Pionero del mindfulness en nuestro país, la trayectoria de este biólogo y doctor en Psicología es un poderoso ejemplo de la capacidad del ser humano para despertar y reinventarse. Quince años después de que viera la luz su primer libro Con rumbo propioque lleva ya más de treinta ediciones, ha publicado una nueva versión, actualizada y ampliada, bajo el título Bendito estrés (Ed.Platafoma actual).

Andrés Martín Asuero, de quien fui alumno de su MBSR –Mindfulness Based on Stress Reduction, nos concede una entrevista para revisar su trayectoria y ahondar en esta disciplina que beneficia a millones de personas.

Del mundo de los peces al budismo

En tu familia ha habido médicos, seguiste el camino de la ciencia. ¿Cuándo surgió en ti el interés por la espiritualidad?
Mi madre era discípula de Antonio Blay. Iba a sus talleres y tenía libros en casa de este pionero del crecimiento personal. Recuerdo que, de muy joven, yo conversaba con ella sobre estos temas. Por otra parte, mi bisabuelo tenía libros de yoga ya en la década de 1910.

¿Qué te hizo optar por la biología a la hora de elegir carrera?
Era mi pasión desde niño. Yo me crie en una villa en el País Vasco con jardín, donde cultivé la pasión por la naturaleza y los animales. Cuando entré en la facultad, las principales salidas eran la docencia o la investigación, y yo no estaba interesado en ninguna de ellas. Mi padre había trabajado en la piscicultura, así que empecé a estudiar los peces por mi cuenta. En tercero de carrera, creé, junto a mi profesor de microbiología, una vacuna para peces que fue la primera patentada en España.

Y acabaste en la industria de piensos para peces...
Sí, antes de acabar la carrera, tenía contrato como director técnico de una empresa multinacional del sector. En cinco o seis años era el CEO de la compañía, que me pagó incluso un MBA. Viajaba cien días al año e iba siempre agobiado. A eso se juntaba que tenía dos hijos pequeños, y mi matrimonio era una fuente constante de estrés, en lugar de un soporte. Yo estaba muy delgado, tenía dolores de espalda y problemas digestivos. En medio de esa situación, busqué refugio en el budismo.

Una salida y un cambio de vida

¿Cómo entraste en contacto con el budismo?
A través de un libro y de un amigo que me llevó a un dojo de meditación zen, aunque en aquel entonces no entendí nada. Luego mi madre me puso en contacto con un lama originario de Barcelona, Borja de Arquer, que había hecho dos retiros de tres años y era maestro de meditación. Él me aceptó como alumno e hice un retiro de siete días con él, y fue  cuando me enamoré del budismo. Era 1992, el año de las Olimpiadas, y hasta 2004 combiné mi trabajo con el budismo y la meditación, después dejé mi trabajo.

¿Cuál fue el disparador de dejar atrás tu carrera como ejecutivo?
Hubo un disparador interno y otro externo. El primero era que mi industria se había mecanizado tanto que los peces se habían convertido en un producto. Rechinaba con mi práctica budista el contribuir a la explotación de animales, lo cual generó en mí un despido interior. A eso se unió un encontronazo que tuve con el jefe de mi compañía, que decidió apretar el botón de Eject y fui despedido. Me indemnizaron generosamente y disponía de dinero para la transición, pero no sabía qué hacer. No podía aceptar lo que me estaba pasando.

Finalmente me fui a la India e hice un retiro con Goenka, el fundador del Vipassana. En ese viaje cogí una enfermedad que me hizo temer por mi vida.

La nueva vida

Lo explicas en la primera versión de tu libro Con rumbo propio.
Sí, a mi vuelta de la India, yo estaba divorciado y tenía dos hijos adolescentes a mi cargo. El dinero que cobraba del paro me daba justo para vivir. Yo estaba entonces en Mallorca y se me ocurrió hacer una hoja de excel para saber cuánto dinero necesitaban mis hijos hasta que acabaran la universidad. Hice cálculos y al final resultó que era justo la cantidad que me habían dado de indemnización.

Solo había que dejarlo en el banco e ir pagando...
Exactamente, pensé que era una señal. Podía empezar una nueva vida, sabiendo que mi decisión no iba a afectar a mis hijos. Pero aún estaba en el "y yo qué hago". Mientras le daba vueltas, estuve como voluntario para acompañar a enfermos terminales, e  iba a conferencias y talleres de espiritualidad. En una de esas jornadas, alguien me recomendó ir a estudiar mindfulness a EE.UU con Jon Kabat-Zinn, que entonces no se conocía aquí.

