Las infancias de hacer 20, 30 o 40 años no tienen mucho que ver con las actuales. La principal razón: las pantallas. Con teléfonos inteligentes, plataformas de streaming, videojuegos y tablets, la infancia ha cambiado por completo y los padres se enfrentan a nuevos retos en la crianza. En especial, en un tema que Marian Rojas Estapé defiende a capa y espada, que era muy habitual en las infancias de décadas pasadas y está, cada vez más, en peligro de extinción.
No hablamos de ninguna norma de cortesía, ni del antiguo sistema educativo, sino de algo mucho más básico: el aburrimiento, el tiempo para divagar. “Dejar a tu mente divagar puede ser un regalo para tu creatividad y tu bienestar”, asegura la psiquiatra y autora de títulos como Recupera tu mente, reconquista tu vida o Cómo hacer que te pasen cosas buenas”. El poder del aburrimiento es más urgente que nunca, y la experta nos explica por qué.
Infancias muy diferentes
Si echas la vista atrás y piensas en tu infancia es muy probable que recuerdes haber crecido en un tiempo muy distinto. Incluso los famosos zillenials, que nacieron a las puertas del siglo XXI, pueden recordar un mundo claramente diferente. La tecnología móvil era solo un proyecto de lo que llegaría a ser y en muchos hogares Internet tardaría aún algunos años en aparecer. Ahora, las cosas son muy diferentes. “Vivimos en un mundo hiperconectado, lleno de estímulos que nos mantienen ocupados a lo largo del día”, asegura Rojas Estapé.
En este mundo hiperconectado, los niños han sufrido una gran pérdida: la de las horas muertas y el aburrimiento. La infancia de décadas atrás estaba llena de momentos vacíos, de carreras en la calle y rodillas raspadas. El aburrimiento, explica la experta, es la antesala de la divagación. Y “cuando dejamos que nuestra mente divague, que viaje libremente, ocurre algo mágico: exploramos ideas nuevas, ponemos en orden nuestros pensamientos y sentimientos, solucionamos problemas que nos atormentan y damos espacio a nuestra creatividad y a nuestras emociones”.
Estos momentos de pausa, de dejar la mente libre, que cada vez son más complicados de alcanzar, son esenciales para la mente creativa y para el bienestar psicológico. Así lo prueban las vidas de algunos de los inventores y científicos más importantes de la historia.
Grandes mentes aburridas
¿Qué habría sido de la humanidad sin el aburrimiento? Esta emoción, que tanto aborrecemos en el mundo moderno, es la clave de algunos de los grandes descubrimientos e inventos de la historia: la gravedad, el principio de Arquímedes o el microondas, entre otros tantos.
Rojas Estapé nos pide que pensemos, por ejemplo, en Newton y la gravedad. “Newton está en un árbol, divagando, sentado. Entonces, ve como cae una manzana y piensa, ‘anda, caen hacia abajo’. Es algo básico, pero necesitó parar, contemplar y divagar para ello”, expone la experta.
Algo similar sucede con el famoso principio de Arquímedes. Se dice que el matemático tenía que resolver un problema para su monarca. El rey Hierón II de Siracusa pensaba que un orfebre lo había engañado al fabricar su corona, mezclando plata en lugar de usar oro puro. Como el oro y la plata tienen diferentes densidades, necesitaba comprobar si la corona estaba hecha completamente del material noble sin romperla ni dañarla.
Arquímedes se dedicó en cuerpo y alma para resolver este problema, pero solo divagando consiguió resolverlo. “Arquímedes se daba baños, y cuando entraba en la bañera, el agua salía. Entonces pensó en la flotabilidad.”
Así el matemático pudo resolver el problema del monarca y dar con su famoso principio, que dice que “un cuerpo total o parcialmente sumergido en un fluido experimenta un empuje hacia arriba igual al peso del fluido despojado” gracias al cual aprendimos a construir mejores barcos, globos aerostáticos o instrumentos como el hidrómetro. “Pero se estaba dando un baño, estaba divagando”, repite Estapé, haciendo hincapié una vez más en el poder de la divagación.
Algo similar vivió Percy Spencer, explica Rojas Estapé, que inventó el microondas por accidente en 1945. El ingeniero trabajaba con tecnología de radares durante la Segunda Guerra Mundial, y llevaba en su bolsillo una chocolatina. Mientras trabajaba con el magnetrón, un dispositivo que genera ondas de radio de alta frecuencia notó que el chocolate que llevaba en el bolsillo comenzó a derretirse. Intrigado, decidió hacer pruebas con otros alimentos, dando así con la clave para uno de esos inventos sin los que no sabríamos vivir en el siglo XXI: el microondas.
Volver a divagar en el siglo XXI
En la era de la hiperconectividad parece complicado reservar tiempo para la divagación. Pero Estapé incide en la importancia de recuperar esta costumbre: “necesitas divagar y contarte cosas. Para mí, el pilar de una buena salud mental es cómo yo me cuento mi historia”. ¿Cómo podemos, entonces, recuperar el hábito de la divagación? Según la psiquiatra, la “divagación mental surge cuando yo me freno, cuando yo me aburro”.
El proceso, por tanto, pasa por aprender a aburrirnos. No recurrir al teléfono en la sala de espera del dentista, no echar un vistazo a tus mensajes en el ascensor, no ponerte un podcast mientras te duchas. Si dejas espacios en blanco, momentos en los que no haya estímulos que distraigan a la mente, esta comenzará a divagar. “Da un paseo sin rumbo, desconecta de pantallas, siéntate en un lugar tranquilo y deja tu imaginación volar”, concluye la experta en sus redes sociales.
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