Los dientes son nuestro órgano más duro, portador de nuestra identidad profunda. Permiten identificar a una persona cuando todo lo demás ha desaparecido.
Cada uno de ellos es una pequeña pirámide formada por cristales de apatita cargados eléctricamente, que filtran y amplifican las informaciones. Capa tras capa el estrés queda registrado en el interior del diente.
Los dientes son para toda la vida
Es la única parte del cuerpo que no se regenera. ¡Podemos renovar las células del hígado cada seis semanas, pero no los dientes!
Tras la concepción, el embrión se divide y organiza para que los tejidos embrionarios –ectodermo, endodermo y mesodermo– puedan generar los distintos órganos del cuerpo.
Los dientes de leche se forman a partir del ectodermo (como el sistema nervioso central), en el segundo mes de vida intrauterina. Y entre el tercer y cuarto empiezan a formarse los definitivos.
Para que las células puedan reconocerse e interactuar poseen una memoriaque les permite situarse en su ambiente y funcionar en armonía. Esta memoria se guarda en lo más profundo del ser humano e integra las emociones vividas en el útero materno.
La boca es el órgano primario para relacionarnos
A veces se ve en los niños manchas de esmalte por fármacos, disgustos o tensiones que se remontan al embarazo. El feto no entiende las palabras, pero busca a través del sonido que le rodea el amor, la afección y la emoción que necesita. La boca es después el primer órgano relacional del ser humano: conecta al recién nacido con su madre, le aporta alimento, satisfacción y placer. Y a través de ella damos y recibimos: palabras, sonrisas, besos, alimentos, amor.
Los dientes forman parte, a su vez, de un entorno: están rodeados de encía, hueso, mejillas, la articulación mandibular… Este conjunto de elementos permite las funciones básicas de respirar, succionar, tragar, masticar o hablar. Se conectan al córtex cerebral a través del nervio trigémino.
En el homúnculo de Penfield, la zona del cerebro donde se dibuja el mapa de regulación y funcionamiento de todo el cuerpo, la mitad del córtex corresponde a la zona bucofacial, lo que da una idea del peso de las informaciones que se transmiten de la boca al cerebro y del cerebro a la boca.
Descodificación dental: comprender el mensaje de los dientes
A partir de su experiencia en la consulta y la relación de los dientes con las emociones según la medicina china, los doctores Caffin, Beyer y Vereeck desarrollaron la descodificación dental. Esta disciplina consiste en "leer" los dientes para se pueda tomar conciencia de situaciones de la vida que no son justas para uno.
Parte de la premisa de que son los dientes los que explican nuestra historia: son el disco duro de nuestra alma. Así, los dientes reflejan, a través de su mala posición o la presencia o ausencia de caries, lo que nuestra gran conciencia trata de decirnos.
Como testimonio fiel de lo que hemos vivido, revelan nuestra vida interior y nos ayudan a saber qué pasa en el fondo de nosotros, allí donde no tenemos acceso con la mente.
Según la descodificación, los dientes guardan memorias emocionales de dos tipos: las innatas, producto de la genealogía, y las adquiridas durante la vida.
Los profesionales formados en ella –psicólogos, terapeutas o dentistas– ahondan en las causas de un problema a partir de lo que les dicen los dientes. A partir de su posición, por ejemplo, puede analizarse un conflicto relacional.
Un diente montado sobre otro puede indicar una relación de dominación o bien un alejamiento: un incisivo lateral montado sobre el incisivo central derecho en un joven puede reflejar un alejamiento respecto al padre; una caries en un incisivo lateral izquierdo puede representar un conflicto con la madre.
Realizar una descodificación resulta terapéutico de por sí, pero no evita el trabajo dental si existe un problema. La homeopatía y las flores de Bach permiten compensar los estados emocionales que puedan aflorar en las sesiones.
El triángulo de la salud: boca y dientes son fundamentales
El triángulo de la salud está formado por tres lados: el de la estructura, el de la nutrición y el de la energía. Para que exista equilibrio el triángulo debe ser equilátero.
La boca desempeña un papel esencial en ese equilibrio: es la puerta de entrada de la nutrición, conecta la energía e integra la estructura. Este lugar de la boca explica que los dientes puedan reflejar alteraciones físicas y emocionales.
Si tus dientes no encajan puedes sufrir problemas de rodilla
Una buena postura es posible si existe una buena verticalidad. En ella influyen unas cadenas musculares que unen los distintos músculos del cuerpo: dos centrales, una anterior, otra posterior y unas bilaterales que se cruzan.
La existencia de estas cadenas explica que un problema en la parte superior del cuerpo pueda repercutir en la inferior y viceversa. Cuando los dientes superiores e inferiores no encajan correctamente se producen espasmos musculares que provocan lesiones en esas cadenas y pueden afectar a distancia, por ejemplo, a hombros, rodillas o tobillos.
En este sentido es clave la lactancia materna. Esta favorece la respiración nasal, pues el bebé debe respirar, succionar y tragar a la vez. El movimiento de mandíbula ayuda a desarrollar la articulación mandibular y el maxilar superior, dejando espacio suficiente a dientes y lengua. Genera a su vez un equilibrio de fuerzas en el cráneo que repercute positivamente en la postura.
Respiramos unas 18.000 veces al día. A los 12 años, hemos realizado 80 millones de respiraciones. Si a esa edad, cuando ya ha cambiado los dientes de leche, el niño ha respirado sobre todo por la boca, habrá perdido millones de estímulos para desarrollar bien el paladar y tener los dientes bien colocados.
El doctor Alfredo Marino y el posturólogo Philippe Villeneuve han creado una técnica de posturología neurosensorial que trabaja con los captores de la postura: ojo, oído, pies y dientes. Se colocan, por ejemplo, pequeños estímulos en los dientes anteriores para enviar al cerebro información propioceptiva que equilibra la postura corporal.
Junto al tratamiento ocular con prismas, estos estímulos permiten mejorar las dislexias, consideradas un síndrome de dispercepción postural.
Conviene saber, por otro lado, que unos dientes en mal estado por caries, gingivitis o amalgamas pueden producir desde mal aliento o intoxicación del organismo a disfunciones musculares, articulares, renales o cardiacas.
Masticar bien es esencial para nutrirse
La masticación es fundamental para la nutrición–uno de los otros lados que conforman el triángulo de la salud–, pues permite realizar la primera fase de la digestión de forma saludable. Además de triturarse bien los alimentos, debe ser bilateral y alternada.
Una buena masticación influye también en la estructura: desde la primera infancia permite desarrollar armónicamente el entorno de la boca: maxilares, encías, articulación mandibular…
Cada diente influye en la energía de una parte de nuestro cuerpo
La energía, el tercer lado del triángulo, se conoce, entre otros nombres, como "chi" y todas las culturas orientales le dan su debida importancia. En la medicina tradicional china todo trastorno está ligado a un exceso o déficit de esta energía, que circula a través de los meridianos.
Los meridianos pasan por los dientes. Basándose en los flujos de energía que pasan por cada uno se han dibujado unas cartografías –llamadas somatotopías– que relacionan cada diente con diferentes órganos, glándulas, vértebras, articulaciones, músculos y emociones.
El doctor Voll, dentista alemán, estudió estas relaciones a nivel eléctrico y estableció las correspondencias con el resto de estructuras corporales. El doctor Orsatelli precisó las relaciones de cada diente con partes del cuerpo o enfermedades.