Jaime Gil de Biedma está considerado uno de los poetas contemporáneos más importantes, y uno de los máximos representantes de la “generación del 50”.

Su poesía es llamada "poesía de la experiencia", aunque él mismo afirmaba que debería llamarse "de la vivencia", ya que "lo que pasa en un poema jamás le ha pasado a uno".

Sin duda, sus poesías son un regalo para el alma que no pasan de moda y por eso queremos compartir aquí contigo algunos de sus versos más inspiradores. 

Jaime Gil de Biedma, un poeta lleno de contradicciones

Nacido en Barcelona el 1929 en el seno de una familia burguesa, Jaime Gil de Biedma estudió derecho en la Universidad de Barcelona donde coincidió con el círculo de intelectuales, escritores y poetas de Barcelona de los años cuarenta y cincuenta, entre los que destacaban Gabriel Ferrater, Carlos Barral, Jorge Folch i Rusiñol, Jaime Salinas y Juan Marsé, del que fue gran amigo. 

En 1953 visitó Oxford y entró en contacto con la lírica inglesa, que marcaría significativamente su obra futura, sobre todo autores como Auden y T. S. Elliot. Su obra también tuvo influencias del simbolismo francés, especialmente Charles Baudelaire, y tuvo una gran afinidad con Cernuda. 

El autor vivió durante mucho tiempo en una profunda contradicción, mientras regentaba el negocio familiar, defendía las ideas del marxismo y de la defensa de las clases sociales. En 1959 publica Compañeros de viaje, que junto a Moralidades (1966), integran la parte más social e su poesía, con poemas llenos de denuncia política. En 1965 aparece su obra A favor de Venus, una recopilación de poemas de amor llenos de erotismo. En 1968 publica Poemas póstumos. A partir de entonces, publicará poemas para revistas literarias y sus memorias: Diario de un artista enfermo.

Murió en 1990 víctima del sida. Su obra estuvo impregnada por la crítica social, el pesimismo, el desasosiego, posteriormente el nihilismo y la desesperación, y sobre todo por el amor y el deseo homosexual.

Selección de poemas de Jaime Gil de Biedma

Los poemas de Jaime Gil de Biedma hablan sobre su preocupación por la pérdida de juventud y sobre el amor, de la destrucción de los recuerdos y de la vida en general y, sobre todo, del paso del tiempo. Esperamos que disfrutes con estos poemas, algunos de sus mejores versos. 

Loca, de Jaime Gil de Biedma

Un poema sobre el deseo y la noche, otro de los grandes temas de Jaime Gil de Biedma durante un período de su vida. 

La noche, que es siempre ambigua,
te enfurece—color
de ginebra mala, son
tus ojos unas bichas.

Yo sé que vas a romper
en insultos y en lágrimas
histéricas. En la cama,
luego, te calmaré

con besos que me da pena
dártelos. Y al dormir
te apretarás contra mí
como una perra enferma.

Noche triste de octubre, de Jaime Gil de Biedma

Poesía representativa del desasosiego que vivió el poeta durante sus últimos años. La lluvia y el otoño como mal que oscurece el alma de todos los que viven acuciados por sus preocupaciones. 

Definitivamente
parece confirmarse que este invierno
que viene, será duro.

Adelantaron
las lluvias, y el Gobierno,
reunido en consejo de ministros,
no se sabe si estudia a estas horas
el subsidio de paro
o el derecho al despido,
o si sencillamente, aislado en un océano,
se limita a esperar que la tormenta pase
y llegue el día, el día en que, por fin,
las cosas dejen de venir mal dadas.

En la noche de octubre,
mientras leo entre líneas el periódico,
me he parado a escuchar el latido
del silencio en mi cuarto, las conversaciones
de los vecinos acostándose,
todos esos rumores
que recobran de pronto una vida
y un significado propio, misterioso.

Y he pensado en los miles de seres humanos,
hombres y mujeres que en este mismo instante,
con el primer escalofrío,
han vuelto a preguntarse por sus preocupaciones,
por su fatiga anticipada,
por su ansiedad para este invierno,

mientras que afuera llueve.
Por todo el litoral de Cataluña llueve
con verdadera crueldad, con humo y nubes bajas,
ennegreciendo muros,
goteando fábricas, filtrándose
en los talleres mal iluminados.
Y el agua arrastra hacia la mar semillas
incipientes, mezcladas en el barro,
árboles, zapatos cojos, utensilios
abandonados y revuelto todo
con las primeras Letras protestadas.

En el nombre de hoy, de Jaime Gil de Biedma

En este poema, Jaime Gil de Biedma expresa su agradecimiento a los que lo han apoyado siempre.  

