Cada día debemos tomar millones de decisiones. Desde elegir qué ropa vamos a ponernos hasta resolver problemas laborales complejos, la sensación de estar siempre tomando una decisión resulta completamente abrumadora. Es la idea que Rodrigo Cortés, director de cine y escritor, aborda en su última película Escape. A su protagonista, interpretado por Mario Casas, le habría aliviado descubrir la famosa ley de Falkland, que aborda de lleno este problema. La película, sin duda, acabaría de otra manera.
Pero ¿qué tiene esta ley que todo lo cura? Es tan simple como imaginar una forma diferente de hacer las cosas. Una manera de liberar la mente de su carga constante, de priorizar solo lo esencial y dejar que la paciencia tome el control. Esa es la esencia de la ley de Falkland, que al igual que la famosa ley de Murphy, siempre parece cumplirse. Puede ayudarte a recuperar el control de tu vida y a ser más feliz. Para que esto suceda, sin embargo, debes tomar una decisión: ¿te atreves a regir tu vida por la ley de Falkland?
¿Qué es la Ley de Falkland y cómo nos beneficia?
La Ley de Falkland establece una sencilla premisa y principio fundamental de todas las cosas: “si no tienes que tomar una decisión sobre algo, entonces no decidas”. Este enfoque, atribuido a la filosofía de William Falkland, sugiere que postergar decisiones innecesarias no solo ahorra energía mental, sino que también evita arrepentimientos. La ley nos invia a priorizar lo importante, a diferenciar qué es lo que realmente requiere nuestra atención.
Por ejemplo, es evidente que, si vas a cruzar un semáforo, tienes que decidir si vas a respetar la señal en rojo o no. Las consecuencias de esta decisión pueden ser graves e inmediatas. Pero… ¿De verdad necesitas decidir el lunes todos los planes del fin de semana? ¿O debes invertir tu energía mental en tomar decisiones que no te afectarán hasta pasados unos cuantos meses? Según la ley de Falkland, no. Hacerlo no solo es inútil, puede tener repercusiones negativas en tu salud mental.
Cuando decidimos demasiado se produce algo que la psicología denomina “fatiga por decisiones”, un fenómeno que descubre este desgaste mental que experimentamos al enfrentarnos a un exceso de elecciones. Esto no solo afecta a nuestra capacidad para decidir correctamente, sino que también genera ansiedad, estrés y una sensación constante de agotamiento.
La paradoja del libre albedrío
De hecho, el exceso de opciones puede ser paralizante. Es lo que se conoce como la “paradoja del libre albedrío”. Cuantas más alternativas tenemos, menos libres nos sentimos. En lugar de experimentar una sensación de empoderamiento, a menido caemos en un estado de bloqueo y ansiedad, incapaces de elegir. Seguro que te ha pasado al observar una carta inmensa de opciones deliciosas en un restaurante o al elegir qué vas a ver en Netflix.
Barry Schwartz, psicólogo y autor de The Paradox of Choice, explica que tener demasiadas opciones no solo dificulta la toma de decisiones, sino que también aumenta la insatisfacción de aquello que finalmente elegimos.
Cómo empezar a aplicar la ley de Falkland en tu vida diaria
Aplicar la ley de Falkland te ayudará a combatir la famosa paradora del libre albedrío, así como a mejorar tu salud mental. Esta ley te ayuda a priorizar lo importante, reduciendo la ansiedad y el estrés. Además, al cultivar la paciencia como parte esencial de su lógica, fomentarás tu madurez emocional y tomarás decisiones más acertadas. Para integrarla en tu vida, puedes empezar a hacer pequeños cambios en tu vida.
Una de las ventajas de esta ley es que no requiere de grandes cambios, solo de un compromiso con la simplicidad y la paciencia. Por ejemplo, imagina que estás en el trabajo y recibes varios correos urgentes. Aplicar la Ley Falkland implica analizar cuáles requieren tu atención inmediata y cuáles pueden esperar. Al hacerlo, reduces el estrés y te concentras en tareas que realmente importan.
Aunque como todo en esta vida, es más fácil decirlo, que hacerlo. Así que puedes empezar con estos pequeños cambios:
- Diferencia lo urgente y lo importante. Antes de actuar, pregúntate si la decisión que vas a tomar es necesaria en ese momento. Muchas veces, la urgencia es cuestión de percepción, y no es real. Lo urgente es aquello que, hacerlo o dejar de hacerlo, genera consecuencias inmediatas. Lo demás, puede o no ser importante, pero desde luego no es urgente. Esta diferencia se aborda fácilmente con la matriz Eisenhower.
- Retrasa las decisiones innecesarias. Si una elección no tiene un impacto inmediato o no es crucial, déjala para más tarde. Esto te dará tiempo para reflexionar y tomar una decisión más informada cuando llegue el momento. Lo cierto es que, en ocasiones, tomar decisiones antes de tiempo hará que no dispongas de información actualizada, lo que hará que tengas que cambiar de opinión más adelante o, sencillamente, tomes una mala decisión. Cada cosa a su momento.
- Crea un sistema para priorizar. Usar herramientas, como listas, agendas o recordatorios para organizar tus tareas, puede darte una ayuda visual para poner en práctica esta ley universal.
- Practica la paciencia consciente. En lugar de reaccionar de inmediato ante cualquier circunstancia, tómate unos minutos para considerar todas las opciones disponibles. Respira profundamente y analizar las posibles consecuencias que pueden marcar la diferencia.