La mayoría de personas no goza de un buen nivel de autoestima. Durante la infancia, en el hogar y en la escuela, se reciben muchos comentarios como “puedes hacerlo mejor”, “tienes que llegar a lo más alto”, o “tienes que esforzarte más”, que calan en la conciencia hasta el punto que de adultos resuenan en el interior en cada situación de la vida.
Se enseña que para convivir con los demás, es recomendable tratarlos con amabilidad, pero pocas veces se explica que ese mismo principio es válido para las relaciones que se mantienen con uno mismo.
Sin quererse, la felicidad no existe
Cuando una persona se quiere, no sólo se siente mejor, sino que es capaz de afrontar los problemas, disfrutar de la vida y entablar relaciones más satisfactorias. Entonces, ¿por qué castigarse?, ¿por qué convertirse en el propio enemigo y en el juez más exigente?
La autoestima depende de la distancia existente entre la visión que se tiene de uno mismo y el ideal que se quiere alcanzar.
Si la distancia es grande, si se es muy perfeccionista, la autoestima se resentirá por muchas cualidades que el individuo atesore objetivamente. Podría decirse que la autoestima es la nota que uno se pone a sí mismo.
¿Qué nota te pones?
El primer paso para tratarse bien es conocerse a fondo, saber cuáles son los puntos fuertes y cuáles los débiles.
Para tener amor hacia uno mismo, se debe aprender a apreciar las propias cualidades positivas, ser consciente de las habilidades y cualidades corporales, mentales o espirituales, de los talentos que se poseen en general.
Pero en esa búsqueda se descubre inevitablemente la sombra, es decir, todo aquello que duele admitir en uno mismo. Este reconocimiento es inherente al ser humano y a la vida. Por eso, cuando se cometen errores, hay que reconocerlos sin caer en la trampa de humillarse y castigarse. Una vez admitido el fallo, se debe continuar progresando.
El razonamiento dicotómico es uno de los grandes enemigos de la autoestima. Consiste en evaluar una situación sin matices: todo es bueno o malo, correcto o equivocado. Lo cierto es que todo es relativo: una crítica puede resultar de gran ayuda y un fracaso puede enseñar más que el éxito.
abrirte a otros y seguir siendo tú mismo
Respecto a las relaciones en general con los demás, poseer autoestima implica dar crédito a las propias opiniones y confiar en la intuición. Se afronta el riesgo tanto de ser escuchados como de ser rebatidos, pero de ambas experiencias se puede aprender.
No es fácil, pero el reto está en encontrar el equilibrio entre la necesidad de sentirse acogido y valorado dentro de un grupo, y la capacidad para seguir siendo uno mismo, manteniendo la individualidad y la autonomía. Conviene buscar relaciones de igualdad, prestando ayuda y pidiéndola cuando sea necesario.
Hora de mirarte al espejo y aceptarte
Del mismo modo que para ganar autoestima deben apreciarse las propias virtudes y defectos, hay que empezar a querer el cuerpo con sus imperfecciones.
En nuestra cultura, obsesionada con la perfección y el culto a un modelo estético corporal determinado, resulta fácil ser autocrítico con la propia imagen. Querer imitar ese modelo de supuesta perfección resulta a menudo inútil y produce tensión interior.
¿Qué podemos hacer?
- Para aceptarse tal cual puede ser de ayuda dedicar cinco minutos al día a mirarse en el espejo de cuerpo entero, observando detenidamente y sin juzgarse. Quererse supone saberse huéspedes de un cuerpo que tiene una tendencia natural a la salud y un enorme potencial para mantenerla, con solo un poco de ayuda por nuestra parte.
- Una vida sexual satisfactoria potencia la autoestima. Una forma de sentirse mejor con uno mismo es familiarizarse con el propio cuerpo, explorarlo a fondo, disfrutando por ejemplo de un buen masaje. Luego, en pareja hay que dejar que el placer fluya sin inhibiciones, con toda la intensidad y la expresividad de que se sea capaz.
Darte el tiempo de celebrar los logros
Nuestra cultura privilegia el utilitarismo e incita a no tener nunca suficiente. A menudo la misma actitud consumista que se propicia hacia los objetos se tiene con uno mismo.
Acosados por la prisa y la necesidad de producir, se relegan los momentos de relajación hasta olvidar cómo se goza de ellos.
¿Cuántos jóvenes, después de terminar sus estudios, no se dan tiempo para felicitarse por el éxito y buscan inmediatamente el mejor puesto de trabajo?
valorar lo que ya tienes
Valorar lo que se tiene, renunciar a lo innecesario y conformarse con lo esencial también son actitudes rentables.
Las personas humildes que aprovechan sus cualidades y aceptan sus limitaciones tienen un nivel de autoestima elevado. En cambio, la necesidad constante de demostrar algo crea un problema de ansiedad.
Para calibrar qué actitud predomina, te puede ayudar este ejercicio:
- Elabora una lista sincera de las cosas que te obligas a hacer.
- Después reflexiona sobre si las haces por ti mismo o bien para obtener la aprobación de los demás.
Los resultados no deben constituir una excusa para humillarse una vez más, sino servir para despertar la compasión por uno mismo, para reconciliarse y comprender ese niño interior que pide tolerancia, quiere y necesita mucho cariño.
Los cuidados que solo tú (tu mejor amigo) puedes darte
Resulta muy difícil disfrutar de unas relaciones satisfactorias con los demás sin antes apreciarse y confiar en una misma. Sin autoestima, la felicidad no es posible.
El autoexamen puede servir para hallar los aspectos que cada uno debe cuidar a la hora de reforzar su autoestima.
Estos son algunos importantes consejos a tener en cuenta para lograrlo.
- Come en abundancia al menos una vez al día. Ofrecerte una comida sana, variada y equilibrada, ingerida sin prisas y, si es posible en compañía de familiares o amigos.
- Practica ejercicio con regularidad. No es bueno desconectarse completamente del cuerpo. La gimnasia, el yoga u otra actividad física pueden ayudar a mantener activa esta importante conexión.
- Crea un espacio propio. Disponer de un rincón especial para encontrarse con uno mismo ayuda a recuperar el equilibrio perdido.
- No te dejes arrastrar por la rutina. De vez en cuando conviene preguntarse si hay que cambiar algo y reorganizarse para alcanzar los objetivos.
- Hazte regalos de vez en cuando, para mimarte, para premiarte y para decirte que te quieres. Lo más frecuente es exigirse demasiado.
- Ofrécete la posibilidad de perder el tiempo. El tiempo mejor aprovechado es el que se disfruta. Dejar de correr y dedicar tiempo a actividades no productivas es una buena actitud ante la vida.
- Anota tus pensamientos. Especialmente aquellos que no te has atrevido a formular en el curso de una conversación. Aprenderás poco a poco a tenerlos en cuenta para formularlos en otra ocasión.
- Charla con gente que no pertenezca a tu círculo habitual de amigos. Te sentirás más abierto al mundo, te enriquecerán y aportarán nuevas y desconocidas perspectivas.