En el nombre de hoy, veintiséis
de abril y mil novecientos
cincuenta y nueve, domingo
de nubes con sol, a las tres
—según sentencia del tiempo—
de la tarde en que doy principio
a este ejercicio en pronombre primero
del singular, indicativo,

y asimismo en el nombre del pájaro
y de la espuma del almendro,
del mundo, en fin, que habitamos,
voy a deciros lo que entiendo.
Pero antes de ir adelante
desde esta página quiero
enviar un saludo a mis padres,
que no me estarán leyendo.

Para ti, que no te nombro,
amor mío —y ahora en serio—, 
para ti, sol de los días
y noches, maravilloso
gran premio de mi vida, 
de toda la vida, ¿qué puedo
decir, ni qué quieres que escriba
a la puerta de estos versos?

Finalmente a los amigos
compañeros de viaje
y sobre todos ellos 
a vosotros, Carlos, Ángel, 
Alfonso y Pepe, Gabriel
y Gabriel, Pepe (Caballero)
y a mi sobrino Miguel,
Joseagustín y Blas de Otero, 

a vosotros pecadores
como yo, que me avergüenzo
de los palos que no me han dado
señoritos de nacimiento
por mala conciencia escritores
de poesía social, 
dedico también un recuerdo,
y a la afición en general. 

Conversación, de Jaime Gil de Biedma

Aquí el autor habla con la muerte, de tú a tú, para recordarnos que está cerca y que podemos conversar con ella cuando queramos. 

Los muertos pocas veces libertad
alcanzáis a tener, pero la noche
que regresáis es vuestra,
vuestra completamente.

Amada mía, remordimiento mío,
la nuit c’est toi cuando estoy solo
y vuelves tú, comienzas
en tus retratos a reconocerme.

¿Qué daño me recuerda tu sonrisa?
¿Y cuál dureza mía está en tus ojos?
¿Me tranquilizas porque estuve cerca
de ti en algún momento?

La parte de tu muerte que me doy,
la parte de tu muerte que yo puse
de mi cosecha, cómo poder pagártela…
Ni la parte de vida que tuvimos juntos.

Cómo poder saber que has perdonado,
conmigo sola en el lugar del crimen?
Cómo poder dormir, mientras que tú tiritas
en el rincón más triste de mi cuarto?

¿Fue posible que yo no te supiera?, de Jaime Gil de Biedma

Un nuevo poema de amor, en este caso de amor no correspondido. 

¿Fue posible que yo no te supiera
cerca de mí, perdido en las miradas?

Los ojos me dolían de esperar.
Pasaste.

Si apareciendo entonces
me hubieras revelado
el país verdadero en que habitabas!

Pero pasaste
como un Dios destruido.

Sola, después, de lo negro surgía
tu mirada.

Himno a la juventud, de Jaime Gil de Biedma

El paso del tiempo y la pérdida de la juventud fueron obsesiones para Jaime Gil de Biedma. En estos versos añora la juventud eterna, y sobre el desespero de la vejez. 

Heu! quantum per se candida forma valet!
Propercio, II, 29, 30

¿A qué vienes ahora,
juventud,
encanto descarado de la vida?
¿Qué te trae a la playa?
Estábamos tranquilos los mayores
y tú vienes a herirnos, reviviendo
los más temibles sueños imposibles,
tú vienes para hurgarnos las imaginaciones.

De las ondas surgida,
toda brillos, fulgor, sensación pura
y ondulaciones de animal latente,
hacia la orilla avanzas
con sonrosados pechos diminutos,
con nalgas maliciosas lo mismo que sonrisas,
oh diosa esbelta de tobillos gruesos,
y con la insinuación
(tan propiamente tuya)
del vientre dando paso al nacimiento
de los muslos: belleza delicada,
precisa e indecisa,
donde posar la frente derramando lágrimas.

Y te vemos llegar: figuración
de un fabuloso espacio ribereño
con toros, caracolas y delfines,
sobre la arena blanda, entre la mar y el cielo,
aún trémula de gotas,
deslumbrada de sol y sonriendo.

Nos anuncias el reino de la vida,
el sueño de otra vida, más intensa y más libre,
sin deseo enconado como un remordimiento
-sin deseo de ti, sofisticada
bestezuela infantil, en quien coinciden
la directa belleza de la starlet
y la graciosa timidez del príncipe.

Aunque de pronto frunzas
la frente que atormenta un pensamiento
conmovedor y obtuso,
y volviendo hacia el mar tu rostro donde brilla
entre mojadas mechas rubias
la expresión melancólica de Antínoos,
oh bella indiferente,
por la playa camines como si no supieses
que te siguen los hombres y los perros,
los dioses y los ángeles
y los arcángeles,
los tronos, las abominaciones…