En un mundo en el que el éxito y la felicidad parecen cada vez más distantes, Arthur Brooks, considerado un gurú de la felicidad, nos propone una ruta clara. La felicidad no es un regalo del destino, sino una tarea diaria que implica esfuerzo, propósito y conexión. Lejos de ser un mero estado emocional pasajero, Brooks sostiene que la verdadera felicidad es el resultado de una vida intencionada, en la que el gozo y el propósito se cultivan de forma activa.
Pero ¿cómo conseguir cultivar la felicidad en la vida? En una clase magistral ofrecida al Club Vida Interior y Liderazgo Esade Alumni, Arthur Brooks explicó los que, desde su punto de vista como experto, configuran los ocho pilares de la felicidad. Conocerlos puede cambiar tu vida si decides aplicarlos. Puede que no sea un camino sencillo, pero es una ruta clara hacia la felicidad.
La felicidad no depende de tus emociones, sino de tu esfuerzo
“No puedo cambiar la dirección del viento, pero sí ajustar mis velas para llegar siempre a mi destino”, decía el célebre actor James Dean. Esta frase convierte en metáfora todo lo que encierra el primer pilar que Arthur Brooks menciona en su clase magistral.
Es habitual que pensamos que la felicidad es algo que sentimos de forma espontánea, como si fuera una emoción que llega cuando las circunstancias lo permiten. Pero Brooks afirma que la felicidad depende más del trabajo que de los sentimientos.
Alcanzar la felicidad depende de un esfuerzo deliberado, de la construcción de hábitos que fomenten nuestro bienestar a largo plazo. Esto implica practicar la gratitud, entrenar la mente para gestionar mejor las adversidades, hacer ejercicio de forma regular y otras tantas formas de autocuidado.
De esta forma, la felicidad se convierte en una disciplina, y no es una sorpresa inesperada.
Disfruta, encuentra satisfacción y propósito
Uno de los errores más comunes que cometemos los humanos es perseguir el placer inmediato a expensas de la satisfacción profunda. En la comida encontramos un ejemplo sencillo. Una galleta de chocolate nos ofrece una gratificación inmediata, el placer de comer chocolate, azúcar y grandes cantidades de sal. En cambio, prepararnos un bol con fruta y yogur puede no ser especialmente gratificante en el momento, pero a la larga se convertirá en salud y saciedad, en energía para afrontar el día sin dificultades.
Brooks señala que, para encontrar la felicidad duradera, debemos identificar qué actividades y relaciones nos brindan satisfacción y un propósito. El disfrute se encuentra no solo en el placer, sino en aquellas experiencias que nos hacen crecer.
Cuando dedicamos tiempo a actividades que resuenan con nuestro propósito personal, como contribuir a una causa que nos importa o desarrollar nuestras habilidades, logramos el equilibrio entre placer y propósito, lo cual nos conduce a un estado de felicidad más sostenible y auténtico.
Gestiona tus deseos, no solo tus posesiones
En una sociedad en la que el consumismo domina, Brooks nos invita a replantearnos nuestra relación con el deseo como parte de este camino hacia la felicidad. La acumulación de posesiones no garantiza la felicidad. De hecho, suele provocar más estrés y ansiedad que otra cosa.
Por eso, en lugar de centrarte en obtener más cosas, Brooks sugiere que aprendamos a gestionar nuestros deseos.
Es decir, que aprendamos a ser conscientes de lo que realmente necesitamos, para poner límites a la búsqueda incesante de más. Al reducir nuestras expectativas y enfocarnos en la gratitud por aquello que ya tenemos, podemos experimentar una mayor paz interior.
Aprende de tu sufrimiento
El sufrimiento es inevitable en esta vida, pero la forma en la que respondes a ese sufrimiento define tu capacidad de ser feliz. En lugar de ver el dolor como algo a evitar, Brooks defiende que debemos aceptarlo como una oportunidad para aprender y crecer.
Cuando sufrimos podemos aprender lecciones valiosas sobre nosotros mismos, nuestras fortalezas y nuestras vulnerabilidades. Aprender del dolor es parte de la experiencia humana, y te permite desarrollar la resiliencia. Lejos de debilitarte, el dolor puede hacerte más fuerte y compasiva.
Transita el camino de la trascendencia
Con este quinto pilar, más abstracto que los anteriores, Brooks nos invita a ver más allá de la satisfacción material y del bienestar emocional. Se trata de buscar una conexión profunda con algo más grande que nosotros mismos.
La trascendencia puede encontrarse por medio de la espiritualidad, la meditación o el servicio a los demás. Pero esta búsqueda de sentido es clave para ayudarnos a superar las preocupaciones mundanas, brindándonos una sensación de pertenencia a algo más grande.
Por medio de la trascendencia, podemos ver nuestras vidas desde una perspectiva más amplia, dándonos un propósito que trasciende los logros personales y las metas inmediatas.
Cultiva amistades reales
En la era de las redes sociales, es fácil confundir la cantidad de conexiones virtuales con la calidad de las relaciones reales. Brooks, sin embargo, destaca la importancia de cultivar relaciones auténticas. Aquellas que van mucho más allá de lo superficial.
Estudios recientes han demostrado que las personas con relaciones cercanas y significativa son más felices y viven más tiempo. La amistad verdadera nos proporciona apoyo emocional, un sentido de pertenencia y oportunidades para compartir nuestras alegrías y desafíos.
Gánate el éxito y sirve a los demás
El éxito, según Brooks, no debe medirse únicamente por los logros personales o la acumulación de bienes materiales. En cambio, el verdadero éxito radica en lo que hemos ganado por medio del esfuerzo, y en la forma en la que lo usamos para servir a los demás.
El trabajo duro nos da una sensación de logro, pero es la contribución al bienestar de otros lo que realmente da sentido a nuestro éxito.
Al ayudar a los demás no solo mejoramos sus vidas, sino que también encontramos una mayor satisfacción personal y un propósito más profundo a aquello que nos hizo triunfar.
Enseña lo que has aprendido
Uno de los pilares más importantes de la felicidad, según Brooks, es compartir el conocimiento acumulado con los demás. Enseñar lo aprendido, ya sea a nivel profesional o personal, no solo beneficia a quienes nos rodean, sino que refuerza nuestro propio sentido de propósito.