Nuestra mente es un teatro donde ensayamos las obras que llevaremos al mundo. Según los argumentos que pongamos sobre el escenario, con sus puertas abiertas y cerradas, así será la representación ante el público. Eso incluye lo que consideramos posible o imposible. ¿Dónde está la frontera entre ambos?

La amplitud y el alcance de una vida lo determinan la cantidad de «imposibles» que nos fijamos. Hay quien, teniendo múltiples talentos, reduce su vida a un abanico muy pequeño de posibilidades, mientras que personas con menos recursos cosechan logros asombrosos.

De lo imposible a lo improbable

A veces no saber que algo es imposible es lo que hace que lo consigan, motivo por el que suelen ser perfiles intrépidos e incluso inconscientes quienes abren nuevos caminos. En todo caso, la primera batalla se libra en la mente. Así como el futbolista sin confianza en sí mismo fallará cualquier tiro a portería, quienes creen en sus posibilidades, por escasas que sean, si además son persistentes, pueden obrar milagros.

Una de las visiones más brillantes sobre este tema es la elaborada por Álex Rovira en su libro Tu mentalidad buena suerte, en el que afirma que muchas veces "renunciamos a nuestros sueños porque confundimos lo posible con lo probable y creemos que lo poco probable es imposible. No es un juego de palabras. Lo cierto es que muchas veces descartamos éxitos que pueden darse porque no resulta obvio que vayamos a alcanzarlos".

Que no te asusten tus sueños

En el libro Namasté, que escribí junto a Héctor García, recogimos un testimonio muy llamativo sobre esto. Al terminar una charla en Valencia, una asistente quiso contarnos la aventura de su hijo, que siempre había soñado con trabajar mano a mano con Richard Branson en su exclusiva Necker Island. Más concretamente, como monitor de deportes acuáticos para él y sus amigos.

Podríamos pensar que se trataba de un sueño imposible. Branson es uno de los hombres más ricos e inaccesibles del mundo; prueba de ello es que vive en una isla privada donde solo él decide quién está invitado. Puede acoger únicamente a 28 personas, y allí fue donde se casó Larry Page, el cofundador de Google, o donde Barak y Michelle Obama se retiraron tras los dos mandatos del primero en la presidencia de EEUU.

¿Cómo podía un joven apasionado por los deportes acuáticos entrar en un círculo tan exclusivo?
¿Era imposible? No, solo muy improbable.

Un atrevimiento muy afortunado

Buscando un camino para su aspiración, lo primero que hizo este soñador fue averiguar dónde compraba Richard Branson esa clase de material. Era una tienda de deportes acuáticos de Londres, donde el chico no ahorró en esfuerzos hasta ser contratado. Una vez allí, esperó a que se recibiera un pedido de Necker Island. Entonces ocultó en una tabla de surf una carta dirigida al mismo Richard Branson, donde le manifestaba su enorme deseo de trabajar para él. El magnate de Virgin debe de recibir un aluvión de propuestas por tierra, aire y mar. Podría pensarse, por lo tanto, que era imposible que el joven obtuviera respuesta. Error: era solo improbable. Veamos lo que pasó.

Un par de semanas después, recibió un correo del propio Branson. Le invitaba a viajar a la isla para entrevistarle. Al parecer, le gustó su actitud, pues una de las máximas de este emprendedor es: "Si tus sueños no te asustan es que son demasiado pequeños".

Fue contratado como monitor de deportes acuáticos, tal como deseaba, y trabajó varios años con Richard hasta que decidió marcharse para iniciar otro proyecto.

Volviendo al libro de Álex Rovira, este afirma que "cualquier cosa es realizable si apartamos de una vez la idea de que, por baja que nos parezca la probabilidad de lograrlo, no llega a la zona de lo imposible".

La magia del cisne negro

Hay iniciativas que tienen éxito precisamente porque nadie espera que tengan lugar. El escritor e investigador de origen libanés Nassim Taleb denomina "cisne negro" a un evento altamente improbable e impredecible que tiene un gran impacto y que, solo después de haber ocurrido, puede ser explicado y racionalizado.

Como ejemplos negativos se suele citar el ataque a las Torres Gemelas o la irrupción del Covid-19, pero constantemente se producen éxitos en todos los ámbitos humanos que nadie vio venir.

