¿Qué le sucede a la mente humana que parece que cuanto más avanza más infeliz se siente? Cabría imaginar que en un mundo en el que la tasa de mortalidad no hace más que disminuir, la medicina sana la gran mayoría de las enfermedades (sean o no mortales) y la tecnología avanza a pasos de gigante para simplificarnos la vida, deberíamos ser todos felices. Y, sin embargo, nada está más lejos de la realidad.
Muchos psicólogos y expertos en salud mental, como Javier Iriondo, han apuntado en una misma dirección para acusar esta distancia con la felicidad. El culpable, como no, parece ser el deseo. Ya lo dijeron en el pasado figuras tan dispares como Buda, Epicuro, Nietzsche o Schopenhauer.
El deseo, el apego, el anhelo, es posiblemente el desencadenante principal de la infelicidad humana. Por suerte, Iriono nos plantea un auténtico algoritmo de la felicidad que es capaz de trascender este problema tan antiguo y universal como es el deseo.
La trampa del deseo y la ambición
“Dentro de cada uno de nosotros hay un animal insaciable que siempre quiere más”, explica Iriondo en Aprendemos juntos BBVA,la plataforma de desarrollo personal que lanzó en banco. Este deseo, como dice el experto, puede llegar a ser “una enorme fuente de conflictos.” Asegura que “muchas de las grandes frustraciones de la vida vienen de los deseos incumplidos”.
Es fácil identificarse con estas afirmaciones. ¿Quién no ha llegado a casa, agotado tras el trabajo, y con la sensación de insatisfacción latiendo en las sienes por no tener aquello que desea? La casa perfecta, el trabajo perfecto, el coche perfecto, la pareja perfecta. Y cuando tachas una de las cosas de la lista, aquellas que siguen faltando siguen pesando mucho más de lo que podemos aguantar.
Iriondo lo explica de forma sencilla, el deseo “provoca que nuestra mente se enfoque en eso que no tenemos y esto genera una sensación de carencia, de que me falta algo. Siempre que deseamos algo más hay una sensación de vacío.”
Identificado el problema, pareciera sencillo solucionarlo. Dejemos de desear, y todo arreglado. Pero no es tan fácil, porque como también nos dice el experto, “el deseo es algo natural en el ser humano”.
La parte positiva del deseo
Aunque sean muchas las razones para tachar de culpable de la infelicidad a esta bestia insaciable, es innegable que el deseo cumple una función imprescindible en nuestra vida. Así lo asegura Iriondo, que explica que “el deseo tiene un lado positivo, porque es la ilusión por alcanzar algo que necesito, que creo, que quiero, y genera una energía positiva”.
Es decir, aunque sin duda hay muchos peligros en el deseo sin medida, en la ambición por sí misma, también es importante que sigamos conectados a la pasión, a la ilusión y a los sueños. Dónde, entonces, se encuentra el equilibrio perfecto.
El algoritmo de la felicidad
Frente al deseo, hay otra gran cualidad o sentimiento humano que puede devolvernos la sensación de plenitud. Una emoción que, todos los estudios realizados así lo aseguran, es clave para la felicidad. Estamos hablando de la gratitud.
Es decir, la lucha contra el deseo, tal y como explica Iriondo, no solo pasa por “aprender a dejar de necesitar eso que no tenemos pensando que es la solución.” No. Lo que el experto nos dice es que “el algoritmo de la felicidad, en muchos casos, tiene que ver con aprender a valorar lo que sí tenemos”.
Mientras dejemos que el deseo campe a sus anchas, nuestro “enfoque está siempre en eso que me falta y siempre hay un deseo más” Por eso, Iriondo nos pide que recordemos que, si bien “los deseos son importantes”, es importante que “por encima de los deseos” aprendamos a “valorar y a dar gracias, porque es lo que te genera una sensación mayor de abundancia y no de carencia, que es lo que a veces genera el deseo”.
Con esta reflexión, el experto da solución a uno de los grandes problemas a los que nos enfrentamos en este mundo moderno. No es fácil de aplicar, porque vivimos en un entorno de atención secuestrada (por las redes, las pantallas, los ultraprocesados y otras tantas adicciones), pero es la más eficaz.
Para empezar, basta con que levantes la vista y mires todo lo que tienes a tu alrededor. Encuentra pequeñas cosas por las que dar las gracias. Agradece a las personas que tienes a tu lado, que te aman y te enseñan cada día. Agradece el techo que te protege, aunque no sea el más bonito, aunque no sea el que deseas. Agradece por todo lo que existe a tu alrededor, y agradécete a ti misma por estar aquí. Porque si lo haces, poco a poco descubrirás que tienes muchas más razones para dar las gracias que deseos sin cumplir.