La luna, con su halo de misterio y su indiscutible encanto y belleza hipnótica, ha servido de inspiración a pensadores y artistas de todas las disciplinas a lo largo y ancho del mundo.

En la poesía, la luna es una musa atemporal. Su belleza etérea y profundidad simbólica resuenan en multitud de versos a través de los siglos. Y es que la luna puede representar nuestras emociones y deseos más intensos, desde el amor no correspondido hasta la llegada de la vejez, desde la inocencia hasta la soledad más intensa.

Hemos seleccionado 11 de los más bonitos poemas sobre la luna, que invitan a soñar y a disfrutar de su belleza.

A la luna, de Percy Bysshe Shelley

¿Te palidece acaso la fatiga
de contemplar la tierra y de escalar los cielos,
vagando sin ninguna compañía,
rodeada de estrellas de un linaje diferente,
sujeta a la inconstancia, igual que un ojo triste
que no halla objeto alguno digno de su perseverancia?

Este poema breve y reflexivo de Percy Bysshe Shelley personifica la luna como un vagabundo cansado y solitario y explora temas como la soledad, el cambio y la constancia en un mundo donde todo parece fugaz e insatisfactorio.

En las noches claras, de Gloria Fuertes

En las noches claras,
resuelvo el problema de la soledad del ser.
Invito a la luna y con mi sombra somos tres.

Otro poema que nos muestra la importante presencia de la luna en nuestras vidas, que actúa como amiga y compañera en los momentos de soledad.

Romance de la luna, luna, de Federico García Lorca

(A Conchita García Lorca)

La luna vino a la fragua
con su polisón de nardos.
El niño la mira mira.
El niño la está mirando.

En el aire conmovido
mueve la luna sus brazos
y enseña, lúbrica y pura,
sus senos de duro estaño.
Huye luna, luna, luna.
Si vinieran los gitanos,
harían con tu corazón
collares y anillos blancos.
Niño, déjame que baile.
Cuando vengan los gitanos,
te encontrarán sobre el yunque
con los ojillos cerrados.
Huye luna, luna, luna,
que ya siento sus caballos.
Niño, déjame, no pises
mi blancor almidonado.

El jinete se acercaba
tocando el tambor del llano.
Dentro de la fragua el niño,
tiene los ojos cerrados.

Por el olivar venían,
bronce y sueño, los gitanos.
Las cabezas levantadas
y los ojos entornados.

Cómo canta la zumaya,
¡ay cómo canta en el árbol!
Por el cielo va la luna
con un niño de la mano.

Dentro de la fragua lloran,
dando gritos, los gitanos.
El aire la vela, vela.
El aire la está velando.

Este célebre poema de Lorca entrelaza temas como la muerte, la inocencia y la presencia mística de la luna. Nos habla de la inevitabilidad del destino y de la influencia sobrenatural de la luna.

De la hermosa luna, de Safo

De la hermosa luna los astros cerca
hacia atrás ocultan luciente el rostro
cuando aquella brilla del todo llena
sobre la tierra…

Este bello poema de la poetisa griega Safo describe el profundo efecto de la luna llena en el cielo nocturno y las estrellas. Captura un momento en que la luna está en su máxima plenitud, lo que hace que las estrellas cercanas parezcan retirarse o esconderse ante su abrumador brillo.

Una clara medianoche, de Walt Whitman

Esta es tu hora, alma mía; la de tu libre vuelo hacia lo indecible.
Lejos de los libros y del arte, consumido el día e impartida la lección,
entera emerges, silenciosa y contemplativa, a considerar los temas
que más amas: 
la noche, el sueño, la muerte y las estrellas.

Whitman nos habla aquí del viaje del alma lejos de las limitaciones de la vida cotidiana, hacia un estado de profunda contemplación y exploración espiritual. La noche, el sueño, la muerte y las estrellas son temas con un profundo significado que transmiten una sensación de libertad y conexión con el universo.

¡Con qué pura y serena transparencia…, de Rosalía de Castro

¡Con qué pura y serena transparencia
brilla esta noche la luna!
A imagen de la cándida inocencia,
no tiene mancha ninguna.
De su pálido rayo la luz pura
como lluvia de oro cae
sobre las largas cintas de verdura
que la brisa lleva y trae.
Y el mármol de las tumbas ilumina
con melancólica lumbre,
y las corrientes de agua cristalina
que bajan de la alta cumbre.
La lejana llanura, las praderas,
el mar de espuma cubierto
donde nacen las ondas plañideras,
el blanco arenal desierto,
la iglesia, el campanario, el viejo muro,
la ría en su curso varia,
todo lo ves desde tu cenit puro,
casta virgen solitaria.

El poema celebra la prístina belleza de la luna y su capacidad para iluminar y transformar tanto el entorno natural como el creado por la humanidad.