La música ha formado parte de la humanidad desde siempre. Al menos, eso es lo que afirma un experto del Laboratorio de Música de Havard. La música ha estado presente en todas las sociedades humanas de las que existen pruebas etnográficas. Pareciera, casi, como si nuestro cerebro estuviera hecho para la música.

Arthur Brooks, al igual que otros expertos que han realizado múltiples investigaciones al respecto, aseguran que es así. Quien también parecía creerlo era Shopenhauer, que afirmaba que la verdad sobre la vida es en gran medida invisible para los humanos. Solo a través de la música podemos revelar sus verdades ocultas. Así que, ponte los auriculares, dale a play y descubre cómo puedes usar la música para ser feliz según Brooks.

¿Qué sabemos sobre la música?

Más allá del discurso filosófico de Shopenhauer, sobre el que podríamos debatir largo y tendido, Brooks nos propone observar el poder de la música desde dos perspectivas. La primera, y quizá más importante, es la personal. Observa tus sentimientos y emociones cuando escuchas música. Sin duda, las canciones, los ritmos, las armonías, generan algo especial en todos nosotros. Hay algo inexplicable y hermoso en la experiencia de escuchar música, sin mayores pretensiones.

La segunda, es la científica. Y es que la ciencia ha estudiado largo y tendido esta relación entre la música y la felicidad, su efecto sobre la mente. Por ejemplo, sabemos que de cierta forma, nuestro cerebro está programado para poder usar la música para repararse.

Lo observaron así en un estudio realizado por el Berklee Music and Health Institute, que probaba que los síntomas de los pacientes con Parkinson pueden disminuir, permitiéndoles incluso caminar con mayor naturalidad, cuando escuchan una pieza rítmica, como una marcha.

Los pacientes con Alzheimer demuestran un comportamiento similar. Pueden olvidar a sus familiares, y, sin embargo, son capaces de reconocer canciones que han escuchado durante su vida. Las personas con epilepsia también pueden experimentar una disminución drástica de las convulsiones cuando escuchan ciertas piezas de música clásica, es lo que se conoce como efecto Mozart.

Aunque la música no solo nos sana. Se ha estudiado que las emociones positivas, generalmente, tienen una correlación inversa con la disonancia (entiendo esta como el conjunto de sonidos que al sonar juntos generan sensación de tensión, inestabilidad o “choque” auditivo”. También sabemos que pueden llegar a intensificar nuestras emociones.

La ciencia ha demostrado que la música alegre suele componerse con ritmos rápidos e incluyen acordes del séptimo tono. Hasta han encontrado la canción más feliz del mundo, que resulta ser Good Vibration, de los Beach Boys.

También han demostrado que el rock grunge tiene un impacto muy negativo sobre el bienestar y la felicidad, y que escuchar música triste nos ayuda a comprender mejor nuestras emociones.

Es innegable, desde el punto de vista científico, que la música influye en nuestro bienestar, tanto físico como mental, y por ello Arthur Brooks nos recomienda usarla para aprender a ser felices.

Convierte a la música en tu aliada

En un artículo publicado en The Atlantic, Arthur Brooks, gurú reconocido de la felicidad, explicaba a los lectores que Shopenhauer, que creía que la música era el oráculo que nos permitía comprender la realidad del mundo, fue un auténtico fanático de la música de Gioachino Rossini, un compositor coetáneo del filósofo, cuyas obras escuchaba siempre que tenía ocasión.

Shopenhauer no tenía un teléfono con el que reproducir todo tipo de música, por lo que tenía que acudir a las salas de concierto para escucharlo. Pero pareciera que en sus composiciones hubiese encontrado su verdadero camino hacia la felicidad.

Lo que Arthur Brooks nos propone es hacer esto mismo, componiendo nuestra propia playlist de la felicidad. Para hacerlo, ofrece los siguientes consejos:

  • Pregúntate qué quieres de la música. La ciencia ha demostrado que la música tiene dos interesantes efectos. Nos ayuda a crear vínculos sociales, cuando la escuchamos en grupo, e intensifica nuestras emociones, cuando la escuchamos a solas. En función de lo que busques conseguir con tu playlist, deberás optar por música que puedas compartir con otros, o canciones que quieras escuchar en la intimidad.
  • Escúchate. Para crear la receta perfecta para tu playlist podrías acudir al conservatorio y estudiar años de música hasta descubrir cuáles son las frecuencias que generan las emociones que buscas. Pero es más rápido (y sencillo) aprender a escuchar lo que sientes con cada canción, creando tus propias listas de reproducción en base a tus sentimientos, y no a artistas o estilos musicales.
  • Sigue experimentando. A medida que hagas este ejercicio, de escuchar y sentir, se irán abriendo ante ti nuevas oportunidades de experiencias musicales. No las desperdicies. Escucha nuevos estilos, que jamás pensaste que irían contigo, y aprende disfrutando de la música.
  • Tócala tú mismo. Para acabar, Brooks cita un estudio científico que demuestra que las personas que tocan instrumentos musicales pueden sentir una especie de éxtasis. En su propia experiencia, escuchar música es mucho mejor que tocarla, pero la ciencia demuestra lo contrario. Tendrás descubrir por ti misma cuál es tu camino, viviendo la experiencia de tocar un instrumento.