La inteligencia emocional es una de las habilidades más poderosas que podemos esgrimir en la vida adulta, y el momento clave para desarrollarla (como sucede con otras tantas destrezas) es la infancia.

Gracias a esta inteligencia podemos gestionar de forma saludable nuestras emociones, algo que puede tener un gran impacto en nuestra salud mental, en nuestras relaciones personales y en nuestra vida académica o laboral.

Según un estudio realizado por la experta en educación infantil Reem Raouda, un factor clave para desarrollar la IE durante la infancia está en la forma en la que nos educan. Es decir, en los comportamientos de los padres.

Los niños con una alta inteligencia emocional suelen tener padres que aplican ciertos hábitos en su crianza. Si quieres que tus hijos crezcan como personas emocionalmente inteligentes, estos son los que más afectan al desarrollo emocional de los más pequeños según una investigación realizada con más de 200 niños. 

Entender el poder del silencio

Muchos padres sienten la necesidad de intervenir de inmediato cuando su hijo está molesto, pero los más conscientes de la inteligencia emocional entienden el valor del silencio.

Darle espacio al niño para procesar sus emociones sin interrumpirlo ni minimizar lo que siente es fundamental. Esto les enseña a autorregularse y a identificar cómo se sienten sin depender constantemente de la validación externa.

La capacidad de manejar momentos de frustración o tristeza sin solución inmediata fortalece su resiliencia emocional.

Compartir emociones de forma abierta

Los niños aprenden a expresar sus emociones observando a sus padres. Aquellos que crecen en un entorno en el que los adultos verbalizan lo que sienten, tienden a desarrollar una mayor comprensión de sus propios estados emocionales.

Escuchar a diario frases como “Estoy frustrada”, “me siento feliz” o “esto me pone triste” es suficiente para que los más pequeños normalicen sus propias emociones y aprendan a expresarlas sin reprimirlas ni exagerarlas.

Es una forma sencilla de enseñarles que las emociones son válidas y forman parte de la experiencia humana. Es enseñar con el ejemplo.

Niños jugando
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Pedir disculpas cuando es necesario

¿Recuerdas cuántas veces se disculparon contigo tus padres? Uno de los mitos más dañinos de la crianza es que los padres deben mantener una imagen de autoridad infalible que es incompatible con pedir disculpas.

Sin embargo, los niños cuyos padres se disculpan cuando se equivocan crecen entendiendo que errar es parte del proceso de aprendizaje. Decir “lo siento, me he equivocado” enseña a los pequeños la importancia de la responsabilidad emocional y fortalece el vínculo de confianza con sus padres.

Además, les ayuda a desarrollar la empatía, puesto que consiguen entender que incluso los adultos se pueden equivocar, y también pueden arreglar sus errores.

No forzar la cortesía

Aunque parezca contradictorio, obligar a los niños a decir “gracias” o “por favor”, sin que de verdad entiendan lo que significa, es contraproducente. En lugar de imponer estos hábitos, la ciencia apunta que los padres emocionalmente inteligentes los integran en su propio comportamiento.

Y es que, como nos ha demostrado repetidamente la psicología, aprendemos de lo que vemos, no de lo que se nos dice. Los niños que ven a sus padres ser amables y agradecidos de forma genuina, aprenden a replicar estas actitudes por convicción propia, y no por obligación.

Mentiras niños

 

 

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Validar las preocupaciones de sus hijos

Si tienes niños cerca, es posible que al escuchar algunos de sus problemas hayas pensado “vaya tontería”. Es normal, para un adulto los problemas de un niño pueden ser, cuánto menos, triviales.

Pero minimizar sus emociones con frases como “No es para tanto” o “Son cosas de niños” puede afectar a su autoestima y su capacidad de gestionar sus emociones en el futuro.

Lo que la ciencia nos recomienda es usar la inteligencia emocional y la empatía para tomarnos en serio las preocupaciones de nuestros hijos. Un simple “entiendo que esto te haga sentir así” puede ayudar a que los más pequeños se sientan comprendidos, validados y valorados, lo que refuerza inmensamente su seguridad emocional.

No ofrecer siempre soluciones

Cuando nos relacionamos con nuestros hijos, hermanos pequeños, sobrinos e incluso alumnos, es fácil que sintamos el impulso de querer solucionar todos sus problemas. En su mayoría son tan sencillos (desde la perspectiva adulta) que queremos hacerles la vida lo más fácil posible.

Pero en lugar de darles respuestas automáticas, si queremos que desarrollen su inteligencia emocional, debemos guiarlos para que den con sus propias soluciones. Puedes preguntar, “¿qué crees que podrías hacer?” o “vaya, esto es complicado. ¿Cómo crees que puedes solucionarlo?”.

Este tipo de cuestiones fomentan el pensamiento crítico y la autonomía, y no solo los ayuda a ser más independiente, sino que también les da la confianza que van a necesitar a lo largo de sus vidas para superar diferentes desafíos por sí mismos.

leer niños
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Aceptar el aburrimiento

En la era de la hiperconectividad, las redes sociales y los videojuegos, es esencial enseñar a los más pequeños a aburrirse. Los estudios demuestran que permitir que los niños experimenten momentos de inactividad es clave para el desarrollo de su creatividad y su autorregulación emocional.

Si dejamos de llenar cada minuto de la agenda de nuestros hijos, permitiremos que desarrollen la capacidad de entretenerse por sí mismos. Esto no solo los ayudará a ser más independientes, sino que también les dará la confianza que necesitan para afrontar ciertos desafíos por sí mismos. 

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