¿Qué es un trauma? Es un un mecanismo de defensa natural que se dispara ante este situaciones o experiencias difíciles. Como no disponemos de los recursos para afrontarla se produce una disociación o congelación: el cuerpo se queda en el presente, mientras la mente se va a otro lugar. Esto tiene consecuencias sobre el psiquismo de la persona y también sobre su fisiología.

Dolores de cabeza recurrentes, insomnio, problemas con la comida, adicciones o trastornos psicológicos como ansiedad, descontrol emocional, reacciones impulsivas o todo lo contrario, una desconexión e insensibilización emocional, pueden ser síntomas causados por un trauma. Muchas personas los sufren sin ser conscientes de su origen real. Por eso es importante localizar el origen de estos traumas y sanarlos. Una serie de terapias han probado su eficacia para resolver los traumas o encaminar la recuperación.

7 terapias psicológicas que se utilizan para sanar un trauma

Bessel van de Kolk, autor de El cuerpo lleva la cuenta (editorial Eleftheria) clasifica las terapias por su forma de abordar el problema.

  • A través de la palabra. Un primer grupo de terapias para el trauma son aquellas que trabajan de arriba-abajo, es decir, partiendo del cerebro usan el lenguaje y la palabra que nos permiten conocer lo que nos sucede mientras procesamos los recuerdos del trauma. Es lo que habitualmente se entiende por terapia verbal.
  • A partir del cuerpo. Un segundo grupo de técnicas son las que Van der Kolk denomina «de abajo a arriba», porque se centran en que el cuerpo experimente sensaciones y experiencias que contradigan las emociones que proceden del trauma (miedo, impotencia, rabia o colapso). Consiguen el reequilibrio del sistema nervioso a través de la respiración, el movimiento y el tacto.
  • Reorganizar la información. Van der Kolk clasifica en el mismo grupo las técnicas que favorecen la reorganización de la información en el cerebro mediante fármacos o a través de técnicas como las oculares del EMDR. Determinados químicos silencian las reacciones de alarma inadecuadas que resultan del trauma. Y las técnicas oculares favorecen una nueva organización de la información en el cerebro.
  • Combinación personal. Cada persona ha de encontrar la técnica o técnicas que le son más adecuadas, que, incluso, puede simultanear. A modo de ejemplo, la combinación de EMDR, neurofeedback y Somatic Experiencing puede producir resultados notables.

1. EMDR

El Eye Movement Desensitization and Reprocessing (EMDR) está considerado uno de los tratamientos de elección para el trauma en la mayor parte de las guías clínicas internacionales. La OMS lo recomienda desde el año 2013 como tratamiento del Trastorno del Estrés Postraumático.

La psicóloga Francine Shapiro desarrolló el EMDR en 1987 trabajando con veteranos de guerra y personas abusadas que sufrían estrés postraumático. No mejoraban con ninguna terapia hasta que mediante movimientos oculares logró una sanación.

¿Cómo se explica? La gran cantidad de neurotransmisores que segregamos ante una situación traumática bloquean la amígdala, la glándula encargada de procesar la información a nivel emocional hasta el punto de que se anula nuestra parte más racional. El EMDR estimula de nuevo el procesamiento de la información que no pasa por la palabra.

«Con cada recuerdo se accede a una serie de elementos: las imágenes de lo que pasó, las creencias sobre nosotros que activa el recuerdo, las emociones y las sensaciones físicas asociadas a él. El EMDR usa diversas técnicas para desbloquear el procesamiento del recuerdo a través de la estimulación bilateral del cerebro mediante movimientos oculares, sonidos o una estimulación táctil», explica la psicóloga Anabel González, autora de Las cicatrices no duelen (ed. Planeta). Además, empieza a haber evidencia de su efecto positivo en depresión, cuadros psicóticos y otras patologías.

2. Integración cerebral

Existen más métodos de estimulación que facilitan la integración de un trauma hasta convertirlo en un recuerdo neutro. «Las técnicas de integración cerebral se basan en el reprocesamiento de acontecimientos emocionalmente intensos a través de la estimulación alterna de ambos hemisferios cerebrales, mientras se recuerda y desensibiliza el recuerdo.

La estimulación de ambos hemisferios empleando gafas que dejan entrar la luz por un ojo u otro, el tapping (técnica similar a la digitopuntura que trabaja con los recuerdos) y sonidos o música binaurales facilitan la integración del acontecimiento vivido», comenta la psicóloga Laura Palomares, del centro Avance Psicólogos, en Madrid.

