La tierra nos equilibra, nos conecta con nuestra parte más corporal y emocional, no tan mental.
"Poner los pies en el suelo" u ocuparse de cuestiones "terrenales" son expresiones que reflejan cómo el contacto con la tierra acerca a lo palpable, a una realidad más simple y primaria. "Humildad", al mismo tiempo, viene de humus, el suelo vivo.
En la naturaleza, ante la inmensidad y antigüedad del paisaje, percibimos que solo somos uno entre los miles de millones de seres que han vivido, viven y vivirán en el planeta. Dejamos de estar tan ensimismados, tan centrados en nuestros problemas...
La naturaleza nos da asimismo la medida de lo que es mucho y lo que es poco. Es pródiga pero no ilimitada. No ver de dónde vienen los alimentos y recursos como el agua lleva a darlos por sentado y a despilfarrarlos. ¿Cómo volver a conectar con la tierra para no dar por sentados esos recursos? En este artículo te damos algunas ideas.
Por qué conectar con la naturaleza
¿Y si cada vez que abriéramos el grifo tuviéramos presente que esa agua que sale a chorro también es naturaleza?
¿Y si viéramos que cada puerta de madera de una casa fue antes un árbol vivo en algún bosque del planeta?
¿Qué sucedería si al comer recordáramos que cada alimento fue un día vida y podría volver a serlo?
"Hay bastante en el mundo para cubrir las necesidades de todos, pero no para cubrir la avaricia de todos", decía Gandhi.
El hombre para subsistir necesita inevitablemente que mueran otros seres vivos, vegetales o animales.
Ante esta realidad sobrecogedora hay quienes optan por el vegetarianismo: comer vegetales se considera la opción menos dolorosa ya que estos, al carecer de sistema nervioso, al menos no sufren.
Y aunque comer carne o no sea una opción personal, se puede hacer negando la evidencia de las muertes que comporta o desde una actitud de respeto y agradecimiento hacia aquellos que mueren para que podamos seguir vivos.
Pueblos como los pieles rojas veneraban al hermano bisonte que mataban para poder comer, mientras que algunos esquimales todavía hoy vierten agua dulce en la boca de la foca para apagar su sed después de cazarla. Así desagravian a la naturaleza por haberle robado a una de sus criaturas.
La diferencia parece mínima pero puede cambiar radicalmente la forma en que se trata a los animales que se destinan a alimentación o la forma en que se explotan los cultivos, y da más argumentos a la reducción del consumo de carne y la contaminación por motivos de salud.
Conoce tu planeta para amarlo
La experiencia directa con la tierra, su conocimiento profundo, es el mejor antídoto frente al olvido de quiénes somos y de dónde venimos, y está en la base del convencimiento de que cuando se daña la naturaleza se atenta contra uno mismo.
Agricultores, pastores, artesanos, pueblos indígenas, excursionistas o naturalistas marcan un camino: enseñan que quien se acerca a la naturaleza y está dispuesto a conocerla aprende a amarla y a amarse a sí mismo, y que de ese amor nace un respeto que hace la vida más plena.
En el planeta azul que los astronautas observan desde el espacio los límites entre lo inerte y lo vivo se desdibujan. Montañas, ríos, hielos polares, yacimientos minerales... todo forma parte del sustrato del que emerge la vida.
James Lovelock se preguntaba por qué el nitrógeno y el oxígeno de la atmósfera no se dispersan en el vacío de alrededor como sucede en Venus o Marte. En su teoría de Gaia, llamada así por la diosa griega de la tierra, comparó el planeta con un organismo vivo que se autorregula y tiende al equilibrio para asegurar su supervivencia.
En Gaia no es tanto la vida la que se adapta al entorno para sobrevivir, como que la propia vida es la que influye en el entorno para mantener las condiciones ambientales necesarias para seguir ahí.
Quizá algún día el ser humano desaparecerá pero, mientras exista, el destino de la Tierra será también el suyo.
Existen muchas formas de tomar contacto con la tierra y volver a conectar así con la naturaleza para poder respetar nuestro planeta como merece.
1. Realizar una meditación sobre la hierba
- Túmbate boca arriba con las palmas hacia arriba, en actitud receptiva. Nota cómo pesa el cuerpo y cae hacia al suelo. Las briznas de hierba tal vez te distraigan; acepta sus caricias.
- Ve relajando el cuerpo, de arriba abajo, y observa cómo parece querer fundirse con la tierra. Los fluidos que lo recorren se calman y se nivelan, como el agua apacible de un lago.
- Fíjate en la cara, en el calor del sol sobre los párpados. Es el fuego que alimenta la vida en la tierra.
- Contempla también la respiración, sin modificarla. El aire entra frío y sale caliente. Lo compartes con conocidos y desconocidos, con aves y plantas... con todo el universo.
- En algún momento puede que dejes de sentir el cuerpo. Dejas de ser pero estás. Atento a tu corazón: con él late la naturaleza.
2. Caminar por la naturaleza
Caminar lleva a observar, escuchar, oler...y también simplemente a estar. Conecta con el suelo, el aire, el cielo, el sonido del agua, los animales...
Beber de las fuentes, bañarse en los ríos o recoger los frutos del bosque son formas de usar la naturaleza que resultan gratificantes y que, si se hacen con respeto, no solo no la dañan sino que acercan a ella y ayudan a conocerla.
3. Plantar un árbol
Ashoka, emperador budista de la India, animaba a sus ciudadanos a plantar y cuidar cinco árboles en su vida: uno medicinal, un frutal, uno para leña, otro por su madera y otro por las flores.
Sean cinco o uno, plantar árboles es una forma de rendir homenaje a una especie fascinante que nos procura alimento y oxígeno, abrigo y mobiliario, placer estético y diversión. Puede ser en un jardín, un huerto urbano, macetas o a través de organizaciones que promueven la reforestación.
4. Preparar pan
Hacer pan en casa permite elegir los ingredientes y controlar todo el proceso de manipulación, además de recuperar el placer por lo simple.
Se puede elegir una harina obtenida de semillas de calidad y molida en molino de piedra, por ejemplo, y amasar lentamente, disfrutando de la labor y después del resultado.
5. Aprender cerámica
El hombre ha utilizado durante siglos elementos básicos que le procura la naturaleza –barro, agua y fuego– para crear utensilios, joyas y objetos de decoración.
La cerámica conecta directamente con la tierra. Sumergirse en las formas, los colores y las texturas del barro aquieta la mente y favorece la creatividad, pero además permite ver cómo se puede dar vida a la tierra a través del trabajo con las manos.
Libros para conectar con la naturaleza
- Tú eres, luego yo soy; Satish Kumar, Ediciones I
- El planeta Tierra; Kevin W. Kelley, Ediciones Folio
- Nosotros somos una parte de la tierra; Gran jefe Seattle, J. J. de Olañeta Ed.