Cuenta un mito griego que la ninfa Clytia se enamoró del dios Sol (Helios o Apolo), pero este sentía lo mismo por ella. Con el corazón roto, la hermosa ninfa malgastaba sus días viéndolo pasar por el cielo hasta que los dioses la convirtieron en una flor: el girasol.
Esta, la de girar buscando el sol, es precisamente una de las características más conocidas de esta bonita planta de flor amarilla que florece entre julio a octubre.
girasoles en el huerto o el jardín
El girasol (Helianthus annuus) es una planta que puede llegar a medir hasta 4 metros de alto con una gran cabeza floral compuesta, con flores oscuras en el centro y flores amarillas en la periferia, y grandes hojas verdes de forma ovalada y textura rugosa.
Originario de América, se sabe que las civilizaciones azteca e inca en Mesoamérica y América del Sur estuvieron entre las primeras en cultivar girasoles como alimento y también con fines medicinales y ornamentales. A Europa llegaron de la mano de los exploradores españoles en el siglo XVI y se popularizaron como plantas ornamentales.
En España, el verano y el principio del otoño (entre julio y octubre) es la temporada alta de floración de los girasoles.
¿Se pueden plantar los girasoles en maceta?
Los girasoles suelen ser plantas grandes y con raíces que llegan a una profundidad considerable, por lo que crecen mejor en el suelo.
Si quieres plantarlos en una maceta, conviene elegir las variedades más pequeñas (como el girasol enano) y seleccionar una maceta del tamaño adecuado para que pueda crecer bien. Otra opción es plantarla inicialmente en una maceta y, cuando crezca, trasplantarla al suelo.
El sembrado puede hacerse a finales de abril o principios de mayo, a unos 2,5 cm de profundidad y separando las semillas entre 15 y 30 cm entre ellas (en función de lo grande que sea la variedad). Requieren suelos sueltos, profundos y con un muy buen drenaje, además de rico en nutrientes.
Por lo general, a los 10 días ya verás como han germinado y en unos tres meses los girasoles habrán alcanzado su tamaño adulto.
Qué cuidados necesita el girasol
Tal y como su nombre sugiere, los girasoles necesitan muchas horas de exposición directa al sol, con lo que debes tenerlos en una zona de tu huerto, terraza o jardín que tenga al menos 6 u 8 horas diarias de sol.
Por lo que respecta al riego, los girasoles son plantas que necesitan mucha agua, en especial cuando son jóvenes. A menos que llueva mucho, debes proporcionarles aproximadamente entre 7 y 8 litros de agua por semana, en riegos frecuentes y con una cantidad moderada, con cuidado de no encharcarla para evitar que se pudran las raíces o aparezcan hongos.
También necesita abono (como compost casero o humus de lombriz) para crecer sano y producir flores grandes, en especial en la época de floración.
Por otro lado, para que los girasoles crezcan bien y el viento no los dañe, conviene usar estacas, enrejados o jaulas para sostener los tallos altos y las cabezas de las flores a medida que se desarrollan.
Debes tener en cuenta que las babosas y los caracoles pueden atacar a las plantas, en especial las jóvenes y en ambientes húmedos. Las cáscaras de huevo o repelentes orgánicos como la tierra de diatomeas pueden ayudarte a protegerlas.
Cuando cosechar las pipas de girasol
Las semillas de los girasoles (lo que llamamos pipas de girasol) no solo son un delicioso aperitivo para tomar a cualquier hora del día, también están repletas de nutrientes saludables: son ricas en vitamina E, flavonoides y otros antioxidantes, que ayudan a controlar y reducir la inflamación, contienen grasas cardiosaludables, que ayudan a reducir los niveles de colesterol LDL (el malo) y a aumentar los de HDL (el bueno), y aportan una buena cantidad de zinc y selenio, minerales indispensables para nuestras defensas, entre otros beneficios.
Si quieres recolectar las semillas de tus girasoles (ya sea para consumirlas o para volverlas a sembrar), debes esperar a que las flores se sequen en la planta, los pétalos se caigan y la parte posterior de la cabeza floral se vuelva marrón. Entonces, corta las cabezas y cuélgalas boca abajo en un lugar seco y bien ventilado para que se sequen por completo.
Frota las cabezas de las flores para que salgan las semillas, deja que se sequen bien durante un para de días y guárdalas en un recipiente hermético.