Y tomaste el petate para irte a Boston.
Sí, me aceptaron como interno residente en su clínica de reducción del estrés. Pasé allí un verano, volví a España y luego regresé para terminar la formación. La misma persona que me había animado a que fuera allí me recomendó que hiciera un doctorado. Me puse a ello, y Jenny Moix aceptó dirigir mi tesis sobre el mindfulness con la que me doctoraría en psicología. En medio de todo esto, la revista MenteSana pidió a John Kabat-Zinn una entrevista. Él no quiso concederla, pero les remitió a mí para que me entrevistaran.

Cuando nadie sabía qué era el mindulness...

Esa entrevista dio visibilidad a lo que hacías...
Sí, y Jordi Nadal, el propietario de Plataforma editorial, me propuso que escribiera un libro. Yo le dije que antes debía terminar el doctorado, pero él me rebatió: "Oye, ¿por qué no escribes primero un libro que van a leer por lo menos mil quinientas personas, en vez de un doctorado que van a leer cinco?". Me convenció y me puse a escribir Con rumbo propio.

¿Cómo afrontaste el reto de escribirlo?
Yo quería explicar que he vivido estrés, sé lo que es, he salido de eso y tengo una técnica para hacerlo. Pero antes de entrar con los temas del libro, necesitaba dar gracias a mucha gente que me había ayudado en este proceso. Por eso arranqué escribiendo la hoja de agradecimientos.

Es curioso que, siendo el primer libro de mindfulness en España, la palabra no salía en el título.
Era una palabreja que entonces nadie conocía. El libro salió en el 2008 y, tras establecerme en Barcelona, empecé a trabajar mi marca personal como maestro de mindfulness y reducción del estrés.

Y aún tardarías en abrir el instituto EsMindfulness, desde el que hoy impartes tus cursos...
Sí, al principio lo hacía en el Institut Gestalt. Años después, me establecí por mi cuenta. La meditación se iba popularizando gracias a artículos que se publicaban, como lo de Matthieu Ricard, "el hombre más feliz del mundo", con los encefalogramas y todo aquello. El mensaje era que la felicidad y la calma se pueden entrenar, y yo me dedicaba a eso. El mindfulness se distinguía de otras escuelas en en que había evidencia científica y eso generaba un plus de confianza.

El estrés es tu señal de alarma

Entre el primer libro, Con rumbo propio, y la nueva versión, que tiene muchas ampliaciones... ¿Por qué le pusiste de título Bendito estrés?
Durante mis veinte años dedicado a la formación, me he dado cuenta de que la crisis de la mediana edad, el momento de más estrés en la vida, es cuando las personas suelen venir a mis cursos. A través del mindfulness adquieren muchas herramientas. A algunas personas les ayuda a cambiar de trabajo; a otras, a separarse o a tomar conciencia de su salud.

He llegado a la conclusión de que el estrés no es malo en sí; es como una alarma que suena. Si tú la escuchas y haces una reflexión profunda sobre qué está pasando y qué quieres hacer con tu vida, el estrés se convierte en una valiosa guía. Se trata de, en vez de mirar hacia fuera, donde crees que está el estrés, empezar a hacerlo hacia dentro. Porque, ¿qué es el estrés? Es una resistencia ante lo que te está sucediendo.

Una herramienta para vivir con autenticidad

¿Qué les dirías a quienes les suena lo del mindfulness, que quizás incluso han intentado meditar, pero no de manera organizada?
Creo que el mindfulness es una gran herramienta para trabar amistad contigo mismo y vivir la vida como si fuera un milagro, no como una forma de ir resolviendo un problema tras otro.

Explica un poco eso...
Una de las ventajas de la meditación es que apaga una estructura del cerebro que se llama red neuronal por defecto, que es donde están tus preocupaciones, tus miedos, tu identidad, tus narrativas, todos tus rollos. Sirve básicamente para sobrevivir, pero cuando eso se apaga tienes un momento de plenitud. Entonces te das cuenta de que el universo está bien como está y que, aunque creas lo contrario, la mayor parte de las cosas de tu vida están bien.

Ese momento de plenitud, de tranquilidad, te muestra que la vida es un milagro y que es mucho más que "hacer cosas". La meditación te ayuda a descubrir todo eso.