3. Neurofeedback

El neurofeedback utiliza un electroencefalograma para medir nuestra actividad cerebral y así hacernos conscientes de ella y, sobre todo, de sus automatismos no funcionales provocados por traumas o por creencias limitantes adoptadas en el pasado.

«El cerebro empieza a aprender qué debe hacer para reducir las ondas cerebrales relacionadas con las dificultades, así como para aumentar las ondas asociadas a un mejor funcionamiento. Con la repetición, el cerebro afianzará lo aprendido y logrará mantenerse en ese estado de equilibrio también después del tratamiento.

Cada persona tiene su propia frecuencia óptima, según su sistema nervioso, que va cambiando a lo largo de su vida, de manera que el ISF Neurofeedback, uno de los protocolos, consiste primero en encontrar esta frecuencia óptima, y después en entrenarla», explica Sydney Pinoy, director de Neuroscenter, en Barcelona.

4. Brainspotting

El brainspotting es una terapia psicológica que fue desarrollada por David Grand en el año 2003. Consiste en realizar un escaneo del campo visual de la persona para localizar una posición de los ojos en la que el paciente accede a un nivel más profundo del recuerdo.

Después se la invita a mantener una actitud mindfulness para acoger todo lo que surge –las sensaciones corporales, emociones y pensamientos– con curiosidad y compasión mientras se realiza la terapia. Mantener esa posición ocular, que se denomina «punto cerebral», estimula un proceso profundo de integración y provoca un descondicionamiento de las respuestas emocionales y fisiológicas, que antes estaban desadaptadas.

5. Terapia Gestalt

La terapia Gestalt, creada por Fritz Perls, es una herramienta efectiva para trabajar con los traumas del desarrollo, que no son fruto de un evento traumático puntual, sino de los mecanismos de defensa desarrollados en la infancia frente a las situaciones que nos desbordaban y que han dado lugar a patrones adaptativos extremadamente rígidos.

Estar en el aquí y ahora de manera continuada, escucharse sin juicios y autorregularse permite reforzar el autoconcepto y fluir con lo que va surgiendo en el cuerpo. Los pacientes pueden explorar asuntos que no pudieron expresar en su infancia y que produjeron los mecanismos de evitación. La terapia permite descubrir, reconocer, aceptar e integrar las partes censuradas y excluidas que han dado lugar a disociaciones.

6. Compassionate Inquiry

El doctor Gabor Maté ha desarrollado la terapia Compassionate Inquiry, cuyo objetivo es descubrir la persona que se esconde tras los síntomas. En todo ser humano existe una parte sana a la que se puede escuchar para superar el trauma. No se trata de borrar el pasado, sino de liberar la energía para expresar emociones y ponerlas al servicio de la vida.

El Modelo Aleceia, creado por los psicólogos Mario C. Salvador y Carmen Cuenca, emplea la relación terapéutica en sintonía con el cliente para lograr la sanación del trauma. «Este modelo en que nuestro cerebro y organismo disponen de la capacidad para sanarse a sí mismos. Ayuda a construir un nuevo vínculo compasivo con la propia experiencia para poder finalmente reapropiarla y transformarla», afirma Mario C. Salvador.

7. Somatic Experiencing

El Somatic Experiencing ha sido desarrollado por el psicólogo Peter A. Levine, quien asegura que el trauma no reside en el evento, sino en el sistema nervioso, que se ha tensado, cerrado o colapsado ante una situación. Para Levine, el objetivo es liberar los bloqueos que producen síntomas (dolores, contracturas, dificultad para respirar o dormir) y emociones (tristeza o incapacidad para sentir o expresar alegría).

El profesional certificado en Somatic Experiencing aprende a registrar las señales del trauma en el cuerpo y ofrece la oportunidad de resolver de manera pausada, suave y contenida las respuestas instintivas de lucha, huida y congelamiento. Proporciona un apoyo seguro a la persona traumatizada y la invita a encontrar sus propios recursos (personas, mascotas, hobbies, lugares…) para experimentar la expansión corporal, una respiración más calmada, la distensión muscular, etc.

«Se trata de acompañar para que se pueda transformar el trauma, hasta que el cuerpo y la persona vuelve a estar en el ‘yo puedo, yo soy’», explica la doctora Fuensanta Muñoz de la Cruz, especialista con consulta en Madrid.