Hablando hace tiempo con un familiar me di cuenta de lo poco que reflexionamos sobre qué (o a quién) comemos. Él comentaba que jamás se comería a su perro, como tampoco se comería a su conejo, porque ambos eran parte de su familia.
Sin embargo, no supo justificar por qué sí comía otros conejos pero jamás comería otros perros. Solo afirmó: "no sé, los perros no son comida".
Comer animales, una necesidad cuestionable
De los millones de especies animales que existen, solo se consideran comestibles algunas decenas.
Este hecho no solo no nos resulta curioso, sino que ni siquiera nos pregunta mos cuáles son los motivos que nos llevan a comer a algunos animales y a otros no.
No lo cuestionamos porque nuestra sociedad considera el consumo de animales como una necesidad cuando, en realidad, no lo es para la mayor parte de personas.
El carnismo hoy en día
El sistema invisible de creencias que nos condiciona a comer ciertos animales se llama "carnismo". El término fue acuñado por la Dra. Melanie Joy, autora del libro Por qué amamos a los perros, nos comemos a los cerdos y nos vestimos con las vacas (Editorial Plaza y Valdés, 2013).
En su obra, la doctora Joy demuestra cómo esta ideología distorsiona nuestros pensamientos y bloquea nuestras emociones, para que actuemos contra nuestros valores sin tan siquiera darnos cuenta.
El carnismo es posible gracias a tres mecanismos de defensa:
- Negación. Este primer mecanismo invisibiliza no solo a la propia ideología del carnismo, sino también a las víctimas. El 98% de los productos de origen animal que se consumen vienen de animales que viven encerrados y hacinados en granjas industriales, situadas lejos de núcleos urbanos. Por eso no vemos a los más de 1.200 millones de animales que son sacrificados cada semana en todo el mundo.
- Justificación. Consideramos que comer animales es normal, natural y necesario. Al haberse convertido en un hecho institucionalizado, lo interiorizamos y observamos el mundo a través de sus lentes.
- Disonancia cognitiva. Como consecuencia de lo anterior, vemos a los animales de granja como "algo" y no "alguien", como un producto y no como una vida. Y es precisamente esta disonancia cognitiva el tercer mecanismo de defensa del carnismo.
Pasar a la acción
Cuando reconocemos el carnismo nos damos cuenta de que comer animales es el resultado de un sistema opresivo generalizado, como el racismo o el machismo.
La mentalidad que permite la opresión de todas las víctimas es la misma: una mentalidad basada en la dominación, que nos lleva a creer que tenemos derecho sobre las vidas de otros seres.
Para acabar con estos sistemas de opresión, debemos no solo actuar a nivel individual (frente al carnismo, eligiendo una alimentación vegetal), sino también cambiando conciencias para lograr una sociedad en la que ningún "otro" (humano o animal) sea víctima.
Cristina Rodrigo es Manager de comunicación y proyectos de ProVeg España, organización internacional para la conciencia alimentaria que defiende una alimentación vegetal. http://proveg.com/es