Afirmaba el novelista Robert Louis Stevenson que «No hay deber que descuidemos tanto como el de ser felices». Con ello se refería a la humana tendencia de poner a los demás en primer lugar, cumpliendo con todas las obligaciones y compromisos, a la vez que relegamos nuestras prioridades.
Sin embargo, la persona cuidadora que no cuida de sí misma más pronto que tarde agota sus energías, con lo que sale todo el mundo perdiendo.
Es por eso, especialmente si tienes una actitud generosa hacia los otros, que debes ponerte en primer lugar. Y eso implica reservar oasis de tiempo para ti en los que puedas hacer cosas que te hagan feliz: leer, meditar, trabajar en el jardín, pasear, cocinar o entregarte a cualquier otra actividad creativa.
tiempo para estar con quien más te merece
Solo quien se reconoce y respeta puede hacer lo propio con los demás.
Hay un principio del ahorro cuyo lema es "págate a ti primero". Consiste en apartar, con cada cobro, una pequeña cantidad para tus proyectos o tu bienestar futuro. Una vez fuera de tu alcance, no lo echarás de menos.
Esta misma estrategia es aplicable a tu autocuidado o cuidado personal. Regálate una parte de tu precioso tiempo y energías. Hecho esto, puedes entregar el resto a quien lo necesite.
Como decía en el siglo V de nuestra era el poeta indio Kalidasa: "Las grandes almas son como las nubes: recogen para verter".
Por todo eso, para autocuidarte, reserva la mejor parte del día para mimar tu cuerpo, tu mente y tus proyectos. Si tienes una vida ajetreada, intenta levantarte cada mañana un poco antes, aunque solo sea media hora, para iniciar el día con quien más amor merece: tú.
en algún momento aprendiste a ser demasiado bueno
Recientemente, el psicólogo Xavier Guix ha publicado un libro muy necesario sobre este tema: El problema de ser demasiado bueno. En él nos habla de la adicción a cuidar a los demás y a complacerlos, un comportamiento que suele terminar en una desatención hacia uno mismo.
Quien fuera actor cómico antes de formarse como terapeuta explica que «el síndrome de los niños buenos» viene de los mandatos de la infancia, cuando queríamos agradar a los mayores de los que dependíamos. De esa época, nos han quedado órdenes como estas:
- Tienes que ser bueno y portarte bien con todo el mundo.
- Calla y sé obediente.
- Si no te gusta, te aguantas.
- Digan lo que digan, tú siempre sonríe.
- Si eres así, no va a quererte nadie.
La lista podría extenderse casi hasta el infinito. Son programas profundamente arraigados que condicionan nuestra conducta y realidad cotidiana.
Bueno... ¿u obediente?
En palabras del propio Guix: «Cuando el ser queda inundado del deber, la persona deja de ser ella misma. Se convierte en una cumplidora de órdenes y deberes. Su inconsciente le ha quitado la capacidad de decidir, de ejercer la voluntad propia (…) Probablemente también le ha quitado la capacidad de gozar abiertamente (…) Cuando empieza a pasarlo bien, ella misma saca a relucir un deber que la está esperando. Sin embargo, cumplir con el deber no le hace a uno bondadoso. Solo lo hace obediente».
Volviendo al «págate a ti primero» que hemos mencionado, ninguna bondad es completa y genuina si no te incluye a ti. Tal como reza el célebre proverbio: "La caridad bien entendida empieza por uno mismo". El sentido común aconseja que, antes de pensar en las necesidades de los demás, hay que atender las propias.
Solo así podremos ofrecernos al mundo, realizados y completos, con todo nuestro poder disponible.