preguntan si realmente conseguirán que sus hijos mediten y mi respuesta siempre es la misma: ¿estás dispuesto a aprender de tu hijo? Porque me doy cuenta de que los verdaderos maestros de meditación son ellos, nunca dejo de aprender de nuestros mini Budas. 

Realmente, si lo pensamos bien, tiene todo el sentido del mundo, porque es la etapa de la vida en la que estamos cambiando más y en la que aceptamos el cambio con total naturalidad. 

No sé qué opinaría Mercedes Sosa de lo que te estoy contando, pero seguro que estaría de acuerdo conmigo con una cosa: incluso la meditación es cambio.