En el de la literatura, ¿quién podía pensar que un escritor checo lograría fama mundial con una novela publicada en 1984 bajo el críptico título de La insoportable levedad del ser? Tampoco era previsible que, tras obtener este éxito, Milan Kundera se negara a conceder entrevistas o a aparecer en público. El mundo –y las personas que lo habitan– es un lugar mucho más misterioso de lo que creemos. Por este motivo, es razonable pensar que casi cualquier cosa puede suceder.

Hace bastantes años, en una conversación con la psiquiatra Montserrat García, esta me dio esta curiosa teoría. En un aula de instituto con cuarenta alumnos, afirmaba, si eres un chico heterosexual y quieres salir con una chica, pídeselo a la más guapa y brillante de la clase. Es con ella con quien tienes más posibilidades de obtener un "sí". El motivo, argumentaba, es que la inmensa mayoría atacan los objetivos de dificultad media, con lo que los grandes retos quedan muchas veces vacantes.

La diferencia entre "no" y "todavía no"

En el segundo tomo de mi autobiografía, que se publicará en noviembre bajo el título Escrito en la Tierra, comento una reflexión que me encantó de la escritora Maggie Stiefvater, autora de novelas juveniles como Temblor.

En un viaje de promoción a Barcelona, tuve el privilegio de entrevistarla a fondo. Personalmente, me interesan mucho los inicios de las personas de éxito, todo lo que salió mal antes de dar con la tecla, de hacer "click". Hay quien llama a esta clase de fracasos "preaciertos", lo cual me parece una expresión muy afortunada.

"Si quieres llegar, sigue mejorando"

En el caso de Maggie, cuando escribió su primera novela, Lament, era solo una norteamericana de dieciséis años con el sueño "imposible" de ser publicada y leída. Recibió toda clase de notas de rechazo por parte de las editoriales, una de las cuales decía: "Querida autora, deja de mandarnos tus libros".

Después de llamar a innumerables puertas, un pequeño sello la aceptó, pero con la condición de que reescribiera la novela de cero. Muy ilusionada, la joven autora se lanzó a ello, cambiando el narrador y el escenario, así como otras recomendaciones del editor. Al entregar la nueva versión, sin embargo, tampoco gustó y la respuesta fue: "Lo siento, no te vamos a publicar".

La resiliente novelista escribió otra novela para el mismo editor, que al leerla le dijo: "Esto está mucho mejor, Maggie. ¿Por qué no utilizas todo lo que has aprendido con esta segunda para reescribir de nuevo la anterior novela?". En lugar de tirar la toalla, hizo esa tercera versión, que finalmente –seis años después– fue aceptada y luego publicada.

La lección que Maggie Stiefvater extrajo de este proceso, y que comparte con los aspirantes a autores, es: debes tomar un "no" por lo que de verdad significa: "todavía no". Si quieres llegar, ¡sigue mejorando!

Sí se puede: paso a paso para creértelo

Con estas propuestas puedes empezar a poner tu mente en modo "posible" y vivir tus sueños.

  • Registra tus viejos imposibles. Elaborar una lista de todos tus "imposibles" que no lo fueron es  una de las recomendaciones de  El método Ikigai que hacemos con Héctor García. Este ejercicio es muy útil, porque te  servirá para cuestionar lo que ahora crees irrealizable.
  • Creer en lo increíble. ¿Qué imposibles de hoy caerán? En 1876, un ejecutivo de Western Union dijo que el teléfono era "un aparato sin valor"; en 1920, el presidente de la  RCA, que "la radio no tiene utilidad comercial" y, siete años después, que nadie querría escuchar a los actores.
  • Misión posible. Las palabras pueden ser un muro o una puerta abierta.  Cada vez que te refieras a tus proyectos presta  atención a las palabras que usas. Si detectas una etiqueta mental limitante, cámbiala por otra más propicia, como pasar del "no" al "todavía no".
  • Si no lo pruebas, nunca lo sabrás.  "Muchas cosas se reputan imposibles antes de haberse realizado",  aseguraba en el siglo I el escritor y naturalista romano Plinio el Viejo.   Un buen propósito sería no llamar imposible a nada que no se haya probado.
  • Un reto semanal. "No hay nada más divertido que hacer lo imposible", decía el gran Walt Disney.  Si te lo tomas como un deporte, un buen objetivo semanal sería hacer al menos una cosa de la que te veas totalmente incapaz. Pruébalo.
  • No te desinfles al final. El 10% final para lograr algo cuesta tanta energía como el 90% inicial, advierte el  joven emprendedor Rob Kalin. Lo cierto es que muchas personas abandonan su sueño cuando están ya muy cerca de lograrlo. Sigue tu objetivo ¡hasta el final!