Cada vez es más frecuente encontrar personas que han elegido no vivir en pareja y son felizmente solteras alejadas del estereotipo de familia nuclear. Otras personas, sin embargo, a pesar de haberse pasado la vida buscando a la persona adecuada que nunca llega, viven angustiadas por no haber podido encontrarla. Creen, erróneamente, que si no logran emparejarse nunca conseguirán ser felices.
Muchas de las personas que acuden a mi consulta cumplen con este patrón. Arrastran tras de sí complicadas historias sentimentales. Han pasado la vida de relación en relación, intentando adaptarse a los deseos de los demás. Se han esforzado por agradar, por ser la pareja ideal. Pero sus relaciones han fracasado, una y otra vez.
Las relaciones de estas personas a menudo han resultado ser tormentosas, con la sumisión, la insatisfacción o los celos como protagonistas. Y aunque en ninguna de estas relaciones han logrado la tan ansiedad felicidad, perseveran. Creen que es cuestión de paciencia: aunque sufran lo insufrible por el caminio, al final llegará alguien que les completará y les proporcionará la felicidad eterna.
¿Por qué no encontramos a nuestra pareja ideal?
En realidad, la cuestión no es que sea difícil encontrar a nuestra pareja ideal. Lo que sucede es que muchas personas parten de una premisa errónea. No se trata de buscar una pareja que se adapte a nosotros, ni de ser nosotros quienes nos adaptemos a una pareja. Este tipo de relaciones están abocadas al fracaso.
Nuestro principal objetivo no debe ser buscar una pareja desesperadamente, sino liberarnos de nuestros patrones negativos, arrastrados desde nuestra infancia. Así lograremos alcanzar nuestro equilibrio emocional personal sin tenerlo que buscar fuera, sino hallándolo dentro de nosotros mismos.
Realizando este trabajo personal de liberación, lo más probable es que dejen de atraernos el tipo de personas tóxicas que nos atraían antes. Tras haber sanado nuestras heridas, no tendremos necesidad de que otros cubran nuestras carencias.
Cuando sanes tus heridas, decide si quieres pareja
Trabajando con nosotros mismos y con nuestras historias podremos alcanzar nuestro bienestar y nuestra independencia emocional. Nos sentiremos plenos, más felices y más auténticos en las relaciones con los demás. Ya no tendremos que sacrificar nada nuestro por caer bien o para que los otros no se enfaden.
Con frecuencia, cuando una persona ha llegado a este estado de bienestar consigo misma, resulta habitual que encuentre a otras personas que, a su vez, han hecho su particular recorrido personal de liberación. Puede que inicien, si es su opción de vida, una relación de pareja, pero de forma muy diferente a como lo hacía en el pasado.
Las relaciones entre dos personas libres (y liberadas) son mucho más abiertas, auténticas y naturales, ya no están mediatizadas por las necesidades o las obligaciones de cada uno.
Otras personas, tras liberarse de viejos patrones y de enseñanzas patriarcales, comprenden que, realmente, no necesitan una pareja para ser felices. Se relajan, dejan de preocuparse y forzarse por buscar pareja, y comienzan a disfrutar de la vida por ellos mismos, no a través de otros.
El caso de Susana y sus relaciones insatisfactorias
Este cambio vital fue el que realizó Susana. Acudió a mi consulta tras innumerables relaciones que terminaban siempre de forma muy desagradable. Cuando comenzaba la vida en común con su nueva pareja, ella se sentía bien, protegida y halagada por el chico con el que estaba en ese momento. Ella intentaba esforzarse por agradar y complacer a su pareja. Transcurrían algunos meses durante los cuales todo iba bien.
Sin embargo, con el paso del tiempo, ella se iba sintiendo cada vez peor. Como se callaba todo lo que pensaba que podía desagradar a su pareja, lo acumulaba en su interior. Por eso, dentro de ella se iba creando un profundo poso de malestar.
Poco a poco, Susana se percataba de que cada vez más costumbres y actitudes de su pareja le molestaban. A veces, sin siquiera ser consciente del motivo, se sentía enfadada con su pareja por cualquier tontería. Al cabo del tiempo, cuando ya no aguantaba más y las discusiones eran más frecuentes, la relación se rompía.
A lo largo de su terapia, Susana fue liberando todas las ataduras y frenos que arrastraba desde su infancia. Aprendió a escucharse más a sí misma y a expresar lo que deseaba en cada momento.
También se liberó de la obligación de agradar a los demás para que no se enfadaran (un patrón que había aprendido de pequeña al intentar agradara a su padre, un hombre autoritario y vehemente).
Cuando logró independizarse emocionalmente de los demás, la joven comenzó a mirarse más a ella misma y a dejar de atender a las necesidades de otras personas por delante de las suyas.
Tras su trabajo en terapia, Susana, gran amante de la naturaleza, se decidió a dar el paso de hacer senderismo de forma regular. A veces iba de excursión en grupo y otras ella sola. Ya no necesitaba sentirse acompañada para disfrutar de la vida, ahora disfrutaba realmente por ella misma, sin depender de los demás. Por supuesto, salía con amigos y mantenía una sana vida sexual, pero jamás con intención de tener pareja estable. La joven había comprendido que su estado ideal era conservar su intimidad para ella misma. Por fin se sentía libre.
Al igual que hizo Susana, cada persona debe encontrar su equilibrio personal. Esto implica no dejar nunca de sentirnos libres con nosotros